miércoles, 24 de septiembre de 2008

Game over


Ayer tuve un sueño. Soñé que Iñaki Gabilondo explicaba en el telediario que los bancos y las grandes empresas de inversión que ahora atraviesan enormes apuros económicos, y son salvadas por "papá Estado", una vez que volviesen a su etapa de enormes beneficios, decidían repartirlos con el Estado, es decir, con todos los contribuyentes que se han visto obligados a destinar parte de sus impuestos a salvarlas.

Por la mañana, mientras me duchaba, aún aparecía, congelado en mi retina, el gráfico, de un brillante y luminoso color amarillo, del que se ayudaba el periodista para explicar el "milagro". Por un instante, dudé de si se trataba de un sueño o del telediario de la noche anterior.

"Sin duda, se trata de un sueño", pensé mientras salía de la ducha.

Me pregunto qué se solucionará con esta estrategia de salvamento. Es evidente que el capitalismo ha fracasado, que el nivel de consumo del "primer mundo" es insostenible, tanto ecológica, humanamente como económicamente. Sin embargo, todo apunta a que el Estado "cambie algo para que todo siga igual". Hará "borrón y cuenta nueva", como un videojuego que se despide con un "Game over", pero que vuelve a comenzar seleccionando el botón de nueva partida, habiéndonos salvado la vida.

Después hablan de la educación, de que los jóvenes no son tolerantes a la frustración... ¿acaso los grandes empresarios, los grandes inversores, lo son?. ¿O juegan con nuestro dinero, con nuestros empleo, con nuestra vida como si se tratara de un videojuego?. Ellos no tienen nada que perder. El "papá Estado" introduce otra moneda y la partida vuelve a comenzar.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Murakami en Atenas




Ayer por la noche llegué de Atenas. Un viaje de una semana en Grecia, donde la temperatura de septiembre sigue siendo como la de agosto en Madrid. El calor unido a mi embarazo de más de cinco meses no me ha permitido "patear" la ciudad como me hubiese gustado, así como investigar la isla de Hydra, que visitamos un día, pero en la que, al menos, pude bañarme en las aguas cristalinas del Mar Egeo, y pasear por sus calles de casas blancas y azules, así como disfrutar de las vistas del horizonte que debieron otear los corsarios y piratas que poblaron esa isla. Era curioso pasear por un lugar tan poblado de gatos y en el que el medio de locomoción más usado es el burro.

En cuanto a la caótica y calurosa Atenas, donde los coches son los reyes y los peatones sufren su monarquía absoluta, ofrece el contraste del día y la noche. Durante el día, los atenienses se refugian en sus numerosos cafés, refrescándose bebiendo frappés o capuccinos freddos (variantes del café con hielo que bebemos en España). Los turistas, por su parte, invaden los barrios más turísticos, Plaka, Monastiraki, o la plaza de Syntagma, donde hacen el famoso cambio de guardia a las horas en punto.

Por la noche, las calles se transforman. La mínima bajada de temperaturas durante la noche (de unos 20-25 grados) y, sobre todo, la ausencia de los sofocantes rayos del sol, te invitan a pasear por las calles de Atenas, cenar en alguna "taverna" al aire libre y, con suerte, escuchar algún concierto de música griega o clásica en el ágora. La Acrópolis, iluminada, aparece majestuosa sobre la ciudad.

La gastronomía griega merece una mención aparte. La ensalada griega, con el queso feta y esas aceitunas negras tan sabrosas, la tzaltziki (salsa de yogurt con pepino, ajo, menta y aceite), la mousaka, el arroz envuelto en hojas de parra, el humus (salsa de garbanzos), el pastichio, las pitas, los tomates rellenos de arroz, o los baklava, los pasteles más hipercalóricos que he comido nunca...

No me he olvidado de mi amigo Murakami. Me llevé conmigo Sputnik, mi amor, sin saber muy bien qué historia iba a encontrarme, y cuál fue mi sorpresa al descubrir que el protagonista de la novela viaja a Grecia y que, una tarde, mientras leía descansando de la agotadora mañana en la que había subido a la Acrópilis, el protagonista también visitaba la Acrópolis. Curioso...

jueves, 4 de septiembre de 2008

Kafka en la orilla


He terminado el tercer Murakami. Y tengo dos más esperándome... Estoy totalmente enganchada a las novelas de este escritor, y espero que tanta creatividad, imaginación, fantasía, magia, deseo, dolor... no afecte a mi futuro bebé.

Kafka en la orilla te engancha desde un principio, entrecruzando dos historias que parecen muy distintas. Acompañamos a los personajes, alternando una y otra historia. Cualquiera que haya leído algo de Murakami, imagina desde el principio quién es el chico llamado Cuervo, y quién es el niño que no despierta del coma colectivo de la montaña del bol.

Puedes ir intuyendo cómo puede ir la historia, qué tiene que ocurrir para que, al fin, estos dos personajes se encuentren.

Los personajes "secundarios" son tan interesantes como los protagonistas. Está escrito de tal manera, que penetras en el interior de esas personas, llegando a tener la impresión de que son personas de carne y hueso con las que has llegado a entablar una relación.

Sigue sorprendiéndome cómo es capaz de sumergirte en lo extraordinario, en lo fantástico, de tal manera, que acabas pensando que lo más normal es que alguien hable con los gatos o haga llover peces.

Sin duda, su lectura es un viaje a tu subconsciente. Antes de que te des cuenta, ya estás dentro. Como en un cuadro pintado hace años, que te hace creer que eras tú el retratado.

Por cierto, Kafka escucha a Radiohead.

Mamás y Papás: Una realidad que no debemos olvidar...

Una joya en el corazón de Madrid