viernes, 5 de diciembre de 2025

GRACIAS

Hace hoy, justo un año, a esta hora, estaba en la T4 de Barajas. Sentada esperando a embarcar rumbo Zurich. Viajaba sola, y junto a mí, se arremolinaban las familias con niños pequeños, esperando mientras comían bocadillos.

Hacía días que me dolía la espalda. Incluso, el día antes, no había podido agacharme para abrocharme las botas. Después, había mejorado, pero esa tarde en el aeropuerto, cuando había tenido que quitármelas para pasar el control de seguridad, me había tenido que sentar en un banco y subir las piernas para abrochar las cremalleras. 

Daba igual. Lo importante era que ya estaba esperando el embarque. 

Cuando había comprado el billete, un par de meses antes, algo dentro de mí me decía que esa compra era un error. Algo también me había dicho que dejase resueltos todos los trámites necesarios que los niños necesitaban para viajes escolares pendientes, antes de irme, porque luego no podría hacerlos, y que guardara bastante comida preparada en el congelador, porque no podría cocinar a mi regreso. Así lo hice. Tenía que hacer caso a mi intuición. El billete lo tenía de todos modos, y viajé.

Al salir del avión, mi pierna izquierda dejó de responder adecuadamente. Se movía, pero parecía dormida. Al subir al coche de la pareja que tenía en ese momento, sentí un dolor insoportable. Intentaba calmar el dolor cambiando de postura, pero no era posible. El Ibuprofeno tampoco funcionó cuando llegamos a su casa. No dormí en toda la noche a causa del dolor y, a las cinco de la mañana, nos fuimos a urgencias.

Allí me observaron durante horas y me dieron algún calmante que no funcionó. Los días posteriores, esperando el regreso a Madrid, fueron un infierno. Un dolor insoportable que nunca cesaba y que me impedía dormir.

La vuelta a Madrid, con necesidad de asistencia en los aeropuertos, me dio una clase práctica de lo mal que nuestra sociedad hace las adaptaciones necesarias para que las personas con movilidad reducida puedan desplazarse como el resto de personas. Me sentí feliz al llegar a casa, donde mis hijos me esperaban preocupados, dispuestos a ayudar y a ser todo lo autónomos que pudieran ser.

Después, periplo de médicos, pruebas...y ya un diagnóstico que arrojó luz a lo que me pasaba. Una hernia discal que tocaba los nervios de la pierna izquierda, pero que podría absorberse con una tabla de ejercicios, sin necesidad de operación. Una medicación que me tenía totalmente aletargada, ejercicio adecuado y rehabilitación hicieron el milagro. Pasé de la desesperación de no poder poner recta mi espalda, de no sentir mi pierna de rodilla para abajo, y de un dolor insoportable desde la rodilla hasta mi espalda, a poder volver a mi vida normal. Con dolor esporádico, eso es cierto, pero controlable. 

Hace hoy, justo un año, la vida me enseñó que todo es efímero, que la salud es un regalo que no apreciamos hasta que la perdemos. 

Que no escuchar el cuerpo a tiempo puede llevarte a situaciones muy complicadas. 

Que no escuchar a tu intuición, puede hacer que esas situaciones complicadas empeoren.

Que la fuerza de voluntad es imprescindible para recuperar la salud. 

Que tus hijos son capaces de asumir responsabilidades que no les corresponden cuando es necesario.

Que estamos aquí para aprender. 

Un año más tarde, mi vida es completamente diferente. 

Donde había dolor, ahora hay placer.

Donde había estancamiento, ahora hay avance.

Dicen que el dolor de espalda, además de tener una causa física, es también síntoma de estrés, depresión, frustración, ira...En este año, también estoy aprendiendo a manejar esos sentimientos, a dejarme llevar, a no exigirme tanto, a cuidarme, a mimarme, a vivir sin culpa, a ser consciente de lo que mi cuerpo pide y dárselo para prevenir que tenga que pararme para escucharle.

A todas las personas que me han acompañado y acompañan, GRACIAS.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

ROAD TRIP

Siempre he querido hacer un viaje por carretera, encadenando días, sin un plan fijo, sin una programación. Incluso, intenté convencer a algunas de mis sucesivas parejas en alquilar una autocaravana y hacer un viaje sin rumbo, deteniéndonos donde nos apeteciera, sin un plan cerrado, sólo dejándonos llevar.

Sin embargo, todos mis intentos fueron infructuosos. Lo máximo que conseguí fueron dos incursiones. Un viaje en coche por el sur de Francia, donde lo único que no teníamos planificado era donde dormiríamos, en una época en la que internet aún no era una opción a la que recurrir si no encontrabas nada simplemente caminando. El otro viaje fue por el norte de España, con una agenda apretada de planes donde prácticamente no quedaban horas libres para la improvisación.

Por otro lado, cuando he pensado en un viaje de este tipo, mi imaginación siempre ha evocado esa imagen colectiva, creada por el cine estadounidense, de la gasolinera aislada y decrépita, en medio de un paisaje desértico, cruzado por una carretera interminable que te marca el camino a seguir.

Me imagino saliendo del coche, que he detenido junto a la gasolinera. Camino hasta la puerta para saber si está abierta. Me asomo a su interior, y observo cómo un hombre entrado en años, al otro lado del mostrador, levanta la cabeza del periódico al escuchar que alguien ha abierto la puerta. Ahora, seguramente, un móvil o una tablet habrá sustituido al periódico.

Viajo sola. Conduciendo mientras escucho música, o en silencio. Sólo con mis pensamientos, casi meditando, con la paz que me da estar enfocada en la carretera, en que el único objetivo en ese momento es que el coche avance. Hacer kilómetros, sin rumbo fijo, comiendo cuando tenga hambre, parando cuando esté cansada, quizás durmiendo en el coche si no encuentro alojamiento en ese momento...

¿Me hubiese gustado hacer ese viaje con otra persona?. No lo sé. Lo intenté antes y no funcionó. Al final, te cansas de posponer tus deseos, esperando encontrar a alguien que pueda seguir tu ritmo, pero la realidad es que aunque lo encuentres, quizás él no está dispuesto a embarcarse en esa aventura en ese momento, ¿y para qué seguir esperando algo que quizás nunca llegue?. Lo mejor es montarte en el coche y avanzar kilómetros mientras puedas. En solitario o acompañada, pero sin perder de vista la carretera.

domingo, 23 de noviembre de 2025

INSPIRACIÓN

Hace unos meses, comencé una introspección. De hecho, he dejado muchas de mis conclusiones en este blog, pero el análisis no ha terminado, y creo que nunca debería hacerlo.

En medio de esta introspección, he ido conociendo a personas. Con todas ellas establecí un vínculo, que se ha mantenido en algunos casos y, en otros, se ha roto por completo. Algunas de estas personas, han sido y están siendo mi espejo. Comparten ciertas características conmigo, o su comportamiento es o ha sido muy similar al que tengo o he tenido, ayudándome a entender por qué he tomado determinadas decisiones en mi vida.

Estas características comunes destacan con una de estas personas, viéndome reflejada por completo, pero además pudiendo hablar abiertamente de los pensamientos y sentimientos que entran en juego en la interacción, convirtiendo este vínculo en un experimento perfecto para la introspección.

Ahora me doy cuenta de que, en la mayoría de los casos, comencé la casa por el tejado, estableciendo relaciones exclusivas que, con el tiempo, fui incapaz de sostener porque las entendía como una obligación, siendo siempre uno de los motivos por los que decidí dejarlas. No el único, pero sí uno más a tener en cuenta en la decisión.

Otra de las trampas es que, quizás por miedo a la incertidumbre e inseguridad, establecimos rápidamente las reglas coercitivas en el vínculo. Etiquetamos la relación como "pareja", con todo lo que conlleva, tanto para nosotros como para el resto, -amigos, familia-, y en algunos casos, desconocíamos factores fundamentales en el otro como ideas políticas, proyectos personales, planes a futuro, cómo le gusta el café o si es madrugador o no los fines de semana.

La realidad es que yo hubiera caído de nuevo en esta trampa. El hábito es demasiado fuerte. Sin embargo, su forma de ver la vida ahora mismo, sus deseos inquietos, su inconsistencia...me ha mostrado una parte de mí que nunca he querido ver, pero que está íntimamente ligada a la sensación de pérdida de libertad. 

Sé que estos pensamientos son contradictorios con la idea de compromiso, pero por otra parte, soy consciente de que el compromiso nunca fue un impedimento para que yo me fuese. Lo he roto siempre, ante el asombro de la otra parte de la pareja.

Por tanto, lo que me planteo ahora es seguir conociendo con calma, sin etiquetas, sin obligaciones, sin restricciones, sin compromiso. Curiosamente, ha cesado el ruido a mi alrededor. Las demás puertas que permanecían abiertas, se han cerrado por completo o se mantienen entreabiertas sólo unos centímetros, los justos para mantener un contacto cordial. Me siento centrada, enfocada en mi trabajo, en mis hijos, en mi día a día, y a la vez, sigo explorando en mí, inspirada por alguien a quien no puedo apartar de mi vida, ahora que sé que existe.


miércoles, 19 de noviembre de 2025

EL BOSQUE Y LA PRADERA

He estado otras muchas veces en el mismo lugar que estoy ahora.

Una pradera verde, atravesada por un riachuelo tranquilo y serpenteante. Más allá de la pradera, hay un bosque. El bosque es muy frondoso, formado por grandes y antiguos árboles, cuyas ramas largas y retorcidas se entremezclan entre los ejemplares, creando una bóveda vegetal casi impenetrable por la luz.

Cuando paseas junto al río, los rayos del sol calientan tu pelo y tu piel. Escuchas el ruido del agua, relajante, y el canto de los pájaros. A veces, se cruzan en tu camino conejos y liebres, que recorren raudos la pradera. Sientes paz y calma.

Sin embargo, cuando, casi sin darte cuenta, te adentras en el bosque, los rayos del sol desaparecen. Deja de escucharse el canto de los pájaros, y aunque escuchas cómo algunas de las ramas y hojas que han caído al suelo crujen bajo el peso del cuerpo de algún animal, no puedes verlo porque la oscuridad lo impide.

Tu cuerpo comienza a quedarse frío, mientras avanzas en la penumbra. Apoyas tus manos en los troncos y ramas de los árboles y tus pies buscan un hueco entre la hojarasca para no caer. Tu respiración se agita. Deseas salir de esa madeja vegetal, pero no encuentras la salida. Aunque tus ojos busquen un halo de luz, no puedes verlo. Crees que te quedarás atrapado siempre allí. Tus mejillas se mojan. Las lágrimas no cesan. Tus piernas no te sujetan. Te sientas en el suelo. El frío y la tristeza te paralizan. Lloras hasta quedar dormido, apoyado en el tronco y las raíces de un gran árbol.

Los rayos del sol se filtran a través de tus párpados. Poco a poco, abres los ojos. La luz te deslumbra. Tu cuerpo ha recuperado el calor. Un conejo blanco te mira, inmóvil, sólo a unos centímetros de ti. Te desperezas. Estiras los brazos y las piernas. No sabes cómo has salido del bosque, pero lo has hecho. Quizás, a veces, es necesario dejar que la oscuridad te invada para poder volver a la luz.


domingo, 16 de noviembre de 2025

LOCURAS

 - It's very crazy, -digo.

- I know it, -contesta él.

Los dos sabemos que hacemos locuras, pero no podemos evitarlo.

Mi mente analítica está cargada hoy de mucha más información. Recalcula la ruta, corrige los algoritmos, modifica las ideas dadas por sentadas, analiza gestos, comentarios...La situación es más compleja de lo que pensaba. Mientras duermo, el ego en modo supervivencia proyecta en enormes letras mayúsculas fosforitas una palabra "HUYE".

Probablemente, sería lo que hubiese hecho en otro momento. En otro momento, no habría llegado hasta aquí. Pero ahora es distinto. 

Cuando has aprendido a llenar tus vacíos por ti mismo, cuando no necesitas la validación de otros para saber cuánto vales, te sientes libre para elegir cada día si quieres compartir parte de tu vida con otras personas, sin miedo al rechazo, porque si te rechazan no es por algo que tiene que ver contigo, es algo que tiene que ver con la persona que te rechaza. Ocurre lo mismo cuando te eligen. Te eligen porque la otra persona quiere elegirte. Es un deseo que surge de ella.

Una vez has entendido esto, te permites ser tú. No tienes que utilizar máscaras para poder ser elegido. Te sientes libre. Dejas que tu esencia emane sin filtros. En mi caso, además, parte de esa esencia fue acallada. No era adecuada. Molestaba. No fui libre. Tuve que adaptarme. Esconderme tras la máscara que el otro quería, hasta que la máscara ya no se sostenía y las relaciones caían, una tras otra, sintiéndome culpable por ser quien tomaba la decisión de irme, cuando esa decisión había sido tomada mucho tiempo antes, cuando decidí elegir la máscara en lugar de a mí.

¿Qué ocurre cuando encuentras a otra persona que se siente libre también?. Una persona que te muestra su esencia, sin máscaras, a pesar de que pueda haber muchas cosas que te alejarían. Lo complejo es cuando las esencias de los dos comparten características que salen de la norma en una sociedad cargada de reglas estáticas y verdades absolutas, y las contradicciones emergen. Los dos pedimos lo mismo, pero somos incapaces de darle al otro lo que nosotros pedimos que nos dé. La única opción es atravesar nuestros miedos y, quizás, durante un tiempo, encontrar una paz sin culpa, si logramos cambiar el paradigma. Si logramos sentirnos libres, a pesar del vínculo.

Mientras, quizás sin ser demasiado conscientes, iniciamos el camino. Sin querer pensar demasiado, pero pensando. Dejándonos llevar, pero sujetándonos. Siendo conscientes de que es una locura, pero haciéndolo de todos modos.


sábado, 15 de noviembre de 2025

ENCAJAR

Esta mañana, he llevado a mi hijo adolescente a jugar un partido de fútbol. Hace un par de semanas que ingresó en este club de fútbol. Hay que desplazarse a otra ciudad cercana, por lo que le llevo en coche. 

Hoy ha llovido, por lo que he estado viéndole jugar de manera intermitente, teniendo que resguardarme de la lluvia en determinados momentos.

Mientras le veía jugar, bastante bien, por cierto, escuchaba las conversaciones de los demás padres y madres que se agolpaban alrededor de las pistas.

Era la única con vaqueros ajustados, botas y un abrigo hasta la cintura. Era la única que estaba sola. Era la única que estaba callada. Las conversaciones de los demás se entremezclaban. Todas insulsas y vacías. A veces, preguntándose entre ellos cosas obvias. Como la gran mayoría de las veces, cuando he coincidido en este tipo de actividades de mis hijos, me he sentido fuera de lugar.

Es en esas situaciones cuando me doy cuenta de que mi forma de ser, de ver la vida, no encaja con la mayoría. Cuando estoy en un entorno en el que no encajo, me gustaría "desaparecer", sentirme invisible, como escribí en otra entrada del blog, pero no es fácil. Siempre te encuentras con miradas curiosas a las que esquivar.

Afortunadamente, me rodeo de un grupo muy reducido de amigas y amigos con los que no me siento diferente, aunque a veces, alguna amiga me diga que su vida es muy aburrida comparada con la mía. Con ellas y con ellos puedo hablar de temas que serían tabúes para otras personas, pero es que llega un momento en el que es preferible el silencio a lo ordinario.

Con algún amigo, las conversaciones ya alcanzan un nivel épico, pero eso lo dejo para otra entrada.

lunes, 10 de noviembre de 2025

DOS FOTOS

Dos fotos. Sólo una persona en cada una de ellas. Un hombre en una. En la otra, una mujer. Los dos son jóvenes. Las dos fotos están tomadas desde abajo. Ambos miran hacia el horizonte, con el mismo gesto. Serios, pensativos. Quizás no sabían que alguien les estaba haciendo una foto. Quizás se pregunten qué les deparará el futuro.

Casi veinte años más tarde, se encuentran. Tienen el mismo perfil. Personas hiperactivas mental y emocionalmente, pero en dos momentos distintos. Ella tiene las respuestas a las preguntas que él todavía no se atreve a formular. No puede dárselas. Él tiene que hacer su proceso. Ella duda si podrá esperar. Nunca lo ha hecho. Quizás tenga que aprender a tener paciencia, o a desaparecer lo antes posible para no perder su paz.

En el momento en el que el sueño y la vigilia confunden sus límites, aparecen conversaciones e imágenes, mezclando pasado, presente y distintas líneas de futuro, en función de la elección. "¿Realmente, hay elección?", -se pregunta-. Claro que la hay. Un pelo y una piel que él ya no podrá tocar. Y el vacío, después. 

Quizás era al vacío al que miraban en esas fotos. No miraban el paisaje, sino al vacío interior que proyectaban, y alguien, en un instante, sin saberlo, lo captó para hacerlo consciente más adelante, cuando las preguntas deban formularse y las respuestas deban darse.

martes, 4 de noviembre de 2025

DUÉRMETE, NIÑO

Desde hace unos meses, sigo contenido en redes relacionado con crecimiento personal. Este contenido tiene su origen en teorías psicológicas, espirituales, científicas...Es muy variado y, a veces, contradictorio entre sí.

Lo escucho con atención y extraigo de cada teoría o explicación lo que creo "resuena" más conmigo, siendo consciente de que mi ego puede rechazar las afirmaciones que le resultan incómodas, precisamente, porque señala creencias que tengo arraigadas y debería comenzar a cuestionar.

Independientemente del origen de la teoría, ahora mismo soy capaz de observar desde fuera mis pensamientos intrusivos, mis miedos, y dependiendo de la fuente de la que beba la teoría, los discursos de mi ego -mi pequeño diablo-, y los discursos de mi alma -mi pequeño ángel-, como diría alguien que conozco. (Lo siento, siempre que hablo de esto, aparece la imagen del ángel y el diablo tirando cada uno de un lado de la cuerda).

Entre estas teorías, hay una que he escuchado hasta la saciedad y que, además, coincide con una formación a la que he asistido sobre las heridas de la infancia y los distintos tipos de apego. Esta teoría habla de la necesidad de que cuando un bebé llora, sus progenitores le calmen. De esta manera, se fomenta el apego seguro en el bebé, que entiende que es escuchado y sostenido cuando necesita atención. 

Escuchando esta teoría, recordé el método Estivill, que estaba tan de moda cuando nacieron mis hijos. El método consiste en que cuando el bebé llora, se acuda durante un breve espacio de tiempo, sin contacto físico, únicamente hablando con calma al bebé, espaciando cada vez más el tiempo de espera antes de ir a calmarle. Se supone que el bebé aprenderá a autorregularse.

La realidad es que el bebé se duerme agotado por el estrés, después de que sus niveles de cortisol y serotonina se hayan disparado por el llanto prolongado. Paralelamente, se va produciendo una herida de abandono, que se convertirá en un apego ansioso o evitativo en el futuro. Además de la posibilidad de que haya consecuencias en las conexiones neuronales que durante esa etapa es necesario que se creen de manera masiva.

Durante los primeros tres años de vida de mi hijo mayor, dormí una media de tres horas al día, ya que se despertaba frecuentemente por las noches y yo me levantaba a calmarle, hasta que volvía a dormirse. Desesperada, leí el método Estivill, pero nunca fui capaz de aplicarlo porque me parecía cruel dejar que mi hijo llorase hasta caer agotado. No fui capaz, pero conozco a otras madres que sí lo aplicaron, y pienso en las consecuencias que tendrá en esos niños.

Reflexionando sobre esto, vuelvo a las teorías de crecimiento personal que escucho en internet, y el cuidado que creo debemos tener cuando las escuchamos. No todas valen para todas las personas, y aunque pueden ayudarnos en determinados momentos, hay que saber, quizás sentir, o dejarse llevar por la intuición, cuáles pueden ayudarnos o cuáles no, para evitar que, en unos años, algunas puedan tener el "efecto Estivill".

Mamás y Papás: Una realidad que no debemos olvidar...

Una joya en el corazón de Madrid