Él la había dibujado en un papel y se lo había dado. Por un lado su retrato, y por detrás, la explicación de por qué la había dibujado con el pelo negro en lugar del pelirrojo.
Ella le había escrito una carta en papel donde le explicaba que él era su espejo, y cómo le gustaría que fuesen las cosas en un futuro.
Cada uno le había dado al otro un anclaje físico. Lo crearon utilizando sus mejores habilidades, recordando que lo que había ocurrido durante aquellos meses había sido real. Tenían una prueba física.
Era como aquellas primeras fotos que se habían hecho en el pub Honky Tonk. Una prueba de que se habían conocido. Las fotos les recordarían también lo que ocurrió aquella noche. De todos modos, eran fotos digitales.
Ella recordó la cámara Polaroid de él. "Deberíamos hacernos una foto en papel", -pensó-. Otro anclaje físico.
A veces, hay historias que merecen ser recordadas con pruebas que se puedan tocar, para evitar creer que todo fue un sueño. Uno de esos sueños, tan reales que parecía que estuviesen despiertos, y que ambos tenían desde que se habían conocido.


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