- ¿Qué tal está la abuela?
- Bien, -dice mi madre al otro lado del teléfono-. Está a mi lado, salúdala si quieres.
Tras unos breves segundos, escucho la voz de mi abuela, tan jovial como siempre.
- ¿Qué tal?, -me pregunta.
- Muy bien, abuela, ¿y tú que tal?
- Bien, he llegado hoy de Vivero.
- Ya lo sé. ¿Qué tal el viaje?
- Bien, he visitado a mis amigas.
- Muy bien entonces. ¿Estás contenta?
- Sí, pero a mí me gustaría quedarme allí, en mi casa...
Llegados a este punto de la conversación, nunca sé qué decir. El corazón me da un vuelco y me muerdo la lengua, para no decirle que Vivero está a más de 600 kilómetros del lugar en el que ha estado hoy.
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