viernes, 19 de diciembre de 2025

DRÁCULA

-SPOILER-

He visto la nueva película que revisita el personaje de Drácula. En esta ocasión, aunque se supone que está basada en la novela de Bram Stoker, se centra más en la historia de amor entre Drácula y Mina. Para mi gusto, la mejor adaptación del libro sigue siendo la versión del año 1992, de Francis Ford Coppola.  Tanto por su guión, como por la fotografía y, por supuesto, los actores.

Es cierto que el personaje de Drácula, la historia en sí, da para muchas lecturas. Podemos centrarnos sólo en el terror, abarcar hasta intentar entender al personaje, enfocarlo en la lucha entre el bien o el mal, o como es este caso, el amor que Vlad/Drácula siente por Elisabeta/Mina.

Este amor fue inmortalizado en la versión de Coppola con la famosa frase de Drácula a Mina '"He cruzado océanos de tiempo para encontrarte". En este caso, parece que el encuentro fue más casual. En la última versión, Drácula realiza una búsqueda exhaustiva, siendo el motor principal de la película, y de la vida del mítico vampiro.

En un momento dado, tras siglos de búsqueda, la encuentra y llega el momento de intentar que ella sea consciente de que se habían conocido antes. Es una ardua tarea imaginar que alguien vaya a creer que siglos antes había vivido una historia de amor tan intensa, que provocó que al morir ella, su amado cometiera tales atrocidades que Dios le castigara sin morir y debiendo beber sangre para sobrevivir.

En ambas películas, la amada, reencarnada en Mina, era capaz de reconocer de alguna manera que aquel desconocido había sido su amor siglos antes. Por algún motivo, él no le resultaba totalmente extraño, y sólo diciendo algunas frases o a través de alguna melodía, como en el caso de la última versión, ella era capaz de recordar lo que su alma había dejado guardado, por supervivencia, para poder tener una vida, alejada de aquel amor, porque ser consciente le sumergería en una vida intensa, tormentosa y eterna, en la que tendría que matar para sobrevivir. 

A pesar de estas circunstancias, cuando Mina es consciente de su pasado, decide embarcarse en esa penitencia eterna para recuperar la historia de su amor. Es decir, se sacrifica ciegamente.

En cuanto a Drácula, ocurren varias cosas curiosas. La primera que me llama la atención es que él ha ido mordiendo a diestro y siniestro, convirtiendo en vampiros a hombres y mujeres, y sin embargo, cuando llega el momento de convertir a Mina...duda. 

No puedo evitar recordar una conversación que tuve, no hace mucho, con una persona que me explicaba la diferencia en el trato que daba a las personas que le importaban con las que no. Y es curioso porque si te quedas en la superficie, parecería que, en un primer momento, las personas que menos le importaban era a las que prestaba más atención en un determinado aspecto. Es decir, a las que Drácula mordía. Sin embargo, cuando alguien le importaba, evitaba determinados comportamientos para no herirla, aunque pareciese que habría falta de interés. Es decir, cuando Drácula decide no terminar de convertir a Mina en un vampiro.

Y ya, para rizar el rizo, en la última versión, -aunque en la del año 1992 es el mismo final, pero no de una manera tan evidente-, Drácula decide dejarse matar, para liberarse del sufrimiento y, a la vez, "salvar" a Mina. Es decir, el vampiro decide "soltar" para sanarse y, a la vez, evitar el sufrimiento del ser amado.

Aquí, de nuevo, vuelvo a mis vivencias, a mis recuerdos...cuando yo misma he decidido "soltar" relaciones en las que uno de los dos, o ambos, estábamos sufriendo. No me arrepiento porque eran situaciones muy claras. Sin embargo, volviendo al clásico, pienso qué habría ocurrido si Drácula hubiese sobrevivido al ataque de Van Helsing y Mina se hubiese convertido finalmente en vampiresa. Quizás, hubiesen "vivido" felices toda una eternidad. Nunca lo sabremos, a no ser que haya una nueva revisión del clásico. ¿Alguien se anima?.


sábado, 13 de diciembre de 2025

LEVANTO LA CABEZA

Levanto la cabeza. Una bandada de cigüeñas cruza el cielo gris. Es un gran número. Vuelan bajo. Hay una rezagada. Algo no va bien. Las sigo con la mirada hasta perderlas, al otro lado del Parque Lineal del Manzanares. Esa mañana, necesitaba aire fresco, moverme, que mis pies tocasen la tierra, enraizarme, escucharme, volver al origen. 

Levanto la cabeza. La apoyo en el respaldo de la silla. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Siento un dolor inmenso, intenso, y una oscuridad...que lo envuelve todo. Pienso en ese niño de cuatro años, abusado y asesinado por el novio de su madre, con la pasividad de ella. Un niño que sólo conoció el maltrato y el dolor en su corta vida. Denuncias previas, indicadores de riesgo observados en el colegio, y un sistema de protección que ha fallado. Recuerdo aquellos casos que yo veía tan claros, desde el principio. Esos niños debían protegerse y alejarse de sus familias biológicas. Perseguía a la Comunidad de Madrid e insistía en que era necesario tomar una medida de protección urgente. El corazón encogido hasta que lo conseguía, pero lo hacía, y entonces, respiraba aliviada. Un niño más, protegido de las personas que tendrían que darle el amor, el cariño y los cuidados necesarios. Para Lucas, esa protección nunca llegó. Siento rabia, impotencia, frustración...

Levanto la cabeza. Mi nariz queda por encima de la superficie del agua. Ojos cerrados. Dejo que mi cuerpo flote en la bañera. Siento la paz de nuevo. El regreso a mí...Hasta que  pienso en la noticia que ha enviado la asociación de vecinos. Un brote de gripe aviar, ha acabado con la vida de cientos de cigüeñas en el Parque Lineal del Manzanares, muy cerca del lugar en el que vi aquella bandada. Ese mismo día, estaban muriendo. Tenían que haber cerrado el parque, pero no lo hicieron. No es agradable porque tienes que dar explicaciones a la opinión pública. Lo sé. Tuve que hacerlo cuando hubo un brote de gripe aviar donde trabajo, pero había que proteger a las personas y animales que podrían contagiarse en contacto con los animales muertos. Se hizo, y no pasó nada. La opinión pública lo entendió como una medida de protección.

Y pienso en la falta de responsabilidad que, a veces, presentan las administraciones. La resistencia a tomar decisiones incómodas, aunque se ponga en peligro la salud pública, o la inacción del sistema de protección provoque que un niño sea asesinado. 

A veces, siento vergüenza de formar parte de este sistema, donde hay personas responsables que pueden tomar decisiones rápidas y eficaces que salven vidas, pero que se niegan a hacerlo.

Levanto la cabeza para tomar aire, llenar los pulmones y exhalar despacio por la boca. Oxigenar mi cerebro y mi cuerpo para seguir adelante en este mundo del que cada vez entiendo menos y me siento más alejada, porque cuando conoces el mecanismo interno de las cosas, eres consciente de lo fácil que puede ser proteger a los demás, si hay voluntad.

lunes, 8 de diciembre de 2025

DESPEDIDA Y CIERRE

Anoche, otra Luna vino a verme.

Se asomó a mi vida sólo por un instante.

Pude ver lo que podría haber sido y nunca será.

Con el alma encogida. y la cara mojada, sigo mi camino.

"It's over.

Se terminó.

She seemed to read minds.

Ella parecía leer mentes.

And I know a later time.

Y lo sé más tarde.

We could make it with you.

Podríamos hacerlo contigo.

Leave the soul.

Dejar el alma.

Old age.

Vejez."

Letra de "Old Age", de Nirvana.

domingo, 7 de diciembre de 2025

LEER


- Me dejaste en visto, -reprochó.

Guardé silencio. No quería decirle que tuve que hacerlo. Su mirada en la foto, sentado en un banco, me había dado suficiente información, como para saber la intensidad de lo que habría entre nosotros. No era el momento. Yo no estaba preparada. Él tampoco.

Semanas más tarde, comprobé que mi intuición no había fallado. La conexión fue instantánea. Tanta conexión que asusta. Conversaciones en las que los dos estamos pensando lo mismo. Demasiado parecidos. 

El perfil de nuestras anteriores parejas no deja lugar a dudas, y nuestro comportamiento con ellas, tampoco. Él habla más que yo. Mis preguntas son precisas. Leo en él más de lo que cree.

Nunca he llegado a este punto con alguien tan parecido a mí. Reconozco que me conoce. Ha captado mi esencia en su dibujo. Incluso, mi pelo negro en lugar del pelirrojo con el que me conoció. Quizás, él también lee en mí más de lo que creo.

viernes, 5 de diciembre de 2025

GRACIAS

Hace hoy, justo un año, a esta hora, estaba en la T4 de Barajas. Sentada esperando a embarcar rumbo Zurich. Viajaba sola, y junto a mí, se arremolinaban las familias con niños pequeños, esperando mientras comían bocadillos.

Hacía días que me dolía la espalda. Incluso, el día antes, no había podido agacharme para abrocharme las botas. Después, había mejorado, pero esa tarde en el aeropuerto, cuando había tenido que quitármelas para pasar el control de seguridad, me había tenido que sentar en un banco y subir las piernas para abrochar las cremalleras. 

Daba igual. Lo importante era que ya estaba esperando el embarque. 

Cuando había comprado el billete, un par de meses antes, algo dentro de mí me decía que esa compra era un error. Algo también me había dicho que dejase resueltos todos los trámites necesarios que los niños necesitaban para viajes escolares pendientes, antes de irme, porque luego no podría hacerlos, y que guardara bastante comida preparada en el congelador, porque no podría cocinar a mi regreso. Así lo hice. Tenía que hacer caso a mi intuición. El billete lo tenía de todos modos, y viajé.

Al salir del avión, mi pierna izquierda dejó de responder adecuadamente. Se movía, pero parecía dormida. Al subir al coche de la pareja que tenía en ese momento, sentí un dolor insoportable. Intentaba calmar el dolor cambiando de postura, pero no era posible. El Ibuprofeno tampoco funcionó cuando llegamos a su casa. No dormí en toda la noche a causa del dolor y, a las cinco de la mañana, nos fuimos a urgencias.

Allí me observaron durante horas y me dieron algún calmante que no funcionó. Los días posteriores, esperando el regreso a Madrid, fueron un infierno. Un dolor insoportable que nunca cesaba y que me impedía dormir.

La vuelta a Madrid, con necesidad de asistencia en los aeropuertos, me dio una clase práctica de lo mal que nuestra sociedad hace las adaptaciones necesarias para que las personas con movilidad reducida puedan desplazarse como el resto de personas. Me sentí feliz al llegar a casa, donde mis hijos me esperaban preocupados, dispuestos a ayudar y a ser todo lo autónomos que pudieran ser.

Después, periplo de médicos, pruebas...y ya un diagnóstico que arrojó luz a lo que me pasaba. Una hernia discal que tocaba los nervios de la pierna izquierda, pero que podría absorberse con una tabla de ejercicios, sin necesidad de operación. Una medicación que me tenía totalmente aletargada, ejercicio adecuado y rehabilitación hicieron el milagro. Pasé de la desesperación de no poder poner recta mi espalda, de no sentir mi pierna de rodilla para abajo, y de un dolor insoportable desde la rodilla hasta mi espalda, a poder volver a mi vida normal. Con dolor esporádico, eso es cierto, pero controlable. 

Hace hoy, justo un año, la vida me enseñó que todo es efímero, que la salud es un regalo que no apreciamos hasta que la perdemos. 

Que no escuchar el cuerpo a tiempo puede llevarte a situaciones muy complicadas. 

Que no escuchar a tu intuición, puede hacer que esas situaciones complicadas empeoren.

Que la fuerza de voluntad es imprescindible para recuperar la salud. 

Que tus hijos son capaces de asumir responsabilidades que no les corresponden cuando es necesario.

Que estamos aquí para aprender. 

Un año más tarde, mi vida es completamente diferente. 

Donde había dolor, ahora hay placer.

Donde había estancamiento, ahora hay avance.

Dicen que el dolor de espalda, además de tener una causa física, es también síntoma de estrés, depresión, frustración, ira...En este año, también estoy aprendiendo a manejar esos sentimientos, a dejarme llevar, a no exigirme tanto, a cuidarme, a mimarme, a vivir sin culpa, a ser consciente de lo que mi cuerpo pide y dárselo para prevenir que tenga que pararme para escucharle.

A todas las personas que me han acompañado y acompañan, GRACIAS.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

ROAD TRIP

Siempre he querido hacer un viaje por carretera, encadenando días, sin un plan fijo, sin una programación. Incluso, intenté convencer a algunas de mis sucesivas parejas en alquilar una autocaravana y hacer un viaje sin rumbo, deteniéndonos donde nos apeteciera, sin un plan cerrado, sólo dejándonos llevar.

Sin embargo, todos mis intentos fueron infructuosos. Lo máximo que conseguí fueron dos incursiones. Un viaje en coche por el sur de Francia, donde lo único que no teníamos planificado era donde dormiríamos, en una época en la que internet aún no era una opción a la que recurrir si no encontrabas nada simplemente caminando. El otro viaje fue por el norte de España, con una agenda apretada de planes donde prácticamente no quedaban horas libres para la improvisación.

Por otro lado, cuando he pensado en un viaje de este tipo, mi imaginación siempre ha evocado esa imagen colectiva, creada por el cine estadounidense, de la gasolinera aislada y decrépita, en medio de un paisaje desértico, cruzado por una carretera interminable que te marca el camino a seguir.

Me imagino saliendo del coche, que he detenido junto a la gasolinera. Camino hasta la puerta para saber si está abierta. Me asomo a su interior, y observo cómo un hombre entrado en años, al otro lado del mostrador, levanta la cabeza del periódico al escuchar que alguien ha abierto la puerta. Ahora, seguramente, un móvil o una tablet habrá sustituido al periódico.

Viajo sola. Conduciendo mientras escucho música, o en silencio. Sólo con mis pensamientos, casi meditando, con la paz que me da estar enfocada en la carretera, en que el único objetivo en ese momento es que el coche avance. Hacer kilómetros, sin rumbo fijo, comiendo cuando tenga hambre, parando cuando esté cansada, quizás durmiendo en el coche si no encuentro alojamiento en ese momento...

¿Me hubiese gustado hacer ese viaje con otra persona?. No lo sé. Lo intenté antes y no funcionó. Al final, te cansas de posponer tus deseos, esperando encontrar a alguien que pueda seguir tu ritmo, pero la realidad es que aunque lo encuentres, quizás él no está dispuesto a embarcarse en esa aventura en ese momento, ¿y para qué seguir esperando algo que quizás nunca llegue?. Lo mejor es montarte en el coche y avanzar kilómetros mientras puedas. En solitario o acompañada, pero sin perder de vista la carretera.

domingo, 23 de noviembre de 2025

INSPIRACIÓN

Hace unos meses, comencé una introspección. De hecho, he dejado muchas de mis conclusiones en este blog, pero el análisis no ha terminado, y creo que nunca debería hacerlo.

En medio de esta introspección, he ido conociendo a personas. Con todas ellas establecí un vínculo, que se ha mantenido en algunos casos y, en otros, se ha roto por completo. Algunas de estas personas, han sido y están siendo mi espejo. Comparten ciertas características conmigo, o su comportamiento es o ha sido muy similar al que tengo o he tenido, ayudándome a entender por qué he tomado determinadas decisiones en mi vida.

Estas características comunes destacan con una de estas personas, viéndome reflejada por completo, pero además pudiendo hablar abiertamente de los pensamientos y sentimientos que entran en juego en la interacción, convirtiendo este vínculo en un experimento perfecto para la introspección.

Ahora me doy cuenta de que, en la mayoría de los casos, comencé la casa por el tejado, estableciendo relaciones exclusivas que, con el tiempo, fui incapaz de sostener porque las entendía como una obligación, siendo siempre uno de los motivos por los que decidí dejarlas. No el único, pero sí uno más a tener en cuenta en la decisión.

Otra de las trampas es que, quizás por miedo a la incertidumbre e inseguridad, establecimos rápidamente las reglas coercitivas en el vínculo. Etiquetamos la relación como "pareja", con todo lo que conlleva, tanto para nosotros como para el resto, -amigos, familia-, y en algunos casos, desconocíamos factores fundamentales en el otro como ideas políticas, proyectos personales, planes a futuro, cómo le gusta el café o si es madrugador o no los fines de semana.

La realidad es que yo hubiera caído de nuevo en esta trampa. El hábito es demasiado fuerte. Sin embargo, su forma de ver la vida ahora mismo, sus deseos inquietos, su inconsistencia...me ha mostrado una parte de mí que nunca he querido ver, pero que está íntimamente ligada a la sensación de pérdida de libertad. 

Sé que estos pensamientos son contradictorios con la idea de compromiso, pero por otra parte, soy consciente de que el compromiso nunca fue un impedimento para que yo me fuese. Lo he roto siempre, ante el asombro de la otra parte de la pareja.

Por tanto, lo que me planteo ahora es seguir conociendo con calma, sin etiquetas, sin obligaciones, sin restricciones, sin compromiso. Curiosamente, ha cesado el ruido a mi alrededor. Las demás puertas que permanecían abiertas, se han cerrado por completo o se mantienen entreabiertas sólo unos centímetros, los justos para mantener un contacto cordial. Me siento centrada, enfocada en mi trabajo, en mis hijos, en mi día a día, y a la vez, sigo explorando en mí, inspirada por alguien a quien no puedo apartar de mi vida, ahora que sé que existe.


miércoles, 19 de noviembre de 2025

EL BOSQUE Y LA PRADERA

He estado otras muchas veces en el mismo lugar que estoy ahora.

Una pradera verde, atravesada por un riachuelo tranquilo y serpenteante. Más allá de la pradera, hay un bosque. El bosque es muy frondoso, formado por grandes y antiguos árboles, cuyas ramas largas y retorcidas se entremezclan entre los ejemplares, creando una bóveda vegetal casi impenetrable por la luz.

Cuando paseas junto al río, los rayos del sol calientan tu pelo y tu piel. Escuchas el ruido del agua, relajante, y el canto de los pájaros. A veces, se cruzan en tu camino conejos y liebres, que recorren raudos la pradera. Sientes paz y calma.

Sin embargo, cuando, casi sin darte cuenta, te adentras en el bosque, los rayos del sol desaparecen. Deja de escucharse el canto de los pájaros, y aunque escuchas cómo algunas de las ramas y hojas que han caído al suelo crujen bajo el peso del cuerpo de algún animal, no puedes verlo porque la oscuridad lo impide.

Tu cuerpo comienza a quedarse frío, mientras avanzas en la penumbra. Apoyas tus manos en los troncos y ramas de los árboles y tus pies buscan un hueco entre la hojarasca para no caer. Tu respiración se agita. Deseas salir de esa madeja vegetal, pero no encuentras la salida. Aunque tus ojos busquen un halo de luz, no puedes verlo. Crees que te quedarás atrapado siempre allí. Tus mejillas se mojan. Las lágrimas no cesan. Tus piernas no te sujetan. Te sientas en el suelo. El frío y la tristeza te paralizan. Lloras hasta quedar dormido, apoyado en el tronco y las raíces de un gran árbol.

Los rayos del sol se filtran a través de tus párpados. Poco a poco, abres los ojos. La luz te deslumbra. Tu cuerpo ha recuperado el calor. Un conejo blanco te mira, inmóvil, sólo a unos centímetros de ti. Te desperezas. Estiras los brazos y las piernas. No sabes cómo has salido del bosque, pero lo has hecho. Quizás, a veces, es necesario dejar que la oscuridad te invada para poder volver a la luz.


domingo, 16 de noviembre de 2025

LOCURAS

 - It's very crazy, -digo.

- I know it, -contesta él.

Los dos sabemos que hacemos locuras, pero no podemos evitarlo.

Mi mente analítica está cargada hoy de mucha más información. Recalcula la ruta, corrige los algoritmos, modifica las ideas dadas por sentadas, analiza gestos, comentarios...La situación es más compleja de lo que pensaba. Mientras duermo, el ego en modo supervivencia proyecta en enormes letras mayúsculas fosforitas una palabra "HUYE".

Probablemente, sería lo que hubiese hecho en otro momento. En otro momento, no habría llegado hasta aquí. Pero ahora es distinto. 

Cuando has aprendido a llenar tus vacíos por ti mismo, cuando no necesitas la validación de otros para saber cuánto vales, te sientes libre para elegir cada día si quieres compartir parte de tu vida con otras personas, sin miedo al rechazo, porque si te rechazan no es por algo que tiene que ver contigo, es algo que tiene que ver con la persona que te rechaza. Ocurre lo mismo cuando te eligen. Te eligen porque la otra persona quiere elegirte. Es un deseo que surge de ella.

Una vez has entendido esto, te permites ser tú. No tienes que utilizar máscaras para poder ser elegido. Te sientes libre. Dejas que tu esencia emane sin filtros. En mi caso, además, parte de esa esencia fue acallada. No era adecuada. Molestaba. No fui libre. Tuve que adaptarme. Esconderme tras la máscara que el otro quería, hasta que la máscara ya no se sostenía y las relaciones caían, una tras otra, sintiéndome culpable por ser quien tomaba la decisión de irme, cuando esa decisión había sido tomada mucho tiempo antes, cuando decidí elegir la máscara en lugar de a mí.

¿Qué ocurre cuando encuentras a otra persona que se siente libre también?. Una persona que te muestra su esencia, sin máscaras, a pesar de que pueda haber muchas cosas que te alejarían. Lo complejo es cuando las esencias de los dos comparten características que salen de la norma en una sociedad cargada de reglas estáticas y verdades absolutas, y las contradicciones emergen. Los dos pedimos lo mismo, pero somos incapaces de darle al otro lo que nosotros pedimos que nos dé. La única opción es atravesar nuestros miedos y, quizás, durante un tiempo, encontrar una paz sin culpa, si logramos cambiar el paradigma. Si logramos sentirnos libres, a pesar del vínculo.

Mientras, quizás sin ser demasiado conscientes, iniciamos el camino. Sin querer pensar demasiado, pero pensando. Dejándonos llevar, pero sujetándonos. Siendo conscientes de que es una locura, pero haciéndolo de todos modos.


sábado, 15 de noviembre de 2025

ENCAJAR

Esta mañana, he llevado a mi hijo adolescente a jugar un partido de fútbol. Hace un par de semanas que ingresó en este club de fútbol. Hay que desplazarse a otra ciudad cercana, por lo que le llevo en coche. 

Hoy ha llovido, por lo que he estado viéndole jugar de manera intermitente, teniendo que resguardarme de la lluvia en determinados momentos.

Mientras le veía jugar, bastante bien, por cierto, escuchaba las conversaciones de los demás padres y madres que se agolpaban alrededor de las pistas.

Era la única con vaqueros ajustados, botas y un abrigo hasta la cintura. Era la única que estaba sola. Era la única que estaba callada. Las conversaciones de los demás se entremezclaban. Todas insulsas y vacías. A veces, preguntándose entre ellos cosas obvias. Como la gran mayoría de las veces, cuando he coincidido en este tipo de actividades de mis hijos, me he sentido fuera de lugar.

Es en esas situaciones cuando me doy cuenta de que mi forma de ser, de ver la vida, no encaja con la mayoría. Cuando estoy en un entorno en el que no encajo, me gustaría "desaparecer", sentirme invisible, como escribí en otra entrada del blog, pero no es fácil. Siempre te encuentras con miradas curiosas a las que esquivar.

Afortunadamente, me rodeo de un grupo muy reducido de amigas y amigos con los que no me siento diferente, aunque a veces, alguna amiga me diga que su vida es muy aburrida comparada con la mía. Con ellas y con ellos puedo hablar de temas que serían tabúes para otras personas, pero es que llega un momento en el que es preferible el silencio a lo ordinario.

Con algún amigo, las conversaciones ya alcanzan un nivel épico, pero eso lo dejo para otra entrada.

lunes, 10 de noviembre de 2025

DOS FOTOS

Dos fotos. Sólo una persona en cada una de ellas. Un hombre en una. En la otra, una mujer. Los dos son jóvenes. Las dos fotos están tomadas desde abajo. Ambos miran hacia el horizonte, con el mismo gesto. Serios, pensativos. Quizás no sabían que alguien les estaba haciendo una foto. Quizás se pregunten qué les deparará el futuro.

Casi veinte años más tarde, se encuentran. Tienen el mismo perfil. Personas hiperactivas mental y emocionalmente, pero en dos momentos distintos. Ella tiene las respuestas a las preguntas que él todavía no se atreve a formular. No puede dárselas. Él tiene que hacer su proceso. Ella duda si podrá esperar. Nunca lo ha hecho. Quizás tenga que aprender a tener paciencia, o a desaparecer lo antes posible para no perder su paz.

En el momento en el que el sueño y la vigilia confunden sus límites, aparecen conversaciones e imágenes, mezclando pasado, presente y distintas líneas de futuro, en función de la elección. "¿Realmente, hay elección?", -se pregunta-. Claro que la hay. Un pelo y una piel que él ya no podrá tocar. Y el vacío, después. 

Quizás era al vacío al que miraban en esas fotos. No miraban el paisaje, sino al vacío interior que proyectaban, y alguien, en un instante, sin saberlo, lo captó para hacerlo consciente más adelante, cuando las preguntas deban formularse y las respuestas deban darse.

martes, 4 de noviembre de 2025

DUÉRMETE, NIÑO

Desde hace unos meses, sigo contenido en redes relacionado con crecimiento personal. Este contenido tiene su origen en teorías psicológicas, espirituales, científicas...Es muy variado y, a veces, contradictorio entre sí.

Lo escucho con atención y extraigo de cada teoría o explicación lo que creo "resuena" más conmigo, siendo consciente de que mi ego puede rechazar las afirmaciones que le resultan incómodas, precisamente, porque señala creencias que tengo arraigadas y debería comenzar a cuestionar.

Independientemente del origen de la teoría, ahora mismo soy capaz de observar desde fuera mis pensamientos intrusivos, mis miedos, y dependiendo de la fuente de la que beba la teoría, los discursos de mi ego -mi pequeño diablo-, y los discursos de mi alma -mi pequeño ángel-, como diría alguien que conozco. (Lo siento, siempre que hablo de esto, aparece la imagen del ángel y el diablo tirando cada uno de un lado de la cuerda).

Entre estas teorías, hay una que he escuchado hasta la saciedad y que, además, coincide con una formación a la que he asistido sobre las heridas de la infancia y los distintos tipos de apego. Esta teoría habla de la necesidad de que cuando un bebé llora, sus progenitores le calmen. De esta manera, se fomenta el apego seguro en el bebé, que entiende que es escuchado y sostenido cuando necesita atención. 

Escuchando esta teoría, recordé el método Estivill, que estaba tan de moda cuando nacieron mis hijos. El método consiste en que cuando el bebé llora, se acuda durante un breve espacio de tiempo, sin contacto físico, únicamente hablando con calma al bebé, espaciando cada vez más el tiempo de espera antes de ir a calmarle. Se supone que el bebé aprenderá a autorregularse.

La realidad es que el bebé se duerme agotado por el estrés, después de que sus niveles de cortisol y serotonina se hayan disparado por el llanto prolongado. Paralelamente, se va produciendo una herida de abandono, que se convertirá en un apego ansioso o evitativo en el futuro. Además de la posibilidad de que haya consecuencias en las conexiones neuronales que durante esa etapa es necesario que se creen de manera masiva.

Durante los primeros tres años de vida de mi hijo mayor, dormí una media de tres horas al día, ya que se despertaba frecuentemente por las noches y yo me levantaba a calmarle, hasta que volvía a dormirse. Desesperada, leí el método Estivill, pero nunca fui capaz de aplicarlo porque me parecía cruel dejar que mi hijo llorase hasta caer agotado. No fui capaz, pero conozco a otras madres que sí lo aplicaron, y pienso en las consecuencias que tendrá en esos niños.

Reflexionando sobre esto, vuelvo a las teorías de crecimiento personal que escucho en internet, y el cuidado que creo debemos tener cuando las escuchamos. No todas valen para todas las personas, y aunque pueden ayudarnos en determinados momentos, hay que saber, quizás sentir, o dejarse llevar por la intuición, cuáles pueden ayudarnos o cuáles no, para evitar que, en unos años, algunas puedan tener el "efecto Estivill".

jueves, 30 de octubre de 2025

ELECCIONES

Noche cerrada. La lluvia ha cesado. Nos despedimos. De pie, en la calle. Uno frente al otro. Muy juntos. Casi abrazados. Le sujeto de la cintura. Se huele los dedos de una mano. Luego, la otra. 

- Tenía que haberme lavado las manos, - susurra.

Él es así. Espontáneo. Sin filtros.

En algún momento, he escrito en este blog sobre esos libros que leía cuando era niña, en los que el lector podía escoger entre distintas opciones para continuar con la historia. Esos libros me entusiasmaban porque ayudaban a ser consciente del peso de nuestras decisiones, por pequeñas que nos parezcan.

A veces, después de haber finalizado el libro, volvía a leerlo eligiendo otros caminos. Experimentaba sobre la toma de decisiones en un entorno controlado.

Hace unas semanas, tengo la misma sensación que cuando leía esos libros. La impresión de encontrarme en un momento de inflexión, en el que estoy a punto de tomar decisiones drásticas constantemente.

Me he sentido así otras veces. Múltiples opciones se abren para mí. Varias opuestas, otras ambiguas. Todas inciertas. Mi imaginación salta a cada una de ellas, trayéndome imágenes de lo que sucedería en cada una de las elecciones, y sintiendo por unos segundos lo que sentiría en esa variante irreal del destino.

Ni siquiera seguir mi intuición garantiza el éxito, y aquí la elección no tiene opciones de retroceder en el tiempo y cambiar la elección. Me encuentro en un entorno que no contempla el periodo de prueba.

Hay otra opción. La no elección. Dejar que la vida me lleve. Sin embargo, no sé si tendré la suficiente paciencia como para elegir la inacción. Quizás sea algo que tenga que aprender a hacer. Quizás esa sea mi tarea pendiente ahora, a pesar de que esa opción nunca se encontraba en esos libros.

lunes, 27 de octubre de 2025

VENTANAS DEL ALMA

 - ¿Qué ocurre?.

- Nada. Sólo te estoy mirando, -contesta mientras da un bocado a su hamburguesa.

Unos minutos más tarde, mientras nos despedimos, me mira fijamente de nuevo. En silencio.

- ¿Qué estoy pensando?, - le pregunto, al ver que me está mirando fijamente a los ojos.

- Que no estoy entendiendo nada.

Me río. Tiene toda la razón. 

Unos días más tarde, me pide "Mírame a los ojos".

Los ojos son la ventana del alma. Mirando a los ojos, puedes interpretar lo que la otra persona piensa, siente...Miras fijamente, sin prejuicios, con la mente abierta y, sin darte cuenta, eres consciente de lo que le ronda en la cabeza.

Sin embargo, algunas personas, cuando se dan cuenta de que les miras a los ojos, bajan la cabeza, apartan la mirada. Dicen que son tímidos. No quieren que sepas demasiado sobre ellos. Se sienten intimidados. Y eso me recuerda a una persona de la que me dijeron que nunca mira a los ojos. "Pues a mí sí me mira", dije yo. "Algo querrá", contestó mi interlocutora. Y recordé aquella mañana fría, en medio de una plaza, todavía en pandemia. Sólo se nos veían los ojos. El resto de la cara permanecía cubierta por la mascarilla. Estábamos quietos, a unos centímetros el uno del otro, hablando en susurros para que nadie pudiese escucharnos. Nos mirábamos fijamente. Sus ojos azules se clavaban en los míos, como queriendo transmitir todo lo que necesitaba decir sólo con la mirada. Recuerdo que yo me movía en círculos, alrededor de él. Era como una escena de película, como todo lo que ocurría aquellos meses, en los que nunca supe qué era el confinamiento. La atmósfera era irreal.

Pensaba en todo esto, mientras me daba un baño relajante. Flotando sobre el agua. Los ojos cerrados. Sin nadie a quien devolver la mirada. Sola. Completamente sola en la casa, en uno de esos, muy pocos, días al mes en los que me puedo regalar la soledad. Sin escuchar otras voces. Sin mirar otros ojos. Sólo los míos a través del espejo.

lunes, 20 de octubre de 2025

SUEÑO

 -¿Por qué ya no escribes en tu blog?.

- Por ti. Porque lees mi blog para saber qué es lo que pienso o lo que hago, en lugar de preguntarme, y a veces, puedo escribir cosas que no son reales, y tú crees que lo son.

Esta noche tuve un sueño. Era como si estuviese dentro de una de las películas de David Lynch, manteniendo conversaciones absurdas con los camareros de un pub, sentada en un taburete alto, porque mi acompañante se había esfumado, tragado por una realidad paralela en la que dejábamos de ser humanos, para convertirnos en otra cosa. A unos pasos de aquella barra, se encontraba un baño, con espejos grandes, que devolvía nuestra imagen. La imagen de los dos, aquella noche que casi no es, por una siesta que se alargó demasiado.

Los dos sentados en aquella esquina, junto a los ejemplares antiguos de National Geographic, hablando de cosas que no se pueden nombrar con la mayoría de las personas, mientras no podíamos dejar de mover las manos. Comiendo frutos secos y conguitos. Bebiendo una cerveza y un gin tonic. Después, imágenes inconexas...

Salí del baño, creyendo que él ya habría salido del pub, pero no le veía fuera. Sentí su mirada en mi espalda. Me giré y allí estaba, de pie, en la esquina en la que habíamos estado sentados, dispuesto a venir a buscarme.

Aquella tienda abierta a altas horas de la madrugada que vendía comida preparada insípida. Recorrí sola los pasillos en busca de algo comestible apetecible, y le escuché llamarme, aunque no le veía porque estaba al otro lado de las estanterías. 

Comiendo en la oscuridad, dentro del coche, mientras observábamos a ese chico que andaba extraño.

Esas imágenes se funden en mi sueño. Suenan de fondo esas notas de jazz, lentas y acompasadas de las escenas de Twin Peaks cuando el enano bailaba por aquella sala rodeada de cortinas de terciopelo rojo. Me veía en esa sala, sola, sentada en el taburete alto de terciopelo rojo, y de repente, en la calle. El cielo era gris, encapotado, aunque la lluvia ya había cesado, dejando la calle salpicada de charcos.

Caminaba rápido. Llegaba tarde al trabajo. Me disponía a cruzar una calle. Pisé un charco, creyendo que era poco profundo, pero me hundí completamente, al menos, tres metros bajo el agua. Mis pies tocaron el fondo. Me quedé sin aire, y me disponía a salir a la superficie, cuando sentí que una mano tiraba de mí hacia fuera del agua. No podía verle, pero sabía que era él. Cuando salí a la superficie, él apartaba los obstáculos del camino. Había vuelto a su forma humana. Desperté.

Dejé el sueño relegado en las tareas pendientes del día, hasta que en la tarde, mientras pensaba en otra cosa, comprendí su significado, y una pregunta resonó en mi memoria. "¿Por qué ya no escribes en tu blog?".

domingo, 12 de octubre de 2025

EVOLUCIÓN


Hace un par de semanas, traje a Vulpinus a casa. Vulpinus es un pez marino, con cara de zorro, muy apreciado porque come algas Me gusta mucho porque suele ser muy sociable con todos los demás peces y se acerca a los humanos cuando se siente seguro. Uno de estos peces fue víctima del parásito que acabó con casi toda la vida del acuario hace unos meses. He tardado en introducirlo porque quería estar segura de que no hubiese ningún otro parásito que acabase con los actuales habitantes. Por tanto, ahora mismo, viven en el acuario los dos peces payaso, el gobio vigilante y el camarón pistola, el tormentosus y el vulpinus.

Fue muy curioso porque tormentosus, que se encontraba sin compañero de acuario, se ha hecho amigo de vulpinus y, normalmente, les ves juntos entre las rocas y los corales. El acuario va evolucionando y sus habitantes establecen nuevos vínculos. Vulpinus se acerca casa vez más al cristal cuando me ve, y espero que en algún momento, como el otro vulpinus, venga a comer de mi mano.

Fuera del acuario, han sido días intensos. Un nuevo reto laboral, que parece que va funcionando, y que estoy segura será un éxito. Actividades varias con amigos y amigas. Descubrimiento de grupos musicales. Charlas profundas, bebiendo cervezas o cafés. Comida con amigas, sobremesa larga y paseo hasta El Retiro. Seguimiento por ubicación gps a una amiga con una misión nocturna importante, que requería supervisión. Expresar mi malestar a una persona que todavía no ha entendido lo mucho que nos parecemos. Planificación de un nuevo viaje en solitario...¿Se puede pedir más?.

lunes, 22 de septiembre de 2025

ÁNIMOS

Es curioso en las cosas en las que a veces nos fijamos, y hablar sobre esas cosas que para nosotros son importantes, y sin embargo, pasan desapercibidas para otras personas.

Hace unos días, alguien me dijo que yo siempre estoy alegre. La verdad es que no lo había pensado. Imagino que cuando te sientes bien la mayor parte del tiempo, no eres consciente de que ése es tu estado natural. Es como cuando, de repente, comienza a dolerte una muela, y te sorprendes de que la mayor parte del tiempo, no te había dolido. 

Otra cosa que me dijeron es que no suelo enfadarme. Bueno...hay ámbitos en los que sí me enfado a veces, por ejemplo, en el trabajo. Me enfado cuando detecto que alguien está haciendo algo perjudicial para otras personas, de manera deliberada y consciente. En esos momentos, verbalizo mi malestar e intento contrarrestar las consecuencias. Busco soluciones, y el impulso de la acción, hace que olvide mi enfado. Se ha quedado relegado por la resolución. Otras veces, aunque me enfade, decido no hacer nada porque sé que es una batalla perdida de antemano.

A veces, aunque pocas, también me enfado por situaciones personales. Suelo decirlo a la persona en cuestion, con calma, y explicando el motivo de mi malestar, pero a veces, guardo silencio. Lo callo cuando soy consciente de que decirlo no va a resolver absolutamente nada que, simplemente tenemos distintos puntos de vista, y que no seré yo quien intente cambiar la forma de ver las cosas de otra persona. En contadas ocasiones, sé que la otra persona sabe que me molesta, pero aún así, no digo nada. Se desconciertan porque, por mi parte, no hay la reacción que esperan. No les voy a dar esa satisfacción. Sin embargo, sí hay una respuesta por mi parte, aunque en ese momento sea transparente para ellos...y es que me voy alejando un poquito más. Poco a poco, me distancio. Me van perdiendo sin que sean conscientes, hasta que un día, ya no estoy disponible. Es entonces cuando se molestan. Quieren saber por qué he cambiado, sin querer asumir que, simplemente, me alejo de las personas que no me tratan bien. 

domingo, 21 de septiembre de 2025

FELICIDAD, QUÉ BONITO NOMBRE TIENES

Vídeo

Hace una semana, alguien de quien no me lo esperaba, me hizo una pregunta. 

-¿No eres feliz con tu vida?.

- Wow, - contesté-. Una pregunta muy profunda. Normalmente, soy yo quien la hace.

Le dije que sí soy feliz, aunque mi vida no es convencional. Hace muchos años, decidí que seguiría los dictados de mis emociones, que me iría de los lugares en los que no me sintiera bien, que no soportaría una vida que no me diera todo lo que necesito, a pesar de que eso significase prescindir de la estabilidad.

La cuestión es que esa pregunta se ha quedado toda la semana suspendida en mis pensamientos, y a veces me sorprendo pensando en ella. ¿Podría estar mejor?. Sí, por supuesto. Echo de menos estabilidad, aunque amo mi libertad, y no tener que dar explicaciones a nadie. Cada ruptura ha supuesto una liberación para mí. Soy un alma libre, como dice una de mis mejores amigas. Sin embargo, a veces echo de menos un abrazo, un beso, una mirada al despertarme por la mañana.

La libertad implica una cuota de soledad. No me refiero a la soledad de no estar acompañada, ya que la mayor parte del tiempo estoy físicamente con otras personas. Me refiero a la soledad del alma, a no poder compartir determinados momentos con alguien especial. Cuando me refiero a alguien especial, estoy hablando de alguien con quien tienes el convencimiento que es la persona que quieres que esté a tu lado en ese momento. También he experimentado la sensación de estar en un lugar maravilloso, sintiendo que la persona que me acompaña es la equivocada, y no porque en ese momento mi corazón estuviese dividido, sino porque siento que no he encontrado todavía a  la persona con la que tendría que haber ido a ese lugar.

Es posible que alguien piense que soy una inconformista, una soñadora, que no vivo en la realidad, y que estoy condenada a la soledad. Probablemente, tengan razón, pero lo que no puedo es renunciar a lo que siento, a lo que pienso, a lo que soy...

sábado, 20 de septiembre de 2025

EDUCASTRACIÓN

He encontrado este vídeo en Facebook y me ha parecido muy revelador. Estoy totalmente de acuerdo con lo que explica Tony Estruch en el canal de Carlos Roca. Hay muchas personas que conozco que todavía mantienen esa creatividad innata, aunque su vida se mueva dentro de los estánderes de la producción. Es más, tú que estás leyendo esto, eres una de esas personas. 

Tony Struch en canal Carlos Roca

VALE LA PENA


Anoche fui a ver a Dani Rovira, en su show "Vale la pena". En él se tratan temas que están a la orden del día, de una manera intensa y valiente, utilizando términos que conocemos bien las personas que hemos transitado esos caminos.

La compañía fue todo un acierto. Todas nos reconocimos en sus palabras. Nos fuimos a tomar unas cañas y a comer algo ligero. El barrio de La latina estaba a rebosar y tardamos en encontrar una mesa libre, pero mereció la pena la búsqueda, no por el sitio, sino por la conversación. Honesta, clara, directa, hiriente y plagada de silencios y miradas que decían más que las palabras. Conversaciones y situaciones necesarias para colocarte en la realidad de vez en cuando.

El colofón de la noche fue que el coche que pedí para volver a casa resultó ser un BYD. Un modelo parecido al mío. El conductor y yo hablamos de las bondades de estos coches. Él me contó que todos los clientes se sorprendían de su interior y de sus prestaciones, y algunos de ellos, incluso se planteaban comprarlos. Yo le conté que esta semana, en una ocasión, al aparcar y salir del coche, un hombre también me preguntó qué resultado me estaba dando, y le dije que estaba encantada. También me dijo que se acercaría a un concesionario. Estos coches se venden solos.

Cuando llegué a casa, mis hijos me esperaban en el salón. "Nos tenías preocupados", me dijo Adrià. "Estaba esperando a que llegaras para irme a dormir", me dijo Iria. Regresé a la adolescencia por unos segundos. La noche valió la pena.


martes, 16 de septiembre de 2025

MI VIAJE. DÍA 5


Emprendo el camino de regreso a Madrid. Una vez más, mi BYD (Build Your Dreams - Construye tus sueños) me transporta. El viaje es liviano, como estar sentada en el sofá de casa, escuchando música. Ha alcanzado los 3.000 km y todavía no tiene un mes...

Vuelvo con la tranquilidad de haber cerrado ciclos, aunque he abierto otros, que continuaré desde Madrid. Lo que está claro es que mis viajes a Viveiro serán más frecuentes, y además no los haré sola. Mis hijos reclaman venir conmigo y recorrer la muralla de Lugo junto a mí. No hay escapatoria. 

El cielo está despejado cuando abandono Viveiro. Siempre es mucho peor volver cuando el día es soleado. Te persigue el pensamiento de que quizás podrías haber apurado más el tiempo. Prefiero no pensar en eso. El coche arranca silencioso en el semáforo que lleva a la rotonda por la que abandono la ciudad, dejando a mi espalda la ría y el mar que tanto añoraré. De vuelta a la normalidad.

sábado, 13 de septiembre de 2025

¿QUÉ ES EL AMOR?

- ¿Qué es el amor?, - me pregunta. 

No le contesté en ese momento. Nunca le he contestado cuando me lo ha preguntado.

El amor es conocer las luces y las sombras de la otra persona, y aún así, querer compartir momentos de tu vida con ella.

Es observar sin juzgar cuando la otra persona desnuda su alma y te muestra su vulnerabilidad. Es proteger y cuidar. No herir. Respetar su forma de ver la vida y sus deseos.

Y así es como le amo. Con su creatividad. Con su espontaneidad. Con sus fotos del lado derecho. Con su verborrea imparable. Con sus silencios en los que sonríe, imaginando algo inconfesable. Con sus ideas locas. Con sus comportamientos disruptivos. Con su casa desordenada. Con sus descaros. Con su agenda caótica. Con sus paseos al parque de los patos con Luna. Con nuestras incursiones nocturnas. Con sus audios mezclando inglés y español. Con sus mensajes de madrugada. Con sus paranoias. Con sus sospechas. Con sus análisis de lo que escribo en mi blog. Con las canciones que me envía. Con sus gustos "picky".

A veces, es como si estuviese viendo a un niño. Otras, a un adulto responsable... 

Amo su manera de describirse que, a la vez, me describe a mí misma. 

"Por un instante quisiera estar hecho de pan caliente,

pero la verdad es que me siento tantas veces de pura tierra y aire revoltoso,

de arroz con coco y chocolate.

A veces Intento entender el movimiento torpe de mis brazos al bailar, el desorden de mis pensamientos, mi memoria cada vez más corta que a lo mejor subyace en una insensibilidad acomodada.

A veces siento que el canto de los pasos es cada vez más antiguo y sagrado,

tanto que mis piernas no logran dominarlo

y tropiezo

y caigo..

Si supieras..

que a veces soy como un fuego nuevo e inexperto

de chispas novatas y alocadas

que descansan en unas brasas muy ancianas

en profundas raíces que me alimentan.

Si supieras..

que mi alma a veces se siente tan vieja como el sol

y adiestra a duras penas este cuerpo 

esta mente efervescente

el corazón 

errático y ardiente.

Si pudiera yo entender que soy y no soy

que voy y no voy

que a lo mejor sigo los pasos de hombres que antes de mí ya han sido yo

Si supieras..

que mi amor es oro viejo

antiguo pero cierto

que es valiente y va desnudo

no como el cuerpo que lo entrega

que no es nada

es sólo un reflejo

es sólo carne disfrazada

que duda... que se esconde

que te mira, que te quiere buscar y se cuestiona

que te habla y está mudo

que lanza al universo vacilante estas cosas

sin saber muy bien lo que se espera..."

Así es él y por eso le amo...aún con sus caprichos. Porque todo forma parte de él y, a la vez, de mí. Porque es mi espejo. Porque me ayuda a crecer. Porque me inspira y me empuja a crear.

viernes, 12 de septiembre de 2025

CERTEZAS

VIDEO

El ser humano quiere certezas. Necesita la seguridad de que las cosas no van a cambiar, a no ser que él o ella quiera cambiarlas. Queremos que los demás se comporten como esperamos, que nos guarden fidelidad, que nos prioricen, que nos satisfagan... Dejamos que el ego tome el poder, y no nos damos cuenta de que los demás esperan lo mismo de nosotros, aunque no lo hayamos hablado ni pactado.

Entonces, nos encontramos ante una lucha de egos, en la que ninguno gana. Todos pierden porque no son conscientes de que todos tenemos libre albedrío. Todos somos dueños de nuestras decisiones. Nadie tiene el poder sobre los demás, sino sobre él mismo. Los demás deben seguir su propio camino. En ocasiones, irán paralelos al nuestro. Otras veces, tomarán una bifurcación y se alejarán de nosotros. Quizás, en algún momento, nuestros caminos vuelvan a cruzarse, o no...

La cuestión es ser consciente de que nunca hay una verdad absoluta, ni nada es para siempre, y las certezas son una ilusión de nuestra mente, que acaban cayendo como un castillo de naipes, y que hay personas, que a las que cuánto más les pides certezas, más rápido se alejan por la bifurcación que les lleve a caminos donde puedan sentirse libres, y que no hay nada más perfecto que dos personas que deciden acompañarse sin ataduras, sin obligaciones, ni certezas. Sabiendo que si sus caminos se mantienen paralelos sólo es porque los dos han decidido eso libremente, por separado, y en ese momento presente, hasta que la vida los separe.

MI VIAJE. DÍA 4


Apuro las horas en Viveiro. Esta mañana he ido al cementerio. Está en una de las colinas que rodean la ciudad. He subido hasta allí, a pesar de que la hernia estaba sujetando alguno de los nervios de mi pierna izquierda. 

El sol caía a plomo. Al llegar allí, he ido directa al lugar donde se encuentra mi abuelo enterrado, pero no he encontrado su lápida. Ya me habían advertido que esto podía ocurrir. 

He recorrido una y otra vez las hileras de tumbas. A veces, las telarañas que se habían formado entre las cruces de las lápidas, se enganchaban en mi pelo, pero yo continuaba discurriendo entre esos caminos destartalados, con losetas sueltas, que amenazaban con desfondarse.

Estaba sola entre esas tumbas, que he recorrido una y otra vez. Sin éxito. He llamado a mi tía para asegurarme que la memoria no me fallaba. Una vez que he comprobado que, en efecto, no me fallaba, he buscado por el cementerio una puerta donde preguntar.

"La puerta está al fondo", me dijo mi tía, y me he aventurado hasta el final del cementerio, rodeada de campanillas invisibles que sólo se escuchaban, pero no se veían. No he sentido miedo. Sé que los muertos nunca se quedan en los cementerios. Sólo sus huesos. He golpeado la puerta, pero nadie ha contestado.

He visto a una mujer a lo lejos, que barría las hojas junto a una tumba. Me he acercado y le he preguntado por la tumba de mi abuelo. Me ha dicho que no sabía nada y que tenía que preguntar en el ayuntamiento.

He bajado la montaña con brío, y acortado el trayecto, callejeando, para llegar a la casa consistorial antes de que cerrasen. He llegado tarde, ya no daban información, pero he salido de allí con un contacto para preguntar el lunes, y la seguridad de que puedo solicitar información a través de la sede electrónica. Se avecinan luchas por la justicia hereditaria, una batalla que mi madre comenzó, antes de fallecer, y que yo me siento en la obligación de continuar.

Hay momentos en los que es necesario hacerse cargo de las decisiones tomadas por antepasados, para remendarlas y hacer que las cosas regresen al cauce del orden natural. No será fácil, pero hay que hacerlo.

Por la tarde, he recorrido el paseo sobre los acantilados. He bajado hasta la playa, que he recorrido descalza, con las olas bañando mis pies. Para finalizar, he ido hasta el final del espigón, y he regresado a casa, a través del parque de eucaliptos, cuando ya caía la noche. 

Ahora ya recogiendo las cosas para volver mañana a Madrid... Acaban de llamar al portero. No he contestado. Me he limitado a cerrar la puerta con llave. El cerrojo de seguridad también está echado. Espero que alguien se haya equivocado al llamar. Es demasiado pronto como para que alguien esté interesado en saber quién ha comenzado a hacer preguntas...

jueves, 11 de septiembre de 2025

MI VIAJE. DÍA 3.

Hoy he vuelto a los orígenes. He ido a Lugo, la ciudad donde nací y viví hasta los cinco años de edad, que mis padres me trasladaron a Madrid. Hasta entonces, estuve un tiempo viviendo sola con mis abuelos.

He llegado a la Rúa de San Roque, que es la calle donde estaba la casa de mis abuelos, pero he tenido que aparcar lejos porque no había posibilidad de hacerlo allí mismo. Así que he vuelto andando, recorriendo esa calle que corría de arriba a abajo, unas cuantas veces, para quemar energía y poder dormir. He visto la cafetería París, donde iba a veces con mi abuelo. En el lugar donde estuvo la casa, han ensanchado la acera y construido un bloque de pisos.

He pasado por delante, observando, intentando situar donde había estado el salón, el comedor, la cocina, las habitaciones en el primer piso...y me pregunto si esos espacios siguen existiendo en alguna realidad paralela, dentro de ese bloque de viviendas. Si todavía resuenan mis risas cuando le gastaba alguna broma a la abuela; o mis canciones, cuando imitaba a los artistas de la televisión, subida en el recogedor, para utilizar el palo como micrófono, y con unos pantalones de pijama en la cabeza, a modo de cabellera larga; o los gritos de mi abuelo, cuando me caí con la taza llena de chocolate caliente por encima, tras sentarme sobre la torre de cubos que había colocado sobre la silla, para estar más alta.

He continuado calle arriba. Los comercios han cambiado. Lo que no lo ha hecho es el muro frente a la residencia de mayores. Ese muro en el que, invariablemente, me subía cada vez que pasaba al lado, recorriéndolo desde las alturas.

"Abuela, ¿dónde vamos hoy?", preguntaba. Ella me lo decía, la cogía de la mano y echábamos a andar. Hubo una época en la que ella casi no veía, esperando a que la operasen de cataratas, y yo era su lazarillo. Me conocía toda la ciudad.

He entrado por la puerta de la muralla de San Roque. Ha sido como volver a ser una niña de cuatro años. He llegado a la plaza del Ayuntamiento. He hecho una foto al palco de los músicos. Me encantaba bailar cuando tocaban. He continuado hasta la catedral, y subido a la muralla. La de veces que he rodeado el cogollo de Lugo desde las alturas...

Luego he ido al Parque de Rosalía de Castro. He hecho fotos a cada uno de sus sitios emblemáticos, y me he quedado un rato observando a los patos del estanque. Parecía que fue ayer la última vez que estuve allí con la abuela. "Veña, neniña", me parece estar escuchándola, y yo salía corriendo detrás de las palomas para que echasen a volar.

He vuelto dentro de la muralla, y he seguido recorriendo sus callejuelas hasta salir a la Praza de Abastos. He recordado cuando iba allí con la abuela, muy temprano. Hacía frío y sentía mucha pena por los conejitos, pollitos y gallinas vivas que vendían allí. Me los habría llevado a todos a casa.

He pasado por delante de la Diputación Provincial y salido por otra de las puertas de la muralla. He recorrido la ronda hasta llegar a la estación de autobuses. El lugar de encuentro con mi abuela, cuando viajaba sola desde Madrid, o donde iba a recoger a mis amigas que venían a pasar unos días conmigo en Viveiro. Allí he comido algo rápido y he seguido caminando por la Avenida Ramón Ferreiro hasta la Rúa Mariña Española y de nuevo en San Roque, y es que el entorno ha cambiado, pero permitiendo que mi cuerpo caminase libremente, parecía que tenía calculada la distancia de cada calle para llegar a casa. Ha sido como trasladarme en el tiempo.

Después, he estado con los tíos y el primo durante un rato, y luego he vuelto a Viveiro.  Una vez más, los 100 km que separan ambas ciudades me han resultado muy cortos con mi nuevo compañero de viaje, que me trae y me lleva sin rechistar, por el momento.

MI VIAJE. DÍA 2


Hoy ha sido un día de gestiones varias, dentro y fuera de casa, pero también un día de recorrer caminos que me han llevado al pasado.

Hoy he recorrido el paseo fluvial junto al río Landro, que es el que desemboca en la ría de Viveiro. El camino comienza en As Aceñas, que es el lugar donde pasábamos temporadas estivales, en casa de uno de los hermanos de mi abuela. Una casa de dos plantas, tan cerca del agua, que en septiembre, el mar solía inundarla. Ahora se encuentra cerrada y abandonada, sin posibilidad de rehabilitarla porque la ley de costas lo impide. Una casa en la que guardo muchos recuerdos, como cuando mi hermano y yo, siendo niños, vimos una botella con un mensaje dentro flotando en el agua. Tenían un perro pastor alemán cruzado con lobo, Lucero. Era un perro enorme que nos acompañaba a todas partes, y que cada tarde, se daba un baño en el mar. Después de cenar, paseábamos a Lucero junto al hermano de mi abuela. En aquella época, los perros paseaban sueltos, y más en esa zona, donde sólo había cuatro casas. Nos aventurábamos a oscuras, atravesando la marisma con la única precaución de no pisar donde brillaba, porque había agua o arenas movedizas.

Ahora puedes atravesar la zona con pasarelas de madera. Un recorrido de unas dos horas que he disfrutado prácticamente sin cruzarme con gente, en silencio, escuchando sólo el viento entre los árboles, el discurrir del río y el graznido de algún ave.

Después de la cena, he ido a andar por el paseo marítimo. Una vez más, me he cruzado con muy pocas personas. Es lo bueno que tiene viajar en estas fechas. El tiempo todavía es cálido, y disfrutas sola del paisaje. He entrado en la playa. El ruido de las olas retumbaba y la luna, casi llena, presidía el cielo. He recorrido toda la playa y he bordeado la ría, recordando el camino que he hecho tantas veces con mi abuela y con mi madre, y es extraño, pero aunque estaba sola, tenía la sensación de que estaban conmigo.

martes, 9 de septiembre de 2025

CARAMBOLAS

A veces pienso, e incluso, lo he escrito en el blog, que como todas las demás personas, llego a la vida de los otros para revolucionarlas, para darles el "empujón" que necesitaban para que cambien algo, o directamente, cambien de vida.

Y hoy, en mi viaje, venía pensando en esas cosas. Casi seis horas conduciendo, dan para mucha reflexión. Por cierto, vuelvo a reivindicar el invento para grabar pensamientos mientras viajamos.

La cuestión es que yo pensaba. "Sí, sí, está muy bien que yo dé "empujones", revoluciono de alguna manera la vida de ciertas personas con las que me encuentro, pero...¿quién me da a mí ese "empujón" que a veces yo necesito?."

Y mientras pensaba en lo injusto que es que yo tenga que seguir caminando sin ayuda, me di cuenta de que los demás también me dan "empujones", aunque no me dé cuenta en un primer momento. Es más, algunas veces, esos "empujones" son consecuencia de cosas que he hecho. Son como las carambolas del billar. Deslizo el taco entre los dedos, le doy a una bola que sale disparada al grupo más numeroso de bolas, las golpea, dispersa y siempre alguna entra en el agujero.

A veces, sé a qué bola es mejor apuntar, y otras veces, lo hago sin pensar, pero el resultado es el mismo. Y ese pensamiento, me llevó a otro. Uno sobre un ángel y un diablo, tirando cada uno de un lado de la cuerda. En ese caso, mi carambola ayudó al diablo. No lo hice a propósito, al menos conscientemente, pero la causa-efecto fue infalible. El diablo se quedó con la cuerda y el ángel perdió la partida. La cuestión es que recibí un buen "empujón" que me está ayudando a replantearme las cosas. Así que, como dicen los GPS, "redirigiendo..."

MI VIAJE. DÍA 1


Ya lo dije en otra entrada hace unos días, y hoy lo repito. Estoy enamorada. Mi nuevo coche es el único que sigue mi ritmo. No defrauda. Hoy hemos hecho nuestro primer viaje largo juntos (607 km), incluyendo puertos de montaña, que ha subido con mucha alegría y ha bajado restaurando batería. No lo he cargado por el camino. Hemos venido "del tirón", sin parar. La verdad es que ni me he enterado del viaje. He venido escuchando música, y hemos tardado menos de lo esperado, a pesar de que la carretera de A Coruña está en obras, plagada de desvíos, y que he encontrado tres atascos saliendo de Madrid.

En uno de estos desvíos por la antigua A-6, he pasado junto al mesón La ruta gallega. Era el lugar de parada obligatoria de toda la familia. Tanto mis padres como mis abuelos descansaban un rato allí, comiendo bocadillos de jamón serrano. Parecía que estaba cerrado y abandonado. Desde que se construyó la nueva autovía, su éxito decayó. Era el lugar de transición entre la llanura castellana y el macizo galaico. Cuando veníamos, nos mentalizábamos para las curvas. Cuando regresábamos a Madrid, celebrábamos haberlas superado. 

Aquellos viajes eternos, con carretera de doble sentido la mayor parte del viaje...duraban prácticamente todo el día. A mí no me importaba. Me gustaba, y cuando llegábamos a Madrid, empezaba a contar los días que quedaban para el verano siguiente.

Me gustaba ir viendo el paisaje. El mismo paisaje que he visto hoy de nuevo. Aquel grupo de árboles en el lado derecho, esa iglesia de la que sólo queda la estructura, ese puente... Parece que el tiempo no haya pasado. Es como volver a la infancia. 

A veces, en aquellos viajes, imaginaba un volante entre mis manos, y las movía como si yo fuera conduciendo. Otras veces, le sujetaba la bolsa a mi hermano para que vomitase, porque solía marearse al llegar a Galicia. A pesar de eso, a mí me encantaba atravesar esa frontera invisible y tan obvia al mismo tiempo. El paisaje es radicalmente distinto.

Pasamos de la llanura árida a las montañas verdes, y más allá, el mar Atlántico esperándonos. Los primeros años, nos quedábamos en Lugo, y desde allí hacíamos escapadas a Viveiro. Entrada mi adolescencia, mi abuela se trasladó a vivir a Viveiro, y entonces el viaje terminaba en el mar.

Al llegar, mis padres se quedaban en casa organizando las cosas, y mi hermano y yo nos íbamos a la playa. Era lo bueno de ser niños. Nuestras responsabilidades en tareas organizativas familiares eran mínimas. Hoy, prácticamente he hecho lo mismo que entonces, aprovechando que he venido sola.

He llegado a casa. He dejado la maleta en medio de la habitación. He bajado al supermercado a comprar algo de comida que pudiera preparar rápido. He comido. Me he puesto el bikini y he salido directa a la playa.

Sentir la arena fina, blanca y plateada de la playa de Covas, bajo mis pies descalzos, no tiene precio. He recorrido la playa un par de veces y me he sentado a observar y escuchar las olas. Había muy pocas personas en esa playa enorme. La marea estaba casi en pleamar. En septiembre, las mareas suben más y el agua prácticamente llegaba a las dunas.

De repente, una neblina ha ido llegando a la playa, desde el mar, y ha comenzado a caer una lluvia fina, que no molesta, que cae acariciando. Yo me he quedado sentada en la arena. Con las olas acariciando mis pies, y la lluvia empapando mi pelo. No me he movido. No tenía que preocuparme de si los niños se mojarían, de si se haría tarde, de que no tenía nada preparado para la cena, o que la maleta estaba todavía abierta en medio de la habitación.

Sólo tenía que preocuparme de mí, y yo estaba feliz. 

Cuando la lluvia ha cesado, he vuelto a casa despacio. Me he dado una ducha. Me he puesto un vestido y una cazadora vaquera y he vuelto a salir. Esta vez, he cruzado el puente hacia el centro. He atravesado la puerta de Carlos V, he entrado en la plaza y he recorrido las calles, bordeando el casco antiguo. Las mismas tiendas. Otras nuevas. Algunos restaurantes cambiados...las iglesias...nunca deja de sorprenderme encontrar esas iglesias espectaculares, concentradas en tan pocos metros cuadrados.

Viveiro siempre tiene ese encanto. Los años pasan, pero hay cosas que nunca cambian. Tantos recuerdos, tanta diversión, nostalgia, tristeza...Siempre tengo la impresión de que hay partes de mí que se quedaron en esas calles, y cuando vuelvo a recorrerlas, voy recogiendo esos pedazos e incorporándolos de nuevo a mí, para que estén conmigo mientras esté aquí, y cuando vuelva a irme, regresen a esos lugares de donde pertenecen.

sábado, 6 de septiembre de 2025

CAMINANDO

Sigo trabajando en mí. Desde hace unos meses, estoy ocupándome de una tarea pendiente que siempre había dejado para más adelante, como cuando tenía que estudiar y en vez de eso, organizaba los cajones de mis armarios. 

Nunca encontraba el momento. Me dejaba llevar, hasta que las circunstancias me han obligado a detenerme y a mirarme. Bucear en mi interior y analizarme, como he hecho tantas veces con otras personas, con mis tareas laborales, con mis hobbies, con mis retos...siempre mirando fuera, buscando la optimización de las cosas, hasta conseguir su perfección de manera obsesiva. La vida era un reto constante, pero siempre fuera...yo era únicamente la persona que conseguía los retos. Nada más.

Sin embargo, la vida me ha ido llevando, por diversas circunstancias, hasta un callejón sin salida. Me ha dicho "No hay más excusas. Ahora te toca a ti". Y en esas estoy. Desde hace meses. En este tiempo, he descubierto cosas muy interesantes de mí misma. He entendido los motivos de mi toma de decisiones en el pasado, ni mejores ni peores, erróneas o no, porque ahí radica una de las conclusiones. Tomamos las decisiones que somos capaces de tomar en cada momento. Lo importante es ir evolucionando para ser capaz de tomar otro tipo de decisiones, que nos traigan paz, calma, que nos coloquen donde queremos estar porque ya estamos listos para estar en ese lugar, que antes ni siquiera imaginábamos podía existir.

Desde hace un tiempo, no busco la validación de los demás, he aprendido a decir no sin sentirme culpable, prefiero la soledad a la compañía vacía, huyo de los discursos destructivos, ignoro los intentos de otras personas por llegar a un enfrentamiento, veo soluciones donde otros ven problemas, dejo que las cosas fluyan, hablo abiertamente de mis emociones y sentimientos, sin miedo al rechazo porque he entendido que sólo las personas que son capaces de entenderme, son las únicas que pueden formar parte de mi vida. Ser yo, sin intentar adaptarme a todos los demás, es el mejor filtro para que las personas que no son compatibles con mi forma de ver la vida, se mantengan al margen. Por supuesto, sigo siendo flexible y empática, incluso más que antes, porque respeto a los demás de la misma manera que quiero que me respeten, pero tengo claro quién encaja y quién no para acompañarme en este viaje, que es la vida.

Analizar mis heridas, entender su origen y cómo curarlas. Identificar mis miedos e inseguridades y entender que sólo me pertenecen a mí, no colocarlas en los demás. Ellos son sólo el espejo de lo que hay en mi interior. 

He entendido que lo importante es lo que yo sienta, independientemente de que haya reciprocidad por parte de los demás. Si la hay, perfecto. Si no la hay, explorar mis sentimientos y emociones, aprender y dejar ir. Soltar. 

Estoy muy agradecida a las personas que me están acompañando. Están haciendo el mismo camino que yo, siendo más o menos conscientes, a su ritmo, pero van evolucionando. Espero poder seguir ayudándote, al igual que tú me ayudas.



domingo, 31 de agosto de 2025

LO QUE NOS MUEVE

Hoy es mi último día sola antes de que los niños vuelvan de las vacaciones con su padre. He estado un mes sola, en el que he podido ocuparme sólo de mí, de mi trabajo, mis proyectos creativos, mi nuevo coche...

Apuro las últimas horas, ya cocinando para toda la semana, poniendo lavadoras, leyendo y escribiendo a ratos. 

He empezado a leer "El túnel", de Ernesto Sábato, una recomendación que me ha hecho una persona con la que comparto gustos literarios. Por el momento, me está gustando. Me recuerda, al menos el principio, al cuento que escribí hace muchos años, "El perverso polimorfo".

También estoy leyendo publicaciones "random", y he pensado pegar una de ellas aquí.  La atribuyen a Mahatma Gandhi, no sé si es cierto porque no suelo dar por supuesto todo lo que se cuelga en las redes. 

La cuestión es que en ese texto se condensa parte de la forma que tengo de ver las cosas. Incluso tiene que ver con la frase de Martin Luther King que escribí en la cabecera del blog. "Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy todavía plantaría un árbol", y es que quizás soy demasiado ingenua, pero no puedo ser de otra manera. Mientras hay vida, hay esperanza. Incluso, sin vida, no sabemos qué hay más allá. 

Copio a continuación el texto atribuido a Mahatma Gandhi.

“Voy a seguir creyendo, aún cuando la gente pierda la esperanza. Voy a seguir dando amor, aunque otros siembren odio. Voy a seguir construyendo, aún cuando otros destruyan. 

Voy a seguir hablando de paz, aún en medio de una guerra. Voy a seguir iluminando, aún en medio de la oscuridad.

Y seguiré sembrando, aunque otros pisen la cosecha. Y seguiré gritando, aún cuando otros callen. Y dibujaré sonrisas, en rostros con lágrimas. Y transmitiré alivio, cuando vea dolor. Y regalaré motivos de alegría donde solo haya tristezas. Invitaré a caminar al que decidió quedarse. Y levantaré los brazos, a los que se han rendido.

Porque en medio de la desolación, habrá un niño que nos mirará, esperanzado, esperando algo de nosotros. Y aún en medio de una tormenta, por algún lado saldrá el sol. Y en medio del desierto crecerá una planta. Siempre habrá un pájaro que nos cante, un niño que nos sonría y una mariposa que nos brinde su belleza”.

(Mahatma Gandhi)

viernes, 29 de agosto de 2025

FOLLAR MENTES

Esta semana, el cine y el teatro español han perdido a dos iconos, Verónica Echegui y Eusebio Poncela. 

Vi Martín H. en el cine, con mis amigas. Recuerdo que llegamos tarde y sólo quedaban unas butacas en primera fila. El plano inicial de Juan Diego Botto, caminando hacia la cámara, nos envolvió de tal modo, que creíamos que estábamos dentro de la pantalla "Parece que se va a caer encima de nosotras", - susurró mi amiga en la oscuridad de la sala.

Vi esa película infinidad de veces. Me gustaba desmenuzar cada uno de sus mensajes. Su guión era magistral. De todos esos mensajes, uno se quedó grabado en mi memoria, con algo que decía Eusebio Poncela, a través de su personaje, Dante, al personaje Martín H. "El placer no está en follar. Es igual que con las drogas. A mí no me atrae un buen culo, un par de tetas o una polla así de gorda. Bueno, no es que no me atraigan. Me encantan, pero no me seducen. Me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo que hay una mente que los mueve, que vale la pena conocer. Conocer. Poseer. Dominar. Admirar. La mente, Hache. Yo hago el amor con las mentes. Hay que follarse a las mentes."

Era muy joven cuando vi la película por primera vez, y aunque entendía perfectamente a qué se refería, ha sido con el paso de los años cuando he sentido y experimentado la profundidad de esta afirmación.

Durante una parte importante de mi vida, me ha movido principalmente la atracción física. Eran relaciones sin consistencia, a pesar de que se extendieran en el tiempo, con mayor o menor implicación emocional. Sin embargo, no me aportaban nada a nivel intelectual, y llegaba un momento en el que la atracción disminuía, y esa persona ya no me estimulaba de ninguna manera, implicando distanciamiento y ruptura. No aportaban nada en mi vida.

Una vez que me di cuenta de esto, decidí que sólo iniciaría relaciones con personas que me aportasen algo más que una atracción física. Personas inteligentes, creativas, que cultiven algún arte...escritura, pintura, escultura, música... Con las que puedas hablar de cualquier tema, y con las que sientas conexión mental, más allá de la atracción física. Personas que admire y que quiera tener presentes en mi vida, siempre, de alguna manera, para que cuando la atracción física decaiga, pueda seguir follándome sus mentes.


lunes, 25 de agosto de 2025

ABRIR PUERTAS

A veces, la vida nos sorprende y pone en nuestro camino posibilidades que teníamos olvidadas. Puertas que habíamos cerrado porque nadie había querido atravesarlas con nosotros. 

Quizás, alguien las había abierto y se había asomado tímidamente, para luego volver a cerrarlas, abrumado por lo que significaba o implicaba.

No todo el mundo está preparado ni dispuesto a abrir todas las puertas, y cuando dependes de otra persona para atravesarlas, si no encuentras quien quiera hacerlo, acabas por desistir, cerrarlas y echar el pestillo. Guardas la llave en algún cajón y, con el tiempo, te olvidas de que existen esas puertas.

Pero como decía, a veces la vida nos sorprende y pone en nuestro camino a personas que no sólo están dispuestas a atravesar las puertas con nosotros, sino que te enseñan sus propias puertas y te invitan a atravesarlas con ellos. Dejas de ser el anfitrión para convertirte en invitado, y entonces entiendes que esa persona también está dispuesta a atravesar tus propias puertas, y buscas en el cajón aquella llave olvidada. Y esta vez no estoy hablando de la llave de un coche...

ROMPER PATRONES

Hace mucho tiempo que sé que he venido a romper patrones. Por supuesto, no era consciente del nombre técnico, pero sí de su significado. 

Lo supe cada vez que sentía cómo mi madre echaba de menos su independencia, y cada vez que notaba que añoraba trabajar fuera de casa. Renunció a todo por poder hacerse cargo de todas las tareas domésticas en solitario.

Lo supe cada vez que sentía la ausencia de mi padre, que se desvinculaba de cualquier actividad que no fuese laboral, y además se quejaba prácticamente de todo.

Lo supe cuando decidí que yo criaría a mis hijos desde el inicio, rompiendo el patrón que arrastran las familias de mis progenitores, donde en la más tierna infancia, y a veces, hasta la edad adulta, eran las abuelas quienes se hacían cargo del cuidado de los nietos. 

De esta manera, decidí ser independiente económicamente, dar prioridad a mi vida laboral, demorar la decisión de ser madre hasta que pudiese compaginar el trabajo con la crianza, y no quedarme en relaciones que no me hacían sentir bien.

Espero que mis hijos sigan en la misma senda de priorizar su independencia, hacerse cargo de sus decisiones y apartar de su camino a las personas que les drenan.

A veces, la única manera de cambiar las cosas, es empezar a cambiar uno mismo, y a partir de ahí, generar un patrón sano. De esta manera, eres espejo para las personas que tienes más cerca, generando otro tipo de dinámicas. 

domingo, 24 de agosto de 2025

ENAMORADA

Esta semana, alguien ha entrado en mi vida. Era algo que, hace meses, había entendido que era necesario que buscase, a pesar de mi resistencia habitual a este tipo de cosas. Me habían recomendado páginas en internet, que visité con asiduidad, pero no encontré nada que me interesara realmente.
Fue en una comida familiar, cuando mi hermano me lo recomendó. "Es el mejor", me dijo, sin dudar. Es cierto que su apariencia física me gustaba. Su porte, su silueta, y su mirada felina me atraían especialmente. Su personalidad también me fascinaba, especialmente su autonomía y practicidad. Así que, sin pensarlo demasiado, decidí dar un paso más y conocerle en persona.
El flechazo fue instantáneo. Cualquiera de las idealizaciones que mi mente ya había acariciado, se quedaban cortas en el plano físico. Aún así, decidí tomarme tiempo y pensarlo con calma. Analizar los pros y los contras. El famoso "me conviene o no me conviene". 
Pasaron los días y las semanas, hasta que una compañera de trabajo me preguntó si me había decidido por él o no. Me di cuenta en ese momento, que no podía demorar más mi decisión. Ella me animó. Tenía un amigo común que podía facilitar un encuentro, y yo le dije que sí, así que acordamos que podríamos encontrarnos definitivamente en un par de semanas. El mes de agosto siempre ralentiza los procesos.
El martes 19 de agosto, por fin, nos encontramos cara a cara. Un momento emocionante porque nunca había manejado algo así, tan práctico y sofisticado al mismo tiempo. 
Alguien que le conoce bien me explicó previamente cómo debería comportarme para que las cosas fluyeran. Cuáles son sus necesidades y sus reacciones en cada situación, y cómo podría reajustar determinados parámetros si nuestra compatibilidad estaba comprometida.
Una vez que las recomendaciones finalizaron, llegó el contacto físico. Los ajustes necesarios para que la conexión entre nosotros funcionase. Me llevó un par de horas hablar su mismo lenguaje, y conocer el punto exacto en el que él reaccionaría como yo quería, pero superadas esas dos primeras horas iniciales, nuestra relación ya está completamente consolidada. Cuento las horas para reencontrarme con él y sentir de nuevo esa conexión especial que ya existe entre nosotros, donde él me da lo que quiero y yo le doy lo que necesita.
En un rato, bajaré a buscarle al garaje para que me lleve a encontrarme con unas amigas. Mi BYD Seal U dm-i, me espera ya impaciente, con la batería cargada al 100%. Mi única duda es si le dejo el techo panorámico o lo abro por completo, aprovechando todavía el buen tiempo.

viernes, 15 de agosto de 2025

FELIZMENTE SOLA

Me gusta estar sola. No siempre puedo estarlo porque los niños están casi todo el tiempo conmigo durante el curso escolar, aunque cada vez son más independientes, y a pesar de que estemos los tres juntos en casa, cada uno busca su espacio de soledad.

Estos días, que los niños están con su padre, para mí son festivos aunque trabaje. No tengo que pensar en comidas y cenas elaboradas, ni poner lavadoras cada día, ni estar pendiente de qué necesitan, ni mediar en sus conflictos cotidianos.

Estoy felizmente sola. Los días que trabajo, me levanto con calma. Ducha, vestirme, café, maquillaje, perfume de mi amigo Roberto...y cierro la puerta con llave al salir, porque nadie se queda dentro, salvo los peces de los acuarios.

Al llegar a casa, me quito las sandalias, cierro ventanas, enciendo el aire acondicionado, echo comida en los acuarios, me preparo algo rápido para comer, recojo y me siento a gestionar temas pendientes, -estos días la compra de un coche nuevo y la instalación de un punto de carga en el garaje-.

Quito algas en el acuario de agua dulce y doy de comer a la anémona. Ella ya conoce mi tacto y sus tentáculos sujetan el pellet de camarón cuando se lo coloco con cuidado sobre su boca. Los peces payasos se retiran un momento, pero vienen a jugar con mis dedos antes de que saque la mano del acuario.

Me siento en el sofá, elevo una parte de la mesa de centro y apoyo mi tablet para escribir cómodamente. Las horas vuelan mientras las puntas de mis dedos golpean suavemente las teclas virtuales. La historia avanza lentamente, mientras el sonido rítmico y constante del agua cayendo en cascada en los acuarios me acompaña. 

A veces, contesto un mensaje o alguna llamada, entre ellas, por supuesto nunca puede faltar la llamada diaria a mi padre, sobre las ocho, para confirmar que sigue con su queja habitual.

La mayoría de los días, me sorprendo de lo tarde que se ha hecho tan deprisa. Ceno algo ligero y me acuesto. Otras veces, me doy un baño con espuma y gel de vainilla. Hundo la cabeza en el agua y escucho...Los sonidos se oyen amplificados. Escucho a los vecinos y otros ruidos que habían pasado desapercibidos fuera del agua. Me siento como en una burbuja, rodeada de paz y tranquilidad. En un mundo a parte y propio, que nunca nada ni nadie me podrá quitar.

Los festivos, como hoy, me despierto con calma. Leo o escribo en la cama, antes de poner los pies en el suelo. Me incorporo despacio. Desayuno, ducha, vestirme...hoy tengo comida con una de mis mejores amigas en Lavapiés. 

Otras veces, preparo la comida para unos cuantos días. "Ok Google. Cuéntame las ultimas noticias". Y Google me pone al día. "Ok Google. Pon música de Evanescence". Y Google selecciona una primera canción de Evanescence y el resto de otros grupos de rock alternativos. Cuando me apetece bailar mientras cocino, le pido música de Shakira, para mover las caderas mientras remuevo la comida en la sartén. 

Riego las plantas con el agua del acuario de río. Mi casa parece un vergel. La monstera amenaza con salir por la ventana y la buganvilla, aunque sin flores, por estar en el interior, trepa por el techo. Los potos, en su crecimiento desbocado, extienden sus ramas en los lugares más insospechados. El tronco del Brasil de mi habitación, luce lustroso con sus hojas enormes verde intenso, extendiéndose casi hasta el techo. El bonsái ha brotado de nuevo, tras la sequía que sufrió en mis vacaciones.

Éste es mi refugio. Plantas, peces, agua, música, creatividad...paz...en este caluroso mes de agosto que puedo disfrutar de estar sola.

Y es en esta tranquilidad, en esta paz, cuando me doy cuenta de lo que valoro estar sola, sin que nadie me diga lo que tengo que hacer, sin sentir la obligación de agradar a los demás, sin comer si no me apetece comer, sin dar explicaciones, sin hablar si quiero estar en silencio, sin comunicarme con el exterior...Una lista inacabable de "sin" que me deja ser yo. Genuina y libre. Sin ataduras, sin compromisos, y regalándome lo que quiero sin juzgarme.

Mamás y Papás: Una realidad que no debemos olvidar...

Una joya en el corazón de Madrid