domingo, 22 de marzo de 2020

UNA VEZ MÁS...NO HE CUMPLIDO MI PROMESA

Una vez más...no he cumplido mi promesa. No he escrito una entrada cada día en mi blog, y es que la vida es imprevisible, y hay momentos en los que los acontecimientos nos arrastran y no tenemos más opción que dejarnos llevar.
El domingo pasado, a estas horas, creía que podría trabajar desde casa, pero esa misma tarde me avisó la coordinadora de la Concejalía para que me incorporase al día siguiente a mi nuevo puesto de coordinadora del Área de Mayores. Esa promoción me la habían ofrecido un par de semanas antes de que la vida, como la habíamos conocido, se parase, y había dicho que sí, con muchas reservas, porque era consciente de que mi marcha de Servicios Sociales iba a dejar aún más diezmado el equipo de responsables, que es el que tiene que estructurar el trabajo de las profesionales.
Cuando acepté el nuevo puesto no imaginaba que la Directora de Servicios Sociales iba a ser nombrada Directora General de Servicios Sociales y Familias Diversas del Ministerio, dejando su puesto, incluso, antes de que yo pudiera informar a mi equipo de mi partida. Por tanto, coincidieron en el tiempo, los dos puestos vacíos, el mío, como Responsable de Atención Primaria, y el de la Directora de Servicios Sociales, recayendo la responsabilidad de todo el Área, definida como servicio esencial junto con el de sanidad y los cuerpos de seguridad, en dos responsables técnicas y una de administración, personal insuficiente para dar una respuesta rápida, eficaz y coordinada a la organización del teletrabajo de más de setenta personas, procedimientos urgentes de actuación, coordinación con otras áreas del Ayuntamiento y entidades sociales, y responder de manera eficaz a cientos de demandas diarias de apoyo a los colectivos más vulnerables.
Ante esta situación, la Concejala decidió que asumiera la Dirección de Servicios Sociales mientras durase la crisis y hasta que se sustituyera de manera definitiva a la Directora. 
Asumí el reto. No me asusta trabajar bajo presión. Todo lo contrario, me motiva y mi hiperactividad física y mental encuentra una válvula de escape. No es la primera vez que me enfrento a retos por los que nadie apostaría, pero que finalmente han salido adelante, y no gracias a mí, sino a todas las personas que me han acompañado, que han creído que era posible, que han aportado, sumado, luchado... estoy orgullosa del enorme equipo de profesionales que tenemos en los Servicios Sociales de Móstoles, -celadores, auxiliares administrativas, administrativas, trabajadoras sociales, educadoras, psicólogas, responsables-, porque en esta primera semana de confinamiento hemos sido capaces de organizarnos en tiempo record y en empezar a dar respuesta a todas las personas que lo han necesitado, y así debemos seguir porque esta situación se va a alargar en el tiempo, es una carrera de fondo y lo peor está por llegar, cuando acabe el confinamiento y las personas a las que acompañamos no tengan dinero para pagar las habitaciones donde viven, o los alquileres, ya inflados antes de esta crisis. Todos los Servicios Sociales estamos ante un reto, y de nosotras depende que muchas personas tengan cubiertas sus necesidades básicas durante y el post Covid-19.

domingo, 15 de marzo de 2020

Trabajamos con el dolor


Trabajamos con el dolor.
Día tras día, vemos a una persona tras otra, les escuchamos atentamente mientras no dejamos de pensar en alternativas que puedan aliviar sus vidas.
Trabajamos con su frustración, sus falsas expectativas, sus sueños rotos, el resultado de sus errores, sus miedos, su frío, su hambre, su impotencia, su desesperación...
Todo eso nos es vomitado en cada cita. Cinco, seis, siete...cada día. En sus llamadas telefónonicas, en sus correos electrónicos. Nos piden ayuda como náufragos que ya sólo pueden sacar la cabeza del agua, casi ya no se les ve entre las olas,y nosotras estamos allí pero nuestra barca es demasiado pequeña para todas esas personas y estamos lejos. No llegaremos a tiempo para salvarles.

Así nos sentimos cada día. Cuando una mujer nos explica que debe dos meses de alquiler y que no sabe de dónde sacar el dinero para pagar la habitación en la que vive con sus dos hijas pequeñas. Cuando un padre nos explica que su sueldo no alcanza para pagar la hipoteca y dar de comer a sus hijos, y que a su hijo recién nacido, al que tuvieron que operar del corazón el día siguiente de nacer, no le pueden pagar la leche especial con la que tienen que alimentarle. Cuando una mujer mayor, sin hijos, que se desplaza por su casa utilizando una silla de ruedas vieja, que ya no recuerda si ha comido, ni tiene quien la lleve al médico, y que sólo recibe llamadas de comerciales, espera desde hace un año a que la Comunidad de Madrid le asigne plaza en residencia.

Todas y cada una de estas personas nos acompañan día a día. Cuando les vemos en el despacho, cuando hacemos una visita a domicilio, cuando volvemos a casa en el metro, en el coche, en el autobus, mientras les hacemos la cena a nuestros hijos, y cuando apagamos la luz de la mesilla para intentar dormir. Nos asaltan en nuestros sueños, y pasamos las horas nocturnas pensando en posibles recursos o alternativas, que puedan ayudarles, que les ayuden a sobrevivir.

Porque hay muchas personas que sólo sobreviven. Y están entre nosotras. Más de las que pensamos.

En Móstoles nunca hemos tenido un presupuesto tan elevado para tramitar ayudas económicas, y las gestionamos generosamente, 2,000, 3,000, 4000 € para pago de alquileres, de residencias privadas, de hipotecas, de suministros, de becas de comedor, de alimentación... y no son suficientes.

La precariedad laboral se une al elevado precio de la vivienda, y hay familias que aunque trabajen, no pueden pagar el alquiler, los suministros, la comida... Lo que antes se resolvía con un pequeño apoyo, es ahora insalvable tras aplicar todos los recursos a nuestro alcance.

Las personas, las familias "han quemado" ya sus redes de apoyo, después de que muchos hayan tenido que vivir hacinados acogidos en casas de familiares o amigos, esperando el golpe de suerte que nunca llegó.

Vivimos más, y no con la mejor calidad de vida. Muchas personas están solas. No tienen familiares o hay conflictos que impiden que alguien pueda ayudarles. Los recursos públicos, en muchas ocasiones, es lo único que tienen. Y les gestionas ayuda a domicilio, y teleasistencia, y comida a domicilio, pero no es suficiente porque a veces el único recurso para una persona que se ha olvidado de vestirse, o ya no se reconoce en el espejo, o no sabe dónde está, no tiene suficiente con todo lo que está a nuestro alcance, porque aunque le hagan el aseo al levantarse, se puede olvidar de ponerse el pañal cuando se vaya la auxiliar, porque aunque le hayan llevado la comida, se puede olvidar de comérsela, y porque aunque tenga la teleasistencia, puede dejar el colgante guardado en un cajón.

En algunos casos, pueden acabar ingresadas en el hospital y, de manera desesperada, nosotras gestionar una plaza de emergencia social en una residencia, y hasta pedir un ingreso involuntario al Juzgado por si cuando tenga ya la plaza decide no ingresar, pero aún así, le darán el alta en el hospital, volverá sola a su casa, y nosotras seguiremos esperando durante meses una respuesta. Es probable que esa respuesta llegue tarde.

Y nosotras asistimos a esas situaciones, las vemos, las escuchamos, las sufrimos con ellos.  Cada vez que llamamos a habitaciones o  pensiones buscando a la deseperada una alojamiento para que una familia se cobije del frío, y al otro lado del teléfono nos dicen "está lleno". Cada vez que sabemos que una persona mayor está sola en casa y puede que se quede durante días en la cama, olvidándose de levantarse, olvidando que sigue vivo.


Dedicado a todas mis compañeras de Servicios Sociales de Móstoles.

DÍA 2 DE CONFINAMIENTO

Muchos cambios en todo este tiempo que he abandonado mi blog. En múltiples ocasiones he pensado en retomarlo. He escrito cientos de entradas en mi cabeza, pero por falta de tiempo, por desgana, por desidia, por cansancio...no han llegado a este espacio virtual que antes era mi pequeña ventana al mundo, donde volcaba muchas de mi inquietudes.
Ha tenido que invadirnos un virus devastador, que nos obliga a un confinamiento físico, para que volviese a retomar este espacio, para lograr que parte de lo que bulle en mi cabeza, pueda expresarse de nuevo en este medio, como el torrente de vapor que sale de una olla exprés.
En este tiempo ha habido muchos cambios en mi vida.  He pasado de constituir una familia nuclear, con dos hijos, a una familia reconstituida, con cuatro hijos, de las mismas edades, dos niños y dos niñas, dos casas, y una organización doméstica compleja, pero flexible y adaptada a las necesidades de todas las personas que la componen.
Para llegar a este punto, he pasado por una separación, por momentos de soledad querida, por conocer nuevas personas, otras formas de vida, por dejarme llevar, por apostar por una convivencia difícil pero posible, y por compartir mi vida con una persona igual o más flexible que yo, y que sabe que esta situación es temporal, que sólo existe el hoy, que no me comprometo a seguir mañana, y que nos podremos alejar libremente cuando esto no sea el tipo de vida que queramos vivir.
Mi hijo y mi hija han crecido en esta familia diversa, con un padre y una madre con otras parejas, con otros hijos, aprendiendo a compartir y a convivir. Serán adultos flexibles, respetuosos y sabrán que cuando no eres feliz en una relación, eres libre para decidir dejarla, y estar sola o acompañada, sin culpas, sin complejos y sin miedos.
Día 2 de confinamiento. Por fin estoy de nuevo por aquí.

domingo, 29 de abril de 2018

YO SÍ TE CREO

Tenía 20 años. 
Cada fin de semana, salía con aquel grupo de amigas y amigos, y para no volver sola hasta mi casa, a más de 20 km. de la zona que frecuentábamos, me quedaba a dormir en casa de una mis amigas. 
A veces, nuestros amigos nos acompañaban y nos quedábamos despiertos hasta por la mañana, comentando anécdotas de la noche o simplemente, hablando de nustras vidas. El ambiente era muy relajado y tranquilo. Ellos nos respetaban. 
Una noche, vino con nosotras también un ex novio de una de mis amigas. No me caía bien. Había algo que hacía que no me fiase, y me provocaba rechazo. En las ocasiones en las que había salido con nosotras, siempre había buscado algún momento para intentar intimar conmigo, y yo siempre le había dado un NO por respuesta.
Pero aquella noche, él vino también a la casa de mi amiga, con el resto del grupo. Era estudiante de derecho y nos contó que en un par de días le examinarían de una asignatura de penal.
"- ¿Vosotros qué creéis?, ¿que le echarían más pena a un tío que viola a una tía y luego la mata o que primero la mata y luego la viola?."
Todas las personas de esa habitación nos quedamos mudas, mirándonos unas a otras, desconcertadas.
En ese momento, decidí que ya había escuchado demasiadas tonterías por aquella noche, y teniendo en cuenta que el metro ya habría empezado a funcionar, decidí irme a mi casa. Cogí mi bolso y me despedí de todos. A esa hora quedaban despiertos sólo tres o cuatro de mis amigos, y ese personaje, que ya me estaba resultando totalmente nauseabundo.
Cuando abrí la puerta de la casa, y salía al descansillo, una mano me agarró con fuerza de un brazo, tirando de mí al interior. Era "el personaje".
- Dame un beso, -me dijo-. Dame un beso y dejo que te vayas.
- Déjame en paz, -le dije yo-. Ya te he dicho que no otras veces.
Conseguí soltarme y salir al descansillo, pero él vino detrás. 
Me agarró del cuello. Muy fuerte, e intentó besarme en la boca. Agaché la cabeza e intenté soltar sus manos, con mis manos. Entonces, él con una mano sujetó mis muñecas, y con la otra, me tiró del pelo, para obligarme a agacharme hasta llegar al suelo. Se tiró entonces sobre mí y comenzó a apretar más mi garganta.
No podía creer lo que estaba ocurriendo. Me sentí paralizada por el terror, por la sorpresa, y pensé que si no era capaz de reaccionar y repornerme, probablemente, ocurriría algo que no tendría marcha atrás. Así que pensé "¡reacciona!", mientras él tumbado sobre mí, me sujetaba fuerte el cuello con una mano, y con la otra me tocaba. Había subido mi falda y estaba intentando bajarme las bragas.
Intentaba gritar, pero no podía. Levanté la mirada y vi el timbre de la casa, sólo a unos centímetros por encima de mi cabeza. La única opción que me quedaba, era estirar un brazo y tocarlo. 
Me revolví y conseguí incorporarme lo suficiente para tocar el timbre. Él me cogió la mano, y eso me permitió incorporarme un poco más y volver a tocar el timbre. Me sujetó las manos, pero ya había podido ponerme de rodillas y luchaba por levantarme mientras él me empujaba con fuerza de nuevo hacia el suelo.
Salió al descansillo uno de los chicos del grupo. Era el hermano pequeño de uno de nuestros amigos. Debía tener unos dicesiéis o dicesiete años. Se quedó mirándonos en el umbral de la puerta, sin entender qué estaba pasando. Yo le pedí que me ayudase, pero volvió a entrar en casa, yo creía que para avisar a los demás, pero no volvió a salir. Más tarde, me pidió disculpas, creía que estábamos de broma porque no podía entender que me quisieran obligar a hacer algo que yo no quería. 
Aunque este chico no me ayudó, su aparición consiguió que mi agresor desistiera y me soltase. Salí corriendo y bajé con prisa las escaleras, mientras él me llamaba "puta" a gritos desde el descansillo.
Cuando llegué a casa, no conté nada a mi familia. Me metí en la ducha y me restregué todo el cuerpo hasta que me dolió. Me sentía sucia por los tocamientos. Sentía miedo por el momento de flaqueza cuando había estado tirada en el suelo, con ese cerdo encima de mí.
Un par de horas más tarde, mi amiga, la que había sido novia de ese personaje, me llamó por teléfono para que le explicase qué había pasado.
Parece ser que ese cerdo, después de haberme llamado "puta" a gritos, había entrado en la casa y le había contado a mis amigos lo que había hecho con todo lujo de detalles, jactándose. Mis amigos le echaron de la casa y le dijeron que no querían volver a verle por allí.
Esa noche volví a salir con mi grupo de amigos, para intentar dar normalidad a mi vida, para que lo que había ocurrido no afectase a mi cotidianidad. Ya me sentía bastante mal, como para quedarme en casa pensando en lo que había ocurrido.
Mis amigos hablaron conmigo, me pidieron disculpas por no haber salido al descansillo, ya que ninguno había pensado que podría estar ocurriendo algo así. "El personaje" apareció en el sitio donde estábamos, intentó hablar conmigo, intentó disculparse, pero yo no dejé que se acercase a mí, ni mis amigos tampoco. 
Barajé la opción de denunciar, pero pensé que no había pruebas físicas en mi cuerpo que pudieran demostrar lo que había ocurrido. Pensé en los cuestionamientos que sufriría, en las consecuencias con mis padres, que sin duda alguna, limitarían mis movimientos. Así que en ese caso, lo dejé pasar.
Estos días, tras conocerse la sentencia de La Manada, mi memoria ha desenterrado este incidente, que no fue el único pero sí el primero, en el que sentí miedo por mi vida, y tuve esa sensación que debió sentir esta víctima, de intentar dar a mi vida una normalidad que nunca volvería, porque después de un hecho así, tu vida cambia, y siempre miras hacia atrás en una calle oscura, y te fías de tu instinto de supervivencia para alejarte de las situaciones o de las personas que intuyes te pondrán a riesgo. Pierdes la inocencia. Eres consciente de tus debilidades, y que te sientes sucia cuando te toca alguien que no quieres que te toque. Y que esa suciedad no desaparece con agua. Se queda siempre impregnada en tu cuerpo.
Por todo esto, YO SÍ TE CREO.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Va por vosotr@s, amig@s.

Va por vosotr@s, amig@s.
Por las noches que pasamos en blanco, dándole vueltas a cómo resolver la situación.
Por los cientos de correos electrónicos  que nos cruzamos intentando acordar posturas, buscando la mejor forma de contestar a las personas que nos preguntaban para no desmotivar…
Por los carteles que nos arrancaban, incluso, delante de nosotros.
Por las reuniones y asambleas que intentaron boicotear.
Por las coacciones que sufrieron las madres y los padres que sólo querían que sus hijos estudiasen en el barrio.
Por el intento de enfrentarnos con los comercios y l@s vecin@s.
Por las veces que nos hemos mordido la lengua para evitar que las madres y los padres pensaran que todos somos iguales.
Por el boicot a la movilización de educación.
Hoy comienza una nueva etapa, que sin duda, será mucho mejor, tanto para la educación de nuestr@s hij@s, como para las movilizaciones de educación en el barrio.
Algun@s os quedasteis por el camino, y  en vosotr@s he pensado a medida que el proceso llegaba a su fin.
Va por vosotr@s, amig@s.

sábado, 29 de marzo de 2014

Reflexiones varias

Copio la segunda reflexión que me hacen llegar. Ésta es de un hombre.

Como los grandes planteamientos globales afectan a nuestro propio micro cosmos y a la vida que tenemos establecida. Esa vida en la que nos embarcamos, en sus diferentes facetas (modelo familiar, trabajo, ocio...) y en la que creemos tomar las decisiones que tomamos en base a nuestra personalidad, creencias...

Aristóteles decía que nuestro alma antes de recibir sensaciones era una tabla rasa sobre la que no hay nada escrito. Digamos al nacer. Después en esa tabla se van marcando sensaciones que formarán nuestro conocimiento. Todos los grandes planteamientos globales que nos rodean, políticos, sociológicos, culturales (creo que al fin y al cabo todos son lo mismo) acaban marcando esa tabla que nos condiciona de alguna manera a modo de guías que no sólo limitan los extremos de nuestro caminó sino que nos llevan, arrastran por una senda. Llamemos a esa senda Vida. Ahora bien. ¿Quien escribe en esa tabla? A mi parecer nosotros mismos. La sociedad nos marca, nos guía, nos influye. Si. Pero somos individuos con capacidad de discernir y decidir. Esos planteamientos globales nos marcarán desde que nacemos pero entrados en la edad adulta debemos y podemos desarrollar la suficiente capacidad critica para que los que empuñemos el cincel que grabará nuestra tabla seamos nosotros mismos. Así nos convertimos en ciudadanos activos y dejamos de ser sólo personas.

Bien, pues esto mismo lo aplico a la sociedad patriarcal y a los modelos familiares. He recibido la educación propia de los que nacimos en los setentas, con sus modelos familiares, he vivido la uniformidad de la composición de las familias, lo excepcional de conocer a un hijo o hija de divorciados, la ausencia de la realidad homosexual y los límites de la vida sexual. Pero también los setenteros hemos vivido un cambio radical en estas estructuras, cambios que llegaban de una sinergia entre algunos grupos ciudadanos y determinada casta política, deseosa de destacar por sus decisiones socialmente progresistas. Se ha avanzado mucho. Y más que queda por avanzar, mucho.

Después de estas divagaciones, diré que está en nosotros seguir perpetuando las estructuras patriarcales o favorecer su desplome. Yo hace mucho que opté por lo segundo, y en mi vida y en lo que le transmito a mi hijo ando ahí, inculcándole la heterogeneidad que siento y que creo que le ofrecerá un mayor espectro de posibilidades a la hora de tomar las riendas sobre su propia tabla. De lo que quiera escribir. Y no voy a ir de auténtico. Estoy influenciado, mediatizado y condicionado por los grandes planteamientos globales, como todos y todas. Pero cada día intentó sacudir esos prejuicios sociales (bastante tengo con los míos) para que no determinen mi vida personal.

Y a este punto quería llegar, yo que ansío formar una familia de las de siempre. Ardua tarea para un divorciado con un hijo de ocho años. Pero quiero tener más hijos y convivir con la madre, cosa que nunca he tenido la oportunidad de hacer. Y no me da miedo querer encontrar a esa pareja que quiera tener al lado (yo soy muy de pareja que le vamos a hacer) y que además sienta que es la que quiero que sea la madre de mis hijos. No se sí llegaré a eso en mi vida, pero se que es mi objetivo, y sé a ciencia cierta que no es por los complejos planteamientos globales, sino que responde a un deseo personal. Porque las decisiones las tomo yo en función de mis posibilidades y de mi entorno influyente. Pero los deseos son sólo míos y no tienen corsés ni barreras. Ahora toca convertir los deseos en decisiones. En ello ando.

viernes, 28 de marzo de 2014

Al margen de los roles

A raíz de las anteriores entradas en el blog, algunas personas me han hecho llegar también sus reflexiones, y he creído muy interesante publicarlas también en el blog, tras tener su consentimiento. Aquí va la primera, que es de una mujer.

Es evidente que los roles son sociales y cada género lleva su carga. Si los gays no son aceptados como hombres y pueden ser encarcelados e incluso sufrir pena de muerte es porque su unión desestructura los pilares de la convivencia familiar y esta es básica para mantener, sin cuestionarlos, los sistemas sociales de poder. Quiero decir que para nadie es sencillo asumir la línea de conducta y pensamiento que nos inculcan desde niños y desarrollar al mismo tiempo una rebelión contra ella. Para las mujeres ha sido más fácil porque su situación de sumisión y opresión era, y es, evidente. ¿Cuál es el enemigo del hombre? ¿Contra quién tiene que enfrentarse? Lo tiene peor porque ha de rebelarse contra lo aprendido desde que el hombre se hizo recolector, contra la historia. Puede hacerle la guerra a la desigualdad social o económica porque en ese reparto, injusto, a él le toca la parte menos beneficiada, pero ¿torpedearse a si mismo?
Y si hablamos de la mujer... tampoco ha luchado por hacer un mundo nuevo. Por supuesto que hay que reclamar y exigir la igualdad, pero no para asumir unas leyes sociales basadas en la economía, sea el régimen que sea, y en la familia. Y sin embargo aceptamos el régimen familiar como un axioma irrefutable, con todos los roles que conlleva. Podemos modificar, en función de la necesidad, hábitos como el de limpiar el baño, cambiar los pañales, planchar una camisa o arreglar un enchufe y que cada cual haga lo que más le guste o lo que menos le importe, pero teniendo claro que el contrato está firmado y que cada uno de los miembros de la familia se pertenecen los unos a los otros. Se aceptan rupturas, pero no romper las reglas. Ninguno de los géneros se atreve a romper esas reglas y convivir respetando la libertad del otro, su desarrollo, su evolución, sus nuevas necesidades o ambiciones. No sabemos hacerlo en nuestra vida familiar y lo criticamos en la vida familiar de los otros. Ni siquiera sabemos escuchar cuando los otros son alguien cercano a nosotros. Ni siquiera podemos reflexionar porque las únicas soluciones que encontramos forman parte de la estructura del sistema que tanto nos ahoga. Pensar en ello significa cumplir sus reglas y así es muy difícil hacer la revolución.
No importa el género que tengamos, lo que nos atrapa no es nuestra pareja, es el engranaje social que nos envuelve y nuestra sumisión a él. (Amén de las condiciones económicas, hijos, etc,... pero cuando solventamos esta situación seguimos comportándonos según las normas aprobadas por todos).
Si cada uno de nosotros sacara a la luz todos los deseos y sentimientos que guardamos bajo llave y los pusiéramos en práctica,... no sé qué pasaría, pero el núcleo familiar de esta sociedad tendría los días contados. (O eso espero).

lunes, 24 de marzo de 2014

Un reto aún mayor


Hace unas semanas hablaba del reto que tenemos por delante las mujeres en el necesario cambio de roles.

Sin embargo, para que este cambio se produzca es imprescindible que el hombre asuma la necesidad de modificar también su papel.

Cuando las mujeres nos incorporamos al mundo laboral, comienza a resentirse la estructura familiar tradicional. Los hombres, en mayor o menor medida, se ven obligados a asumir tareas que culturalmente habían sido únicamente “femeninas” dentro de ese contrato entre el conseguidor del alimento y la cuidadora de la familia. Este hecho ya ha sido suficientemente desestabilizador, pero la actual coyuntura económica y social está dejando al descubierto un nuevo panorama.

La falta de empleo está provocando que el hombre pierda su principal función dentro de ese contrato de la familia tradicional. Ya no es el que consigue el dinero y los alimentos. En muchos casos, ningún miembro de la familia puede cumplir ese papel, y en otros casos, es la mujer quien lo hace.

Esto provoca que el hombre se sienta frustrado, y en muchos casos, caiga en la depresión, llegando incluso al suicidio, por no encontrar su lugar ni en la familia ni en la sociedad. De hecho, los casos de suicidio van en aumento, y no sólo por la falta de empleo, sino por las consecuencias de la falta de ingresos, que unido al boom del ladrillo, está provocando que muchas familias se queden literalmente en la calle. Por tanto, los hombres se encuentran sin empleo y sin bienes, sin la propiedad privada que comenzó a dar forma a la estructura familiar tradicional, en la que era necesaria una pareja estable con la que pudiesen tener  la seguridad de que sus hijos eran de su sangre, y así poder transmitirles sus bienes cuando falleciesen. En muchos casos, ya no hay bienes, ni dinero que poder transmitir, aunque la necesidad de saber que el hijo de su pareja ha sido engendrado por él, sigue estando muy arraigado culturalmente.

En definitiva, el hombre actual se encuentra atrapado por el mismo reparto de roles que mantiene atrapada a la mujer. El reparto tradicional de papeles es insostenible para ambos, por lo que es necesario replantearse el modelo y evolucionar hacia otro sistema que se replantee todo, desde si es necesario que cada miembro de la pareja tenga un rol definido, hasta si es necesario vivir en pareja. ¿Seremos capaces de asumir el reto?.

Mamás y Papás: Una realidad que no debemos olvidar...

Una joya en el corazón de Madrid