jueves, 11 de septiembre de 2025

MI VIAJE. DÍA 3.

Hoy he vuelto a los orígenes. He ido a Lugo, la ciudad donde nací y viví hasta los cinco años de edad, que mis padres me trasladaron a Madrid. Hasta entonces, estuve un tiempo viviendo sola con mis abuelos.

He llegado a la Rúa de San Roque, que es la calle donde estaba la casa de mis abuelos, pero he tenido que aparcar lejos porque no había posibilidad de hacerlo allí mismo. Así que he vuelto andando, recorriendo esa calle que corría de arriba a abajo, unas cuantas veces, para quemar energía y poder dormir. He visto la cafetería París, donde iba a veces con mi abuelo. En el lugar donde estuvo la casa, han ensanchado la acera y construido un bloque de pisos.

He pasado por delante, observando, intentando situar donde había estado el salón, el comedor, la cocina, las habitaciones en el primer piso...y me pregunto si esos espacios siguen existiendo en alguna realidad paralela, dentro de ese bloque de viviendas. Si todavía resuenan mis risas cuando le gastaba alguna broma a la abuela; o mis canciones, cuando imitaba a los artistas de la televisión, subida en el recogedor, para utilizar el palo como micrófono, y con unos pantalones de pijama en la cabeza, a modo de cabellera larga; o los gritos de mi abuelo, cuando me caí con la taza llena de chocolate caliente por encima, tras sentarme sobre la torre de cubos que había colocado sobre la silla, para estar más alta.

He continuado calle arriba. Los comercios han cambiado. Lo que no lo ha hecho es el muro frente a la residencia de mayores. Ese muro en el que, invariablemente, me subía cada vez que pasaba al lado, recorriéndolo desde las alturas.

"Abuela, ¿dónde vamos hoy?", preguntaba. Ella me lo decía, la cogía de la mano y echábamos a andar. Hubo una época en la que ella casi no veía, esperando a que la operasen de cataratas, y yo era su lazarillo. Me conocía toda la ciudad.

He entrado por la puerta de la muralla de San Roque. Ha sido como volver a ser una niña de cuatro años. He llegado a la plaza del Ayuntamiento. He hecho una foto al palco de los músicos. Me encantaba bailar cuando tocaban. He continuado hasta la catedral, y subido a la muralla. La de veces que he rodeado el cogollo de Lugo desde las alturas...

Luego he ido al Parque de Rosalía de Castro. He hecho fotos a cada uno de sus sitios emblemáticos, y me he quedado un rato observando a los patos del estanque. Parecía que fue ayer la última vez que estuve allí con la abuela. "Veña, neniña", me parece estar escuchándola, y yo salía corriendo detrás de las palomas para que echasen a volar.

He vuelto dentro de la muralla, y he seguido recorriendo sus callejuelas hasta salir a la Praza de Abastos. He recordado cuando iba allí con la abuela, muy temprano. Hacía frío y sentía mucha pena por los conejitos, pollitos y gallinas vivas que vendían allí. Me los habría llevado a todos a casa.

He pasado por delante de la Diputación Provincial y salido por otra de las puertas de la muralla. He recorrido la ronda hasta llegar a la estación de autobuses. El lugar de encuentro con mi abuela, cuando viajaba sola desde Madrid, o donde iba a recoger a mis amigas que venían a pasar unos días conmigo en Viveiro. Allí he comido algo rápido y he seguido caminando por la Avenida Ramón Ferreiro hasta la Rúa Mariña Española y de nuevo en San Roque, y es que el entorno ha cambiado, pero permitiendo que mi cuerpo caminase libremente, parecía que tenía calculada la distancia de cada calle para llegar a casa. Ha sido como trasladarme en el tiempo.

Después, he estado con los tíos y el primo durante un rato, y luego he vuelto a Viveiro.  Una vez más, los 100 km que separan ambas ciudades me han resultado muy cortos con mi nuevo compañero de viaje, que me trae y me lleva sin rechistar, por el momento.

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