domingo, 12 de junio de 2022

SABER DECIR ADIÓS

En mi bolso llevo tres pares de juegos de llaves. Las llaves de mi casa, las llaves de la casa de mis padres, y las llaves de la casa de mi pareja. Uno de estos juegos, sobra y será entregado a su propietario en breve, cuando haya recogido la ropa y demás enseres personales que tengo en su casa.

Efectivamente, he decidido dejar la relación de pareja en la que he estado un total de siete años, contando también los primeros meses en los que aún no se tiene claro qué se quiere de una pareja...al menos, yo no lo tenía claro, pero él menos...

Por tanto, otro adiós...a veces tengo la impresión de ir dejando un reguero de cadáveres a mi paso...me obligan a sentirme culpable, en cierto modo, de ser yo quien siempre toma la iniciativa de dejar las relaciones que no funcionan. Siempre ha sido así. Siempre he sido yo quien ha dado el paso cuando he entendido que la relación que se mantiene de manera artificial, hace tiempo que podría haber dejado de respirar autónomamente si no estuviésemos ciegos los dos que la componemos, o no queremos verlo, y que por costumbre, por pereza, o por miedo a la soledad, no acabamos de dejar, dejando en el armario un cadáver cuyo hedor es más pestilente cuanto más tiempo pasa.

Siempre he sido yo la culpable. La "mala", y aunque intente explicar los motivos objetivos por los que esa relación no funciona, es lo mismo, para ellos el motivo siempre es que ha aparecido otra persona en mi vida, aunque eso nunca ha sido cierto.

Hace más de veinte años, tuve que tomar la decisión de dejar mi primera relación estable duradera. Esa fue la relación en la que más demoré mi decisión. La presión social, familiar y de algunos amigos y algunas amigas, contribuyeron a que la toma de la decisión se alargase en el tiempo, con consecuencias devastadoras para mí...

Cuando fui consciente de la presión que el entorno hace de manera generalizada, -obviamente, siempre hay excepciones-, a mantener esas relaciones que no funcionan, tomé la decisión de dejarme guiar únicamente por mi criterio a partir de ese momento. El criterio es ser feliz, ser tú mismo, sentirte libre, y a la vez compartir una parte de tu vida con otra persona en la que confías, que te escucha y te apoya de manera incondicional, y por supuesto, puede esperar lo mismo por mi parte.

Tanto fue así que cuando comencé mi siguiente relación, le hice saber cuál era mi postura sobre esto. "Yo estaré contigo mientras sea feliz y me sienta bien". Él se echó a reír, supongo que creía que siempre podría cumplir esas premisas, pero no fue así, y diez años y dos hijos en común después, ni me sentía feliz con él, ni me sentía bien, ni acompañada, ni escuchada...

Fue una decisión difícil de tomar porque implicaba reorganizar la vida de dos adultos y dos niños pequeños, pero sólo fue cuestión de tiempo llegar a acuerdos satisfactorios para todos, y mis hijos están creciendo sabiendo que cuando sean mayores y tengan una relación de pareja que no funciona, la mejor decisión es dejarla. No sólo lo piensan, también lo verbalizan , -mi hija de nueve años recomendó que un amigo que está pasando una situación difícil con su pareja se divorciara-.

Sinceramente, me siento bien sabiendo que mis hijos se sentirán libres para tomar esa decisión.

Otra cosa fundamental cuando dejamos las relaciones es la culpa, como he mencionado antes. Nosotros nos sentimos culpables por tomar la decisión, la otra persona te hace sentir culpable por tomar la decisión, y en general, todos te señalan como culpable por haber dejado la relación.

En esos momentos, yo sólo pienso en mí. Pienso en mi vida, pienso si quiero seguir viviendo una vida en la que no soy yo, en la que no me siento bien, y pienso que sólo tenemos una vida. Cuando muera, no quiero que mi último pensamiento sea que viví la vida que otros quisieron que viviera, sino que he vivido la vida que he querido vivir a pesar de las presiones y los convencionalismos, y si las personas a las que dejo creen que las he dejado por otra persona, es que no han entendido nada durante el tiempo que han compartido conmigo.

En definitiva, creo que deberíamos aprender a decir adiós, a despojarnos de la culpa, a ser nosotros mismos, y a vivir la vida que queremos,. realmente, vivir.

miércoles, 4 de mayo de 2022

LO QUE NO VEMOS

Nuestros sentidos perciben una mínima parte de lo que ocurre a nuestro alrededor. La ciencia nos ha demostrado que hay fuerzas o energías, invisibles para nuestra vista, que influyen en cada momento y en cada situación, haciendo que las cosas funcionen en el mundo como lo conocemos.

En estas fuerzas, incluyo también las conexiones que existen entre los seres vivos y, especialmente, entre los humanos, que como entes similares, se hace más evidente esta conexión.

Cada persona tiene una sensibilidad hacia estas conexiones. Quizás, para algunas, pasan desapercibidas. 


Para otras, pueden sentir y experimentar que existe algo que influye en nuestra vida, pero lo mantienen al margen. 


Para otras, entre las que me incluyo, estas energías son muy evidentes, quizás en momentos en los que por determinadas circunstancias, estemos más abiertos a experimentarlas, e incluso influyen en nuestra toma de decisiones.


Personalmente, en ocasiones, estas energías se manifiestan en los sueños, o en sensaciones fugaces que encuentran cobijo en nuestro subconsciente, y que permiten que sepas cosas, tengas la certeza de algo, aunque no haya ninguna razón lógica que haya podido llevar a tu consciencia a tener esa evidencia.


La cuestión es cómo estas energías ocultas influyen en nuestra toma de decisiones, y la toma de conciencia de que cada una de nuestras decisiones, por mínima que sea, -hacer un viaje, coger un vagón de tren, salir de copas con tus amigas-, puede determinar el camino por el que discurrirá tu vida.


Recuerdo un tipo de libros que leía cuando era pequeña, en los que en determinados momentos de la historia, el lector podía elegir qué decisión tomaban los protagonistas y, en función de eso, el libro tendría finales diferentes.


Me parecía una lección muy interesante para hacer entender a los más pequeños que nuestras decisiones tienen consecuencias. No sólo para nosotros mismos, sino también para nuestro entorno, incluidos nuestros seres queridos.


Esta reflexión me ha recordado una circunstancia que se dio hace mucho tiempo y que puede ser representativa de lo que intento explicar.


Tenía unos 21 años o 22 años, y había comenzado una relación de pareja con una persona con la que había conectado de manera especial, tanto mental como físicamente. La relación estaba todavía formándose, y las inseguridades de esas primeras relaciones hicieron acto de presencia cuando me comunicó que se iba un fin de semana al pueblo de un amigo suyo, junto a más personas, incluida una ex novia con la que había dejado la relación poco antes de conocerme.


Como comentaba, mi inseguridad disparó todas las alarmas ante el temor de que en el viaje se reavivara esa relación que acababa de finalizar, y en aquella época todavía no estaba generalizado el uso del teléfono móvil, por lo que hasta el domingo por la noche, que él volvería a su casa, me encontraba con la incertidumbre de qué estaría ocurriendo.


Sin embargo, cuando él me llamó ese domingo por la tarde, además de contarme su fin de semana con todo detalle, también me dijo que no había podido dejar de pensar en mí en ningún momento, pero que donde había tenido sensaciones muy intensas, en las que incluso creía que yo estaba con él, presente de manera física, era en el coche de su amigo con el que habían hecho el viaje.


Se sentía muy desconcertado por esas sensaciones que nunca había sentido, pero yo sí las había percibido  en otras ocasiones, y supe por dónde podríamos empezar a buscar la explicación. De esta manera, descubrimos que su amigo era hijo de un compañero de trabajo de mi padre, al que casualmente, mi padre había regalado nuestro viejo coche cuando compró uno nuevo.


Totalmente sorprendente que en la Comunidad de Madrid, donde vivimos casi siete millones de personas, coincidiera que mi padre regalase un coche al hijo de un compañero en el que también viajaría una pareja de su hija, pero ocurrió, y esta persona con la que tenía esa conexión tan intensa, percibió la energía que mi cuerpo dejó en ese coche, después de tantos años de uso. Una sensación tan intensa en la que sentía que yo estaba de manera física en ese momento.


Estas energías están presentes en nuestro día a día e influyen de manera imperceptible en nosotros, que nos sentimos seres tan racionales, pero que en el fondo, sólo alcanzamos a conocer una mínima parte de lo que nos rodea, sin ser conscientes que la mayoría de nuestras decisiones están motivadas por aquello que no vemos.

 

jueves, 10 de febrero de 2022

El pequeño amigo

 - Emergencias…¿dígame?

El silencio por respuesta al otro lado de la línea.

- Emergencias… dígame –el recepcionista insistía. Estaba acostumbrado a que, en ocasiones, se hiciese esperar la respuesta.

- Hola… por favor, vengan rápido…se ha caído…

La débil voz sonaba nerviosa y entrecortada. 

- ¿Dónde se encuentra?. ¿La persona que se ha caído está consciente?

- No lo sé… vengan rápido…Calle… Hermosilla 12… Tercero A

- De acuerdo. Una ambulancia sale para allá.

Cuando el equipo de emergencias llegó al piso, nadie les abrió la puerta. Dentro, el muñeco aún sostenía el teléfono entre sus pequeñas manos. Junto a él, yacía el cuerpo inerte del ventrílocuo.


sábado, 5 de febrero de 2022

Se me hace "bola"

Nunca me había gustado comer carne. Recuerdo horas interminables, a partir de los dos o tres años, delante del plato, masticando incansablemente sin ser capaz de tragarme el pedazo de carne. Se me hacía "bola". No me gustaba su textura ni su sabor. Tampoco la del pescado, aunque me resultaba más sencillo masticar y tragar.

Cuando fui consciente, además, de lo que, realmente, estaba comiendo, mi desagrado por ese tipo de alimento fue todavía mayor.

Durante mi niñez, no tuve otra alternativa más que intentar negociar con los adultos no comer carne proveniente de mamíferos. De esta manera, la mayoría de la carne que comía era la de pollo. A medida que fui creciendo, y empezaba a pasar temporadas sin supervisión de mis padres, evitaba comer cualquier carne o pescado.

Sin embargo, la convivencia con mis parejas y la evitación de conflictos, unido a los eventos de socialización, me llevó a buscar un equilibrio entre mis deseos y la fluidez de las relaciones. Por tanto, seguí comiendo carne, -evitando siempre la proveniente de los mamíferos-, y pescado.

Después de tener a mi segunda hija, coincidiendo con un proceso de cambio de mi vida a otros niveles, decidí eliminar la carne por completo de mi dieta. Un año más tarde, eliminé también el pescado, aunque los eventos sociales se hicieron más complicados, donde irremediable y constantemente, mi decisión dietética era cuestionada por el resto de comensales.

Un año más tarde después de haber dejado de comer también pescado, cuando hicimos el primer viaje en velero por las Rías Baixas, ante la imposibilidad de alimentarme de otra cosa, volví a comer pescado. Mi cuerpo reaccionó ante la ingesta, con una pesadez intensa en el estómago, que continúo teniendo, cuando como algo de pescado. Hecho que ocurre sólo cuando como con alguien, ya que cuando como sola, sólo ingiero alimentos de origen vegetal.

La respuesta a la pregunta, tantas veces formulada, de si me encuentro bien sin comer carne, por supuesto que sí. Hace ocho años que no como carne y que he reducido la ingesta de pescado a la mínima expresión, y mi cuerpo está mejor que nunca. Sigo con mi hiperactividad habitual, -tanto física como mental-, mis digestiones son mucho mejores, sin la lentitud y pesadez de cuando comía alimentos de origen animal. Y lo más importante, siento que hago lo que siempre quise hacer, desde pequeña, cuando le suplicaba a mis padres o a mis abuelos, que no me obligasen a comer esos alimentos, sin suerte, debiendo olvidar durante muchos años mi reivindicación.

La respuesta a otra pregunta recurrente sobre qué les doy de comer a mis hijos, es que mis hijos comen de todo. No quiero condicionarles, y por el momento, no me piden que deje de darles de comer carne o pescado. Es cierto que teniendo en cuenta que de lunes a viernes comen en el comedor del colegio, y que el 50% del tiempo están con su padre, que sí come carne, es prácticamente imposible decidir qué dieta deben seguir. Más adelante, al igual que con la religión, mis hijos tendrán criterio para decidir en qué consiste su dieta. Espero que para entonces, lo tengan más fácil que yo socialmente, y no se les cuestione, ni se les etiquete como excéntricos por decidir no comer animales.

domingo, 30 de enero de 2022

Amor líquido vs mariposas en el estómago

Hace unos años, mi actual pareja y yo tuvimos una crisis que provocó que estuviésemos unas semanas sin vernos, y aunque retomamos la relación, volví a plantearme la fragilidad de los vínculos. Como en otras ocasiones que me he cuestionado las reglas establecidas en la sociedad en la que vivimos, contacté con un amigo y ex pareja, brillante sociólogo y una de las personas que vivió mis dudas sobre el tipo de relación que quería tener. 

Él se quedó en la lista que todas y todos tenemos de los "Y si..." Nos conocimos jóvenes. Tuvimos una relación intensamente pasional y dependiente. Para él su primera relación "seria", y para mí una diferente a las ya vividas. Muchas más que él, que sentía inseguridad por si pudiese serle infiel. Yo sentía que no podía darme la relación estable que ya estaba buscando. Nos encontrábamos en momentos vitales diferentes y tuve que tomar la difícil decisión de dejar la relación, que supuso todo un drama para los dos, convirtiéndose en una ruptura interminable porque volvíamos una y otra vez cuando nos encontrábamos por Malasaña, la zona que frecuentábamos ambos. 

Finalmente, una mañana, sentados en un banco de la estación de metro de Aluche, le hice prometer que si volvíamos a encontrarnos por la calle, no podría saludarme. Tendría que comportarse como si no me conociese de nada, para evitar reanudar la relación. Aceptó en ese momento, aunque semanas más tarde, llamó a mi casa, -en aquella época el uso del teléfono móvil no estaba extendido-, pidiendo retomar la relación. Le expliqué que había conocido a otra persona y no volvería con él. 

Años más tarde, algo hizo que me acordase de él y le llamé a casa de sus padres. Ya estaba con la persona que actualmente es su pareja. Me contó la frustración que sufrió intentando encontrar a alguien con quien sentir lo que había sentido conmigo, y que lo había encontrado por fin con la pareja que ya tenía. Me alegré mucho por él, y entendí que mi decisión había sido la correcta, aunque hubiese sido difícil para los dos. 

Desde entonces, seguimos en contacto, y es una de esas personas a las que recurro cuando necesito replantearme qué camino seguir. Cuando le conté la situación con mi actual pareja, me recomendó un libro, Amor líquido, de Zygmunt Bauman, sobre la fragilidad de los vínculos humanos, y cómo deseamos estrechar lazos y, al mismo tiempo, mantenerlos lo suficientemente flojos para poder desatarlos rápidamente y sin esfuerzo si las circunstancias cambian. 

Ante este hecho generalizado, y en el que también he incurrido, tomando siempre la iniciativa en todas las rupturas de pareja, me planteo un nuevo "Y si...", ante la duda de ignorar o no el revoloteo de mariposas en el estómago.

domingo, 22 de marzo de 2020

UNA VEZ MÁS...NO HE CUMPLIDO MI PROMESA

Una vez más...no he cumplido mi promesa. No he escrito una entrada cada día en mi blog, y es que la vida es imprevisible, y hay momentos en los que los acontecimientos nos arrastran y no tenemos más opción que dejarnos llevar.
El domingo pasado, a estas horas, creía que podría trabajar desde casa, pero esa misma tarde me avisó la coordinadora de la Concejalía para que me incorporase al día siguiente a mi nuevo puesto de coordinadora del Área de Mayores. Esa promoción me la habían ofrecido un par de semanas antes de que la vida, como la habíamos conocido, se parase, y había dicho que sí, con muchas reservas, porque era consciente de que mi marcha de Servicios Sociales iba a dejar aún más diezmado el equipo de responsables, que es el que tiene que estructurar el trabajo de las profesionales.
Cuando acepté el nuevo puesto no imaginaba que la Directora de Servicios Sociales iba a ser nombrada Directora General de Servicios Sociales y Familias Diversas del Ministerio, dejando su puesto, incluso, antes de que yo pudiera informar a mi equipo de mi partida. Por tanto, coincidieron en el tiempo, los dos puestos vacíos, el mío, como Responsable de Atención Primaria, y el de la Directora de Servicios Sociales, recayendo la responsabilidad de todo el Área, definida como servicio esencial junto con el de sanidad y los cuerpos de seguridad, en dos responsables técnicas y una de administración, personal insuficiente para dar una respuesta rápida, eficaz y coordinada a la organización del teletrabajo de más de setenta personas, procedimientos urgentes de actuación, coordinación con otras áreas del Ayuntamiento y entidades sociales, y responder de manera eficaz a cientos de demandas diarias de apoyo a los colectivos más vulnerables.
Ante esta situación, la Concejala decidió que asumiera la Dirección de Servicios Sociales mientras durase la crisis y hasta que se sustituyera de manera definitiva a la Directora. 
Asumí el reto. No me asusta trabajar bajo presión. Todo lo contrario, me motiva y mi hiperactividad física y mental encuentra una válvula de escape. No es la primera vez que me enfrento a retos por los que nadie apostaría, pero que finalmente han salido adelante, y no gracias a mí, sino a todas las personas que me han acompañado, que han creído que era posible, que han aportado, sumado, luchado... estoy orgullosa del enorme equipo de profesionales que tenemos en los Servicios Sociales de Móstoles, -celadores, auxiliares administrativas, administrativas, trabajadoras sociales, educadoras, psicólogas, responsables-, porque en esta primera semana de confinamiento hemos sido capaces de organizarnos en tiempo record y en empezar a dar respuesta a todas las personas que lo han necesitado, y así debemos seguir porque esta situación se va a alargar en el tiempo, es una carrera de fondo y lo peor está por llegar, cuando acabe el confinamiento y las personas a las que acompañamos no tengan dinero para pagar las habitaciones donde viven, o los alquileres, ya inflados antes de esta crisis. Todos los Servicios Sociales estamos ante un reto, y de nosotras depende que muchas personas tengan cubiertas sus necesidades básicas durante y el post Covid-19.

domingo, 15 de marzo de 2020

Trabajamos con el dolor


Trabajamos con el dolor.
Día tras día, vemos a una persona tras otra, les escuchamos atentamente mientras no dejamos de pensar en alternativas que puedan aliviar sus vidas.
Trabajamos con su frustración, sus falsas expectativas, sus sueños rotos, el resultado de sus errores, sus miedos, su frío, su hambre, su impotencia, su desesperación...
Todo eso nos es vomitado en cada cita. Cinco, seis, siete...cada día. En sus llamadas telefónonicas, en sus correos electrónicos. Nos piden ayuda como náufragos que ya sólo pueden sacar la cabeza del agua, casi ya no se les ve entre las olas,y nosotras estamos allí pero nuestra barca es demasiado pequeña para todas esas personas y estamos lejos. No llegaremos a tiempo para salvarles.

Así nos sentimos cada día. Cuando una mujer nos explica que debe dos meses de alquiler y que no sabe de dónde sacar el dinero para pagar la habitación en la que vive con sus dos hijas pequeñas. Cuando un padre nos explica que su sueldo no alcanza para pagar la hipoteca y dar de comer a sus hijos, y que a su hijo recién nacido, al que tuvieron que operar del corazón el día siguiente de nacer, no le pueden pagar la leche especial con la que tienen que alimentarle. Cuando una mujer mayor, sin hijos, que se desplaza por su casa utilizando una silla de ruedas vieja, que ya no recuerda si ha comido, ni tiene quien la lleve al médico, y que sólo recibe llamadas de comerciales, espera desde hace un año a que la Comunidad de Madrid le asigne plaza en residencia.

Todas y cada una de estas personas nos acompañan día a día. Cuando les vemos en el despacho, cuando hacemos una visita a domicilio, cuando volvemos a casa en el metro, en el coche, en el autobus, mientras les hacemos la cena a nuestros hijos, y cuando apagamos la luz de la mesilla para intentar dormir. Nos asaltan en nuestros sueños, y pasamos las horas nocturnas pensando en posibles recursos o alternativas, que puedan ayudarles, que les ayuden a sobrevivir.

Porque hay muchas personas que sólo sobreviven. Y están entre nosotras. Más de las que pensamos.

En Móstoles nunca hemos tenido un presupuesto tan elevado para tramitar ayudas económicas, y las gestionamos generosamente, 2,000, 3,000, 4000 € para pago de alquileres, de residencias privadas, de hipotecas, de suministros, de becas de comedor, de alimentación... y no son suficientes.

La precariedad laboral se une al elevado precio de la vivienda, y hay familias que aunque trabajen, no pueden pagar el alquiler, los suministros, la comida... Lo que antes se resolvía con un pequeño apoyo, es ahora insalvable tras aplicar todos los recursos a nuestro alcance.

Las personas, las familias "han quemado" ya sus redes de apoyo, después de que muchos hayan tenido que vivir hacinados acogidos en casas de familiares o amigos, esperando el golpe de suerte que nunca llegó.

Vivimos más, y no con la mejor calidad de vida. Muchas personas están solas. No tienen familiares o hay conflictos que impiden que alguien pueda ayudarles. Los recursos públicos, en muchas ocasiones, es lo único que tienen. Y les gestionas ayuda a domicilio, y teleasistencia, y comida a domicilio, pero no es suficiente porque a veces el único recurso para una persona que se ha olvidado de vestirse, o ya no se reconoce en el espejo, o no sabe dónde está, no tiene suficiente con todo lo que está a nuestro alcance, porque aunque le hagan el aseo al levantarse, se puede olvidar de ponerse el pañal cuando se vaya la auxiliar, porque aunque le hayan llevado la comida, se puede olvidar de comérsela, y porque aunque tenga la teleasistencia, puede dejar el colgante guardado en un cajón.

En algunos casos, pueden acabar ingresadas en el hospital y, de manera desesperada, nosotras gestionar una plaza de emergencia social en una residencia, y hasta pedir un ingreso involuntario al Juzgado por si cuando tenga ya la plaza decide no ingresar, pero aún así, le darán el alta en el hospital, volverá sola a su casa, y nosotras seguiremos esperando durante meses una respuesta. Es probable que esa respuesta llegue tarde.

Y nosotras asistimos a esas situaciones, las vemos, las escuchamos, las sufrimos con ellos.  Cada vez que llamamos a habitaciones o  pensiones buscando a la deseperada una alojamiento para que una familia se cobije del frío, y al otro lado del teléfono nos dicen "está lleno". Cada vez que sabemos que una persona mayor está sola en casa y puede que se quede durante días en la cama, olvidándose de levantarse, olvidando que sigue vivo.


Dedicado a todas mis compañeras de Servicios Sociales de Móstoles.

DÍA 2 DE CONFINAMIENTO

Muchos cambios en todo este tiempo que he abandonado mi blog. En múltiples ocasiones he pensado en retomarlo. He escrito cientos de entradas en mi cabeza, pero por falta de tiempo, por desgana, por desidia, por cansancio...no han llegado a este espacio virtual que antes era mi pequeña ventana al mundo, donde volcaba muchas de mi inquietudes.
Ha tenido que invadirnos un virus devastador, que nos obliga a un confinamiento físico, para que volviese a retomar este espacio, para lograr que parte de lo que bulle en mi cabeza, pueda expresarse de nuevo en este medio, como el torrente de vapor que sale de una olla exprés.
En este tiempo ha habido muchos cambios en mi vida.  He pasado de constituir una familia nuclear, con dos hijos, a una familia reconstituida, con cuatro hijos, de las mismas edades, dos niños y dos niñas, dos casas, y una organización doméstica compleja, pero flexible y adaptada a las necesidades de todas las personas que la componen.
Para llegar a este punto, he pasado por una separación, por momentos de soledad querida, por conocer nuevas personas, otras formas de vida, por dejarme llevar, por apostar por una convivencia difícil pero posible, y por compartir mi vida con una persona igual o más flexible que yo, y que sabe que esta situación es temporal, que sólo existe el hoy, que no me comprometo a seguir mañana, y que nos podremos alejar libremente cuando esto no sea el tipo de vida que queramos vivir.
Mi hijo y mi hija han crecido en esta familia diversa, con un padre y una madre con otras parejas, con otros hijos, aprendiendo a compartir y a convivir. Serán adultos flexibles, respetuosos y sabrán que cuando no eres feliz en una relación, eres libre para decidir dejarla, y estar sola o acompañada, sin culpas, sin complejos y sin miedos.
Día 2 de confinamiento. Por fin estoy de nuevo por aquí.

Mamás y Papás: Una realidad que no debemos olvidar...

Una joya en el corazón de Madrid