En mi bolso llevo tres pares de juegos de llaves. Las llaves de mi casa, las llaves de la casa de mis padres, y las llaves de la casa de mi pareja. Uno de estos juegos, sobra y será entregado a su propietario en breve, cuando haya recogido la ropa y demás enseres personales que tengo en su casa.
Efectivamente, he decidido dejar la relación de pareja en la que he estado un total de siete años, contando también los primeros meses en los que aún no se tiene claro qué se quiere de una pareja...al menos, yo no lo tenía claro, pero él menos...
Por tanto, otro adiós...a veces tengo la impresión de ir dejando un reguero de cadáveres a mi paso...me obligan a sentirme culpable, en cierto modo, de ser yo quien siempre toma la iniciativa de dejar las relaciones que no funcionan. Siempre ha sido así. Siempre he sido yo quien ha dado el paso cuando he entendido que la relación que se mantiene de manera artificial, hace tiempo que podría haber dejado de respirar autónomamente si no estuviésemos ciegos los dos que la componemos, o no queremos verlo, y que por costumbre, por pereza, o por miedo a la soledad, no acabamos de dejar, dejando en el armario un cadáver cuyo hedor es más pestilente cuanto más tiempo pasa.
Siempre he sido yo la culpable. La "mala", y aunque intente explicar los motivos objetivos por los que esa relación no funciona, es lo mismo, para ellos el motivo siempre es que ha aparecido otra persona en mi vida, aunque eso nunca ha sido cierto.
Hace más de veinte años, tuve que tomar la decisión de dejar mi primera relación estable duradera. Esa fue la relación en la que más demoré mi decisión. La presión social, familiar y de algunos amigos y algunas amigas, contribuyeron a que la toma de la decisión se alargase en el tiempo, con consecuencias devastadoras para mí...
Cuando fui consciente de la presión que el entorno hace de manera generalizada, -obviamente, siempre hay excepciones-, a mantener esas relaciones que no funcionan, tomé la decisión de dejarme guiar únicamente por mi criterio a partir de ese momento. El criterio es ser feliz, ser tú mismo, sentirte libre, y a la vez compartir una parte de tu vida con otra persona en la que confías, que te escucha y te apoya de manera incondicional, y por supuesto, puede esperar lo mismo por mi parte.
Tanto fue así que cuando comencé mi siguiente relación, le hice saber cuál era mi postura sobre esto. "Yo estaré contigo mientras sea feliz y me sienta bien". Él se echó a reír, supongo que creía que siempre podría cumplir esas premisas, pero no fue así, y diez años y dos hijos en común después, ni me sentía feliz con él, ni me sentía bien, ni acompañada, ni escuchada...
Fue una decisión difícil de tomar porque implicaba reorganizar la vida de dos adultos y dos niños pequeños, pero sólo fue cuestión de tiempo llegar a acuerdos satisfactorios para todos, y mis hijos están creciendo sabiendo que cuando sean mayores y tengan una relación de pareja que no funciona, la mejor decisión es dejarla. No sólo lo piensan, también lo verbalizan , -mi hija de nueve años recomendó que un amigo que está pasando una situación difícil con su pareja se divorciara-.
Sinceramente, me siento bien sabiendo que mis hijos se sentirán libres para tomar esa decisión.
Otra cosa fundamental cuando dejamos las relaciones es la culpa, como he mencionado antes. Nosotros nos sentimos culpables por tomar la decisión, la otra persona te hace sentir culpable por tomar la decisión, y en general, todos te señalan como culpable por haber dejado la relación.
En esos momentos, yo sólo pienso en mí. Pienso en mi vida, pienso si quiero seguir viviendo una vida en la que no soy yo, en la que no me siento bien, y pienso que sólo tenemos una vida. Cuando muera, no quiero que mi último pensamiento sea que viví la vida que otros quisieron que viviera, sino que he vivido la vida que he querido vivir a pesar de las presiones y los convencionalismos, y si las personas a las que dejo creen que las he dejado por otra persona, es que no han entendido nada durante el tiempo que han compartido conmigo.
En definitiva, creo que deberíamos aprender a decir adiós, a despojarnos de la culpa, a ser nosotros mismos, y a vivir la vida que queremos,. realmente, vivir.
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