domingo, 22 de marzo de 2020

UNA VEZ MÁS...NO HE CUMPLIDO MI PROMESA

Una vez más...no he cumplido mi promesa. No he escrito una entrada cada día en mi blog, y es que la vida es imprevisible, y hay momentos en los que los acontecimientos nos arrastran y no tenemos más opción que dejarnos llevar.
El domingo pasado, a estas horas, creía que podría trabajar desde casa, pero esa misma tarde me avisó la coordinadora de la Concejalía para que me incorporase al día siguiente a mi nuevo puesto de coordinadora del Área de Mayores. Esa promoción me la habían ofrecido un par de semanas antes de que la vida, como la habíamos conocido, se parase, y había dicho que sí, con muchas reservas, porque era consciente de que mi marcha de Servicios Sociales iba a dejar aún más diezmado el equipo de responsables, que es el que tiene que estructurar el trabajo de las profesionales.
Cuando acepté el nuevo puesto no imaginaba que la Directora de Servicios Sociales iba a ser nombrada Directora General de Servicios Sociales y Familias Diversas del Ministerio, dejando su puesto, incluso, antes de que yo pudiera informar a mi equipo de mi partida. Por tanto, coincidieron en el tiempo, los dos puestos vacíos, el mío, como Responsable de Atención Primaria, y el de la Directora de Servicios Sociales, recayendo la responsabilidad de todo el Área, definida como servicio esencial junto con el de sanidad y los cuerpos de seguridad, en dos responsables técnicas y una de administración, personal insuficiente para dar una respuesta rápida, eficaz y coordinada a la organización del teletrabajo de más de setenta personas, procedimientos urgentes de actuación, coordinación con otras áreas del Ayuntamiento y entidades sociales, y responder de manera eficaz a cientos de demandas diarias de apoyo a los colectivos más vulnerables.
Ante esta situación, la Concejala decidió que asumiera la Dirección de Servicios Sociales mientras durase la crisis y hasta que se sustituyera de manera definitiva a la Directora. 
Asumí el reto. No me asusta trabajar bajo presión. Todo lo contrario, me motiva y mi hiperactividad física y mental encuentra una válvula de escape. No es la primera vez que me enfrento a retos por los que nadie apostaría, pero que finalmente han salido adelante, y no gracias a mí, sino a todas las personas que me han acompañado, que han creído que era posible, que han aportado, sumado, luchado... estoy orgullosa del enorme equipo de profesionales que tenemos en los Servicios Sociales de Móstoles, -celadores, auxiliares administrativas, administrativas, trabajadoras sociales, educadoras, psicólogas, responsables-, porque en esta primera semana de confinamiento hemos sido capaces de organizarnos en tiempo record y en empezar a dar respuesta a todas las personas que lo han necesitado, y así debemos seguir porque esta situación se va a alargar en el tiempo, es una carrera de fondo y lo peor está por llegar, cuando acabe el confinamiento y las personas a las que acompañamos no tengan dinero para pagar las habitaciones donde viven, o los alquileres, ya inflados antes de esta crisis. Todos los Servicios Sociales estamos ante un reto, y de nosotras depende que muchas personas tengan cubiertas sus necesidades básicas durante y el post Covid-19.

domingo, 15 de marzo de 2020

Trabajamos con el dolor


Trabajamos con el dolor.
Día tras día, vemos a una persona tras otra, les escuchamos atentamente mientras no dejamos de pensar en alternativas que puedan aliviar sus vidas.
Trabajamos con su frustración, sus falsas expectativas, sus sueños rotos, el resultado de sus errores, sus miedos, su frío, su hambre, su impotencia, su desesperación...
Todo eso nos es vomitado en cada cita. Cinco, seis, siete...cada día. En sus llamadas telefónonicas, en sus correos electrónicos. Nos piden ayuda como náufragos que ya sólo pueden sacar la cabeza del agua, casi ya no se les ve entre las olas,y nosotras estamos allí pero nuestra barca es demasiado pequeña para todas esas personas y estamos lejos. No llegaremos a tiempo para salvarles.

Así nos sentimos cada día. Cuando una mujer nos explica que debe dos meses de alquiler y que no sabe de dónde sacar el dinero para pagar la habitación en la que vive con sus dos hijas pequeñas. Cuando un padre nos explica que su sueldo no alcanza para pagar la hipoteca y dar de comer a sus hijos, y que a su hijo recién nacido, al que tuvieron que operar del corazón el día siguiente de nacer, no le pueden pagar la leche especial con la que tienen que alimentarle. Cuando una mujer mayor, sin hijos, que se desplaza por su casa utilizando una silla de ruedas vieja, que ya no recuerda si ha comido, ni tiene quien la lleve al médico, y que sólo recibe llamadas de comerciales, espera desde hace un año a que la Comunidad de Madrid le asigne plaza en residencia.

Todas y cada una de estas personas nos acompañan día a día. Cuando les vemos en el despacho, cuando hacemos una visita a domicilio, cuando volvemos a casa en el metro, en el coche, en el autobus, mientras les hacemos la cena a nuestros hijos, y cuando apagamos la luz de la mesilla para intentar dormir. Nos asaltan en nuestros sueños, y pasamos las horas nocturnas pensando en posibles recursos o alternativas, que puedan ayudarles, que les ayuden a sobrevivir.

Porque hay muchas personas que sólo sobreviven. Y están entre nosotras. Más de las que pensamos.

En Móstoles nunca hemos tenido un presupuesto tan elevado para tramitar ayudas económicas, y las gestionamos generosamente, 2,000, 3,000, 4000 € para pago de alquileres, de residencias privadas, de hipotecas, de suministros, de becas de comedor, de alimentación... y no son suficientes.

La precariedad laboral se une al elevado precio de la vivienda, y hay familias que aunque trabajen, no pueden pagar el alquiler, los suministros, la comida... Lo que antes se resolvía con un pequeño apoyo, es ahora insalvable tras aplicar todos los recursos a nuestro alcance.

Las personas, las familias "han quemado" ya sus redes de apoyo, después de que muchos hayan tenido que vivir hacinados acogidos en casas de familiares o amigos, esperando el golpe de suerte que nunca llegó.

Vivimos más, y no con la mejor calidad de vida. Muchas personas están solas. No tienen familiares o hay conflictos que impiden que alguien pueda ayudarles. Los recursos públicos, en muchas ocasiones, es lo único que tienen. Y les gestionas ayuda a domicilio, y teleasistencia, y comida a domicilio, pero no es suficiente porque a veces el único recurso para una persona que se ha olvidado de vestirse, o ya no se reconoce en el espejo, o no sabe dónde está, no tiene suficiente con todo lo que está a nuestro alcance, porque aunque le hagan el aseo al levantarse, se puede olvidar de ponerse el pañal cuando se vaya la auxiliar, porque aunque le hayan llevado la comida, se puede olvidar de comérsela, y porque aunque tenga la teleasistencia, puede dejar el colgante guardado en un cajón.

En algunos casos, pueden acabar ingresadas en el hospital y, de manera desesperada, nosotras gestionar una plaza de emergencia social en una residencia, y hasta pedir un ingreso involuntario al Juzgado por si cuando tenga ya la plaza decide no ingresar, pero aún así, le darán el alta en el hospital, volverá sola a su casa, y nosotras seguiremos esperando durante meses una respuesta. Es probable que esa respuesta llegue tarde.

Y nosotras asistimos a esas situaciones, las vemos, las escuchamos, las sufrimos con ellos.  Cada vez que llamamos a habitaciones o  pensiones buscando a la deseperada una alojamiento para que una familia se cobije del frío, y al otro lado del teléfono nos dicen "está lleno". Cada vez que sabemos que una persona mayor está sola en casa y puede que se quede durante días en la cama, olvidándose de levantarse, olvidando que sigue vivo.


Dedicado a todas mis compañeras de Servicios Sociales de Móstoles.

DÍA 2 DE CONFINAMIENTO

Muchos cambios en todo este tiempo que he abandonado mi blog. En múltiples ocasiones he pensado en retomarlo. He escrito cientos de entradas en mi cabeza, pero por falta de tiempo, por desgana, por desidia, por cansancio...no han llegado a este espacio virtual que antes era mi pequeña ventana al mundo, donde volcaba muchas de mi inquietudes.
Ha tenido que invadirnos un virus devastador, que nos obliga a un confinamiento físico, para que volviese a retomar este espacio, para lograr que parte de lo que bulle en mi cabeza, pueda expresarse de nuevo en este medio, como el torrente de vapor que sale de una olla exprés.
En este tiempo ha habido muchos cambios en mi vida.  He pasado de constituir una familia nuclear, con dos hijos, a una familia reconstituida, con cuatro hijos, de las mismas edades, dos niños y dos niñas, dos casas, y una organización doméstica compleja, pero flexible y adaptada a las necesidades de todas las personas que la componen.
Para llegar a este punto, he pasado por una separación, por momentos de soledad querida, por conocer nuevas personas, otras formas de vida, por dejarme llevar, por apostar por una convivencia difícil pero posible, y por compartir mi vida con una persona igual o más flexible que yo, y que sabe que esta situación es temporal, que sólo existe el hoy, que no me comprometo a seguir mañana, y que nos podremos alejar libremente cuando esto no sea el tipo de vida que queramos vivir.
Mi hijo y mi hija han crecido en esta familia diversa, con un padre y una madre con otras parejas, con otros hijos, aprendiendo a compartir y a convivir. Serán adultos flexibles, respetuosos y sabrán que cuando no eres feliz en una relación, eres libre para decidir dejarla, y estar sola o acompañada, sin culpas, sin complejos y sin miedos.
Día 2 de confinamiento. Por fin estoy de nuevo por aquí.

Mamás y Papás: Una realidad que no debemos olvidar...

Una joya en el corazón de Madrid