-¿Por qué ya no escribes en tu blog?.
- Por ti. Porque lees mi blog para saber qué es lo que pienso o lo que hago, en lugar de preguntarme, y a veces, puedo escribir cosas que no son reales, y tú crees que lo son.
Esta noche tuve un sueño. Era como si estuviese dentro de una de las películas de David Lynch, manteniendo conversaciones absurdas con los camareros de un pub, sentada en un taburete alto, porque mi acompañante se había esfumado, tragado por una realidad paralela en la que dejábamos de ser humanos, para convertirnos en otra cosa. A unos pasos de aquella barra, se encontraba un baño, con espejos grandes, que devolvía nuestra imagen. La imagen de los dos, aquella noche que casi no es, por una siesta que se alargó demasiado.
Los dos sentados en aquella esquina, junto a los ejemplares antiguos de National Geographic, hablando de cosas que no se pueden nombrar con la mayoría de las personas, mientras no podíamos dejar de mover las manos. Comiendo frutos secos y conguitos. Bebiendo una cerveza y un gin tonic. Después, imágenes inconexas...
Salí del baño, creyendo que él ya habría salido del pub, pero no le veía fuera. Sentí su mirada en mi espalda. Me giré y allí estaba, de pie, en la esquina en la que habíamos estado sentados, dispuesto a venir a buscarme.
Aquella tienda abierta a altas horas de la madrugada que vendía comida preparada insípida. Recorrí sola los pasillos en busca de algo comestible apetecible, y le escuché llamarme, aunque no le veía porque estaba al otro lado de las estanterías.
Comiendo en la oscuridad, dentro del coche, mientras observábamos a ese chico que andaba extraño.
Esas imágenes se funden en mi sueño. Suenan de fondo esas notas de jazz, lentas y acompasadas de las escenas de Twin Peaks cuando el enano bailaba por aquella sala rodeada de cortinas de terciopelo rojo. Me veía en esa sala, sola, sentada en el taburete alto de terciopelo rojo, y de repente, en la calle. El cielo era gris, encapotado, aunque la lluvia ya había cesado, dejando la calle salpicada de charcos.
Caminaba rápido. Llegaba tarde al trabajo. Me disponía a cruzar una calle. Pisé un charco, creyendo que era poco profundo, pero me hundí completamente, al menos, tres metros bajo el agua. Mis pies tocaron el fondo. Me quedé sin aire, y me disponía a salir a la superficie, cuando sentí que una mano tiraba de mí hacia fuera del agua. No podía verle, pero sabía que era él. Cuando salí a la superficie, él apartaba los obstáculos del camino. Había vuelto a su forma humana. Desperté.
Dejé el sueño relegado en las tareas pendientes del día, hasta que en la tarde, mientras pensaba en otra cosa, comprendí su significado, y una pregunta resonó en mi memoria. "¿Por qué ya no escribes en tu blog?".
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