martes, 4 de noviembre de 2025

DUÉRMETE, NIÑO

Desde hace unos meses, sigo contenido en redes relacionado con crecimiento personal. Este contenido tiene su origen en teorías psicológicas, espirituales, científicas...Es muy variado y, a veces, contradictorio entre sí.

Lo escucho con atención y extraigo de cada teoría o explicación lo que creo "resuena" más conmigo, siendo consciente de que mi ego puede rechazar las afirmaciones que le resultan incómodas, precisamente, porque señala creencias que tengo arraigadas y debería comenzar a cuestionar.

Independientemente del origen de la teoría, ahora mismo soy capaz de observar desde fuera mis pensamientos intrusivos, mis miedos, y dependiendo de la fuente de la que beba la teoría, los discursos de mi ego -mi pequeño diablo-, y los discursos de mi alma -mi pequeño ángel-, como diría alguien que conozco. (Lo siento, siempre que hablo de esto, aparece la imagen del ángel y el diablo tirando cada uno de un lado de la cuerda).

Entre estas teorías, hay una que he escuchado hasta la saciedad y que, además, coincide con una formación a la que he asistido sobre las heridas de la infancia y los distintos tipos de apego. Esta teoría habla de la necesidad de que cuando un bebé llora, sus progenitores le calmen. De esta manera, se fomenta el apego seguro en el bebé, que entiende que es escuchado y sostenido cuando necesita atención. 

Escuchando esta teoría, recordé el método Estivill, que estaba tan de moda cuando nacieron mis hijos. El método consiste en que cuando el bebé llora, se acuda durante un breve espacio de tiempo, sin contacto físico, únicamente hablando con calma al bebé, espaciando cada vez más el tiempo de espera antes de ir a calmarle. Se supone que el bebé aprenderá a autorregularse.

La realidad es que el bebé se duerme agotado por el estrés, después de que sus niveles de cortisol y serotonina se hayan disparado por el llanto prolongado. Paralelamente, se va produciendo una herida de abandono, que se convertirá en un apego ansioso o evitativo en el futuro. Además de la posibilidad de que haya consecuencias en las conexiones neuronales que durante esa etapa es necesario que se creen de manera masiva.

Durante los primeros tres años de vida de mi hijo mayor, dormí una media de tres horas al día, ya que se despertaba frecuentemente por las noches y yo me levantaba a calmarle, hasta que volvía a dormirse. Desesperada, leí el método Estivill, pero nunca fui capaz de aplicarlo porque me parecía cruel dejar que mi hijo llorase hasta caer agotado. No fui capaz, pero conozco a otras madres que sí lo aplicaron, y pienso en las consecuencias que tendrá en esos niños.

Reflexionando sobre esto, vuelvo a las teorías de crecimiento personal que escucho en internet, y el cuidado que creo debemos tener cuando las escuchamos. No todas valen para todas las personas, y aunque pueden ayudarnos en determinados momentos, hay que saber, quizás sentir, o dejarse llevar por la intuición, cuáles pueden ayudarnos o cuáles no, para evitar que, en unos años, algunas puedan tener el "efecto Estivill".

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