A veces, la vida nos sorprende y pone en nuestro camino posibilidades que teníamos olvidadas. Puertas que habíamos cerrado porque nadie había querido atravesarlas con nosotros.
Quizás, alguien las había abierto y se había asomado tímidamente, para luego volver a cerrarlas, abrumado por lo que significaba o implicaba.
No todo el mundo está preparado ni dispuesto a abrir todas las puertas, y cuando dependes de otra persona para atravesarlas, si no encuentras quien quiera hacerlo, acabas por desistir, cerrarlas y echar el pestillo. Guardas la llave en algún cajón y, con el tiempo, te olvidas de que existen esas puertas.
Pero como decía, a veces la vida nos sorprende y pone en nuestro camino a personas que no sólo están dispuestas a atravesar las puertas con nosotros, sino que te enseñan sus propias puertas y te invitan a atravesarlas con ellos. Dejas de ser el anfitrión para convertirte en invitado, y entonces entiendes que esa persona también está dispuesta a atravesar tus propias puertas, y buscas en el cajón aquella llave olvidada. Y esta vez no estoy hablando de la llave de un coche...



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