Hace mucho tiempo que sé que he venido a romper patrones. Por supuesto, no era consciente del nombre técnico, pero sí de su significado.
Lo supe cada vez que sentía cómo mi madre echaba de menos su independencia, y cada vez que notaba que añoraba trabajar fuera de casa. Renunció a todo por poder hacerse cargo de todas las tareas domésticas en solitario.
Lo supe cada vez que sentía la ausencia de mi padre, que se desvinculaba de cualquier actividad que no fuese laboral, y además se quejaba prácticamente de todo.
Lo supe cuando decidí que yo criaría a mis hijos desde el inicio, rompiendo el patrón que arrastran las familias de mis progenitores, donde en la más tierna infancia, y a veces, hasta la edad adulta, eran las abuelas quienes se hacían cargo del cuidado de los nietos.
De esta manera, decidí ser independiente económicamente, dar prioridad a mi vida laboral, demorar la decisión de ser madre hasta que pudiese compaginar el trabajo con la crianza, y no quedarme en relaciones que no me hacían sentir bien.
Espero que mis hijos sigan en la misma senda de priorizar su independencia, hacerse cargo de sus decisiones y apartar de su camino a las personas que les drenan.
A veces, la única manera de cambiar las cosas, es empezar a cambiar uno mismo, y a partir de ahí, generar un patrón sano. De esta manera, eres espejo para las personas que tienes más cerca, generando otro tipo de dinámicas.



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