Hace unos meses, comencé una introspección. De hecho, he dejado muchas de mis conclusiones en este blog, pero el análisis no ha terminado, y creo que nunca debería hacerlo.
En medio de esta introspección, he ido conociendo a personas. Con todas ellas establecí un vínculo, que se ha mantenido en algunos casos y, en otros, se ha roto por completo. Algunas de estas personas, han sido y están siendo mi espejo. Comparten ciertas características conmigo, o su comportamiento es o ha sido muy similar al que tengo o he tenido, ayudándome a entender por qué he tomado determinadas decisiones en mi vida.
Estas características comunes destacan con una de estas personas, viéndome reflejada por completo, pero además pudiendo hablar abiertamente de los pensamientos y sentimientos que entran en juego en la interacción, convirtiendo este vínculo en un experimento perfecto para la introspección.
Ahora me doy cuenta de que, en la mayoría de los casos, comencé la casa por el tejado, estableciendo relaciones exclusivas que, con el tiempo, fui incapaz de sostener porque las entendía como una obligación, siendo siempre uno de los motivos por los que decidí dejarlas. No el único, pero sí uno más a tener en cuenta en la decisión.
Otra de las trampas es que, quizás por miedo a la incertidumbre e inseguridad, establecimos rápidamente las reglas coercitivas en el vínculo. Etiquetamos la relación como "pareja", con todo lo que conlleva, tanto para nosotros como para el resto, -amigos, familia-, y en algunos casos, desconocíamos factores fundamentales en el otro como ideas políticas, proyectos personales, planes a futuro, cómo le gusta el café o si es madrugador o no los fines de semana.
La realidad es que yo hubiera caído de nuevo en esta trampa. El hábito es demasiado fuerte. Sin embargo, su forma de ver la vida ahora mismo, sus deseos inquietos, su inconsistencia...me ha mostrado una parte de mí que nunca he querido ver, pero que está íntimamente ligada a la sensación de pérdida de libertad.
Sé que estos pensamientos son contradictorios con la idea de compromiso, pero por otra parte, soy consciente de que el compromiso nunca fue un impedimento para que yo me fuese. Lo he roto siempre, ante el asombro de la otra parte de la pareja.
Por tanto, lo que me planteo ahora es seguir conociendo con calma, sin etiquetas, sin obligaciones, sin restricciones, sin compromiso. Curiosamente, ha cesado el ruido a mi alrededor. Las demás puertas que permanecían abiertas, se han cerrado por completo o se mantienen entreabiertas sólo unos centímetros, los justos para mantener un contacto cordial. Me siento centrada, enfocada en mi trabajo, en mis hijos, en mi día a día, y a la vez, sigo explorando en mí, inspirada por alguien a quien no puedo apartar de mi vida, ahora que sé que existe.



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