Escucho con estupor las declaraciones del Alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, sobre su intención de “retirar” de las calles a los mendigos.
Mientras tomo el café, aún medio dormida, creo por un momento que me encuentro en medio de una pesadilla que me ha arrastrado hasta los años del franquismo.
Cuando vuelvo a la realidad, pienso que Gallardón, tan misteriosamente defendido por determinados medios de comunicación, y tolerado por algunos sectores de la izquierda, está empezando a mostrar su cara.
Esa cara que vecinos, vecinas, trabajadores y trabajadoras de Madrid llevamos viendo desde hace tiempo, con el recorte en servicios públicos, privatizaciones para el enriquecimiento de determinados empresarios, lujos faraónicos del Alcalde y su séquito, creación de nuevos impuestos y subidas desmedidas de los que ya existían, anulación de la participación ciudadana, boicot constante a las iniciativas sociales no afines al alcalde, atentados contra el medio ambiente y la salud de los madrileños negando los elevados índices de contaminación en la ciudad…
Sin embargo, la opinión pública y los medios de comunicación callaban, “tapando” la situación real que sufrimos los vecinos, vecinas, trabajadores y trabajadoras de Madrid. Pero claro, si un tirano está acostumbrado a hacer lo que se le antoje sin que nadie difunda las auténticas barbaridades que está llevando a cabo, se confía, y es fácil que en un momento dado, cometa una imprudencia y diga en público lo que realmente piensa, quedando al descubierto su verdadero discurso.
No nos engañemos. Gallardón ha sabido disimular mejor que Esperanza Aguirre, y por eso, muchos de los que criticaban el populismo de la presidenta, veían con buenos ojos la política del alcalde, pero la realidad es que el trasfondo de ambos es el mismo: la derecha heredera del franquismo.
Así, nos despertamos un día escuchando en pleno siglo XXI al alcalde de Madrid, intentando resucitar la Ley de vagos y maleantes, una ley aprobada en el año 1933, que promulgaba exactamente lo mismo que ahora pretende hacer el “buen samaritano” de nuestro alcalde, que no es más que medidas de alejamiento, control y retención de las personas sin recursos.
Quizás, habría que recordarle a nuestro alcalde que, por mucho que le pese, vivimos en un estado de derecho, y que la Constitución Española establece en su artículo 19 que “Los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional.”
En lugar de intentar resucitar leyes muy utilizadas por el franquismo para “apartar” a las personas no gratas para ellos, debería dedicarse a consultar legislación más actual, como la ya mencionada Constitución, especialmente, debería revisar los siguientes artículos:
“Artículo 40
1. Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica. De manera especial, realizarán una política orientada al pleno empleo.”
“Artículo 41
Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente, en caso de desempleo. La asistencia y prestaciones complementarias serán libres.”
“Artículo 47
Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.”
Curiosamente, el alcalde lleva años recortando el presupuesto para servicios sociales, que es la única herramienta capaz de prevenir la exclusión, y de intervenir con las personas que ya se encuentran en situación de calle, es decir, personas que por determinadas circunstancias no tienen recursos para poder mantener un lugar donde vivir.
Con esta medida que el alcalde propone, la situación de estas personas no se soluciona, al contrario, se agrava, porque al intentar ocultarlo, al negarlo, al retenerles contra su voluntad, además de no intervenir para resolver las circunstancias que les han llevado a esa situación, se les está privando de libertad.
Pero es que la verdadera intención del alcalde no es resolver la situación de estas personas, si no esconderles, para que no desentonen con esta ciudad mastodóntica convertida en un gigante centro comercial, en un enorme parque de atracciones para los turistas, y si hay que encerrarles contra su voluntad, se les encierra. Más trabajo y dinerito público para sus amigos empresarios. ¿A que adivino quién se encargará de edificar y gestionar las cárceles para mendigos?.
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