Hace unos años, mi actual pareja y yo tuvimos una crisis que provocó que estuviésemos unas semanas sin vernos, y aunque retomamos la relación, volví a plantearme la fragilidad de los vínculos. Como en otras ocasiones que me he cuestionado las reglas establecidas en la sociedad en la que vivimos, contacté con un amigo y ex pareja, brillante sociólogo y una de las personas que vivió mis dudas sobre el tipo de relación que quería tener.
Él se quedó en la lista que todas y todos tenemos de los "Y si..." Nos conocimos jóvenes. Tuvimos una relación intensamente pasional y dependiente. Para él su primera relación "seria", y para mí una diferente a las ya vividas. Muchas más que él, que sentía inseguridad por si pudiese serle infiel. Yo sentía que no podía darme la relación estable que ya estaba buscando. Nos encontrábamos en momentos vitales diferentes y tuve que tomar la difícil decisión de dejar la relación, que supuso todo un drama para los dos, convirtiéndose en una ruptura interminable porque
volvíamos una y otra vez cuando nos encontrábamos por Malasaña, la zona que frecuentábamos ambos.
Finalmente, una mañana, sentados en un banco de la estación de metro de Aluche, le hice prometer que si volvíamos a encontrarnos por la calle, no podría saludarme. Tendría que comportarse como si no me conociese de nada, para evitar reanudar la relación. Aceptó en ese momento, aunque semanas más tarde, llamó a mi casa, -en aquella época el uso del teléfono móvil no estaba extendido-, pidiendo retomar la relación. Le expliqué que había
conocido a otra persona y no volvería con él.
Años más tarde, algo hizo que me acordase de él y le llamé a casa de sus padres. Ya estaba con la persona que actualmente es su pareja. Me contó la frustración que sufrió intentando encontrar a alguien con quien sentir lo que había sentido conmigo, y que lo había encontrado por fin con la pareja que ya tenía. Me alegré mucho por él, y entendí que mi decisión había sido la correcta, aunque hubiese sido difícil para los dos.
Desde entonces, seguimos en contacto, y es una de esas personas a las que recurro cuando necesito replantearme qué camino seguir. Cuando le conté la
situación con mi actual pareja, me recomendó un libro, Amor líquido, de Zygmunt Bauman, sobre la fragilidad de los vínculos humanos, y cómo deseamos estrechar lazos y, al mismo tiempo, mantenerlos lo suficientemente flojos para poder desatarlos rápidamente y sin esfuerzo si las circunstancias cambian.
Ante este hecho generalizado, y en el que también he incurrido, tomando siempre la iniciativa en todas las rupturas de pareja, me planteo un nuevo "Y si...", ante la duda de ignorar o no el revoloteo de mariposas en el estómago.
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