Estudié este cuadro en el instituto, en clase de Arte. Me impresionó su composición triangular, aprovechando los distintos niveles de vitalidad. Desde los muertos del primer plano, a los moribundos del segundo, hasta los esperanzados del último, oteando el horizonte, y llamando con un pañuelo a un supuesto barco que no se ve.
Cuando visité el Louvre, encontré el cuadro de Théodore Géricault. Me sorprendió su tamaño, y no pude más que quedarme atónita, admirando el lienzo. Afortunadamente, los turistas japoneses que nos habían apartado a empujones de otras obras, no parecían interesarse por él, hecho que me alegró y permitó que pudiese dsfrutar tanto como quisiera de su visión.
Me senté en un banco próximo y me detuve en todos sus detalles. Sentí emoción, dolor y un frío que penetraba hasta los huesos. La imagen era desesperante y cercana al mismo tiempo. Recordé la historia del cuadro.
En el siglo XIX, el barco francés "La Medusa", en su trayecto hacia Senegal, encaya poco antes de llegar a la costa. No hay botes para todos, y deciden hacer una balsa, en un principio, remolcada por los botes.
Los botes estaban ocupados por aristócratas y distintas autoridades, que comprobando el peso de la balsa, deciden cortar el cabo y dejarla a su suerte. La balsa fue a la deriva durante días, mientras la mayoría de sus ocupantes fueron muriendo, hasta que un barco pudo rescatar a los pocos supervivientes.
Pensé entonces en los actuales ocupantes de "La Medusa", los que ahora hacen el viaje inverso, desde África a Europa, y lo poco que hemos avanzado en estos siglos. Lo único que cambia es que los europeos viajaban a África para saquearla, y ahora los africanos viajan a Europa únicamente para poder sobrevivir.
Cuando visité el Louvre, encontré el cuadro de Théodore Géricault. Me sorprendió su tamaño, y no pude más que quedarme atónita, admirando el lienzo. Afortunadamente, los turistas japoneses que nos habían apartado a empujones de otras obras, no parecían interesarse por él, hecho que me alegró y permitó que pudiese dsfrutar tanto como quisiera de su visión.
Me senté en un banco próximo y me detuve en todos sus detalles. Sentí emoción, dolor y un frío que penetraba hasta los huesos. La imagen era desesperante y cercana al mismo tiempo. Recordé la historia del cuadro.
En el siglo XIX, el barco francés "La Medusa", en su trayecto hacia Senegal, encaya poco antes de llegar a la costa. No hay botes para todos, y deciden hacer una balsa, en un principio, remolcada por los botes.
Los botes estaban ocupados por aristócratas y distintas autoridades, que comprobando el peso de la balsa, deciden cortar el cabo y dejarla a su suerte. La balsa fue a la deriva durante días, mientras la mayoría de sus ocupantes fueron muriendo, hasta que un barco pudo rescatar a los pocos supervivientes.
Pensé entonces en los actuales ocupantes de "La Medusa", los que ahora hacen el viaje inverso, desde África a Europa, y lo poco que hemos avanzado en estos siglos. Lo único que cambia es que los europeos viajaban a África para saquearla, y ahora los africanos viajan a Europa únicamente para poder sobrevivir.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho tu texto, y sobre todo el ejemplo que pones al final.
Gracias Esteban. Desgraciadamente, parece complicado que los naufragios de este tipo terminen en algún momento.
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