sábado, 6 de diciembre de 2008

La balsa de Medusa


Estudié este cuadro en el instituto, en clase de Arte. Me impresionó su composición triangular, aprovechando los distintos niveles de vitalidad. Desde los muertos del primer plano, a los moribundos del segundo, hasta los esperanzados del último, oteando el horizonte, y llamando con un pañuelo a un supuesto barco que no se ve.

Cuando visité el Louvre, encontré el cuadro de Théodore Géricault. Me sorprendió su tamaño, y no pude más que quedarme atónita, admirando el lienzo. Afortunadamente, los turistas japoneses que nos habían apartado a empujones de otras obras, no parecían interesarse por él, hecho que me alegró y permitó que pudiese dsfrutar tanto como quisiera de su visión.

Me senté en un banco próximo y me detuve en todos sus detalles. Sentí emoción, dolor y un frío que penetraba hasta los huesos. La imagen era desesperante y cercana al mismo tiempo. Recordé la historia del cuadro.

En el siglo XIX, el barco francés "La Medusa", en su trayecto hacia Senegal, encaya poco antes de llegar a la costa. No hay botes para todos, y deciden hacer una balsa, en un principio, remolcada por los botes.

Los botes estaban ocupados por aristócratas y distintas autoridades, que comprobando el peso de la balsa, deciden cortar el cabo y dejarla a su suerte. La balsa fue a la deriva durante días, mientras la mayoría de sus ocupantes fueron muriendo, hasta que un barco pudo rescatar a los pocos supervivientes.

Pensé entonces en los actuales ocupantes de "La Medusa", los que ahora hacen el viaje inverso, desde África a Europa, y lo poco que hemos avanzado en estos siglos. Lo único que cambia es que los europeos viajaban a África para saquearla, y ahora los africanos viajan a Europa únicamente para poder sobrevivir.

2 comentarios:

Esteban dijo...

Me ha gustado mucho tu texto, y sobre todo el ejemplo que pones al final.

Bandua dijo...

Gracias Esteban. Desgraciadamente, parece complicado que los naufragios de este tipo terminen en algún momento.

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