Copio la segunda reflexión que me hacen llegar. Ésta es de un hombre.
Como los grandes planteamientos globales afectan a nuestro propio micro cosmos y a la vida que tenemos establecida. Esa vida en la que nos embarcamos, en sus diferentes facetas (modelo familiar, trabajo, ocio...) y en la que creemos tomar las decisiones que tomamos en base a nuestra personalidad, creencias...
Aristóteles decía que nuestro alma antes de recibir sensaciones era una tabla rasa sobre la que no hay nada escrito. Digamos al nacer. Después en esa tabla se van marcando sensaciones que formarán nuestro conocimiento. Todos los grandes planteamientos globales que nos rodean, políticos, sociológicos, culturales (creo que al fin y al cabo todos son lo mismo) acaban marcando esa tabla que nos condiciona de alguna manera a modo de guías que no sólo limitan los extremos de nuestro caminó sino que nos llevan, arrastran por una senda. Llamemos a esa senda Vida. Ahora bien. ¿Quien escribe en esa tabla? A mi parecer nosotros mismos. La sociedad nos marca, nos guía, nos influye. Si. Pero somos individuos con capacidad de discernir y decidir. Esos planteamientos globales nos marcarán desde que nacemos pero entrados en la edad adulta debemos y podemos desarrollar la suficiente capacidad critica para que los que empuñemos el cincel que grabará nuestra tabla seamos nosotros mismos. Así nos convertimos en ciudadanos activos y dejamos de ser sólo personas.
Bien, pues esto mismo lo aplico a la sociedad patriarcal y a los modelos familiares. He recibido la educación propia de los que nacimos en los setentas, con sus modelos familiares, he vivido la uniformidad de la composición de las familias, lo excepcional de conocer a un hijo o hija de divorciados, la ausencia de la realidad homosexual y los límites de la vida sexual. Pero también los setenteros hemos vivido un cambio radical en estas estructuras, cambios que llegaban de una sinergia entre algunos grupos ciudadanos y determinada casta política, deseosa de destacar por sus decisiones socialmente progresistas. Se ha avanzado mucho. Y más que queda por avanzar, mucho.
Después de estas divagaciones, diré que está en nosotros seguir perpetuando las estructuras patriarcales o favorecer su desplome. Yo hace mucho que opté por lo segundo, y en mi vida y en lo que le transmito a mi hijo ando ahí, inculcándole la heterogeneidad que siento y que creo que le ofrecerá un mayor espectro de posibilidades a la hora de tomar las riendas sobre su propia tabla. De lo que quiera escribir. Y no voy a ir de auténtico. Estoy influenciado, mediatizado y condicionado por los grandes planteamientos globales, como todos y todas. Pero cada día intentó sacudir esos prejuicios sociales (bastante tengo con los míos) para que no determinen mi vida personal.
Y a este punto quería llegar, yo que ansío formar una familia de las de siempre. Ardua tarea para un divorciado con un hijo de ocho años. Pero quiero tener más hijos y convivir con la madre, cosa que nunca he tenido la oportunidad de hacer. Y no me da miedo querer encontrar a esa pareja que quiera tener al lado (yo soy muy de pareja que le vamos a hacer) y que además sienta que es la que quiero que sea la madre de mis hijos. No se sí llegaré a eso en mi vida, pero se que es mi objetivo, y sé a ciencia cierta que no es por los complejos planteamientos globales, sino que responde a un deseo personal. Porque las decisiones las tomo yo en función de mis posibilidades y de mi entorno influyente. Pero los deseos son sólo míos y no tienen corsés ni barreras. Ahora toca convertir los deseos en decisiones. En ello ando.
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