domingo, 21 de septiembre de 2025

FELICIDAD, QUÉ BONITO NOMBRE TIENES

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Hace una semana, alguien de quien no me lo esperaba, me hizo una pregunta. 

-¿No eres feliz con tu vida?.

- Wow, - contesté-. Una pregunta muy profunda. Normalmente, soy yo quien la hace.

Le dije que sí soy feliz, aunque mi vida no es convencional. Hace muchos años, decidí que seguiría los dictados de mis emociones, que me iría de los lugares en los que no me sintiera bien, que no soportaría una vida que no me diera todo lo que necesito, a pesar de que eso significase prescindir de la estabilidad.

La cuestión es que esa pregunta se ha quedado toda la semana suspendida en mis pensamientos, y a veces me sorprendo pensando en ella. ¿Podría estar mejor?. Sí, por supuesto. Echo de menos estabilidad, aunque amo mi libertad, y no tener que dar explicaciones a nadie. Cada ruptura ha supuesto una liberación para mí. Soy un alma libre, como dice una de mis mejores amigas. Sin embargo, a veces echo de menos un abrazo, un beso, una mirada al despertarme por la mañana.

La libertad implica una cuota de soledad. No me refiero a la soledad de no estar acompañada, ya que la mayor parte del tiempo estoy físicamente con otras personas. Me refiero a la soledad del alma, a no poder compartir determinados momentos con alguien especial. Cuando me refiero a alguien especial, estoy hablando de alguien con quien tienes el convencimiento que es la persona que quieres que esté a tu lado en ese momento. También he experimentado la sensación de estar en un lugar maravilloso, sintiendo que la persona que me acompaña es la equivocada, y no porque en ese momento mi corazón estuviese dividido, sino porque siento que no he encontrado todavía a  la persona con la que tendría que haber ido a ese lugar.

Es posible que alguien piense que soy una inconformista, una soñadora, que no vivo en la realidad, y que estoy condenada a la soledad. Probablemente, tengan razón, pero lo que no puedo es renunciar a lo que siento, a lo que pienso, a lo que soy...

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