jueves, 11 de septiembre de 2025

MI VIAJE. DÍA 2


Hoy ha sido un día de gestiones varias, dentro y fuera de casa, pero también un día de recorrer caminos que me han llevado al pasado.

Hoy he recorrido el paseo fluvial junto al río Landro, que es el que desemboca en la ría de Viveiro. El camino comienza en As Aceñas, que es el lugar donde pasábamos temporadas estivales, en casa de uno de los hermanos de mi abuela. Una casa de dos plantas, tan cerca del agua, que en septiembre, el mar solía inundarla. Ahora se encuentra cerrada y abandonada, sin posibilidad de rehabilitarla porque la ley de costas lo impide. Una casa en la que guardo muchos recuerdos, como cuando mi hermano y yo, siendo niños, vimos una botella con un mensaje dentro flotando en el agua. Tenían un perro pastor alemán cruzado con lobo, Lucero. Era un perro enorme que nos acompañaba a todas partes, y que cada tarde, se daba un baño en el mar. Después de cenar, paseábamos a Lucero junto al hermano de mi abuela. En aquella época, los perros paseaban sueltos, y más en esa zona, donde sólo había cuatro casas. Nos aventurábamos a oscuras, atravesando la marisma con la única precaución de no pisar donde brillaba, porque había agua o arenas movedizas.

Ahora puedes atravesar la zona con pasarelas de madera. Un recorrido de unas dos horas que he disfrutado prácticamente sin cruzarme con gente, en silencio, escuchando sólo el viento entre los árboles, el discurrir del río y el graznido de algún ave.

Después de la cena, he ido a andar por el paseo marítimo. Una vez más, me he cruzado con muy pocas personas. Es lo bueno que tiene viajar en estas fechas. El tiempo todavía es cálido, y disfrutas sola del paisaje. He entrado en la playa. El ruido de las olas retumbaba y la luna, casi llena, presidía el cielo. He recorrido toda la playa y he bordeado la ría, recordando el camino que he hecho tantas veces con mi abuela y con mi madre, y es extraño, pero aunque estaba sola, tenía la sensación de que estaban conmigo.

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