sábado, 10 de mayo de 2008

Una joya en el corazón de Madrid


Todos los lugares del mundo tienen una historia que contar. Pero la del Parque Lineal del Manzanares se mezcla, cautivadoramente para el inquieto observador, con el presente que nos ha tocado vivir.

A tan solo escasos metros de las viviendas del barrio villaverdense de Butarque, se extienden los terrenos de lo que comunmente se ha venido en llamar el Parque Lineal del Manzanares, en su tramo II. Terrenos que han permanecido intactos hasta hoy a la voracidad de la especulación inmobiliaria.

Cientos de hectáreas que, rodeando a ambos lados el río Manzanares, son una dispensa de ese alimento de incalculable valor que es nuestra historia, la biografía eterna de una ciudad y de un país al alcance de la mirada de cualquiera de nosotros.

Para el vecino de Butarque, en el mejor de los casos, el Parque es la ribera del río por la que discurren dos pequeños caminos, uno para peatones y otro para bicicletas, diseñados hábilmente para distraer la mirada del paseante de lo verdaderamente importante: el propio Parque Lineal.

Como no es oro todo lo que reluce, tampoco es Parque Lineal sólo el camino marcado. De hecho la vereda que marcan los pasos de los últimos tiempos no es, ni mucho menos, la que siguieron los antiguos, antiquísimos, habitantes del Parque desde hace más de cien mil años.

Cientos de metros a ambos lados del itinerario marcado para el obediente caminante, son también Parque Lineal, quizás aún mucho más importantes que la ruta marcada en los mapas de fabricación y diseño municipal

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