A veces pienso, e incluso, lo he escrito en el blog, que como todas las demás personas, llego a la vida de los otros para revolucionarlas, para darles el "empujón" que necesitaban para que cambien algo, o directamente, cambien de vida.
Y hoy, en mi viaje, venía pensando en esas cosas. Casi seis horas conduciendo, dan para mucha reflexión. Por cierto, vuelvo a reivindicar el invento para grabar pensamientos mientras viajamos.
La cuestión es que yo pensaba. "Sí, sí, está muy bien que yo dé "empujones", revoluciono de alguna manera la vida de ciertas personas con las que me encuentro, pero...¿quién me da a mí ese "empujón" que a veces yo necesito?."
Y mientras pensaba en lo injusto que es que yo tenga que seguir caminando sin ayuda, me di cuenta de que los demás también me dan "empujones", aunque no me dé cuenta en un primer momento. Es más, algunas veces, esos "empujones" son consecuencia de cosas que he hecho. Son como las carambolas del billar. Deslizo el taco entre los dedos, le doy a una bola que sale disparada al grupo más numeroso de bolas, las golpea, dispersa y siempre alguna entra en el agujero.
A veces, sé a qué bola es mejor apuntar, y otras veces, lo hago sin pensar, pero el resultado es el mismo. Y ese pensamiento, me llevó a otro. Uno sobre un ángel y un diablo, tirando cada uno de un lado de la cuerda. En ese caso, mi carambola ayudó al diablo. No lo hice a propósito, al menos conscientemente, pero la causa-efecto fue infalible. El diablo se quedó con la cuerda y el ángel perdió la partida. La cuestión es que recibí un buen "empujón" que me está ayudando a replantearme las cosas. Así que, como dicen los GPS, "redirigiendo..."



1 comentario:
Qué tal
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